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Joaquín

Veo como la palma de su mano abre firmemente la puerta que me revelará el motivo de esta visita. Mi estómago está hecho un desastre desde que volvimos del campamento, más específico aún, desde que Emilio mencionó la visita al hospital.

Jamás creí que él estaría, de alguna forma, relacionado con este lugar. El simple hecho de pensar en eso me revuelve el estómago y me aprieta la garganta. Odio los hospitales, aguanté cuando me rompieron la costilla pero tener que volver es una de las peores decisiones que tomaría, y si lo hago es solo y simplemente por Emilio.

Me está abriendo una parte importante de su vida, está nervioso y tal vez angustiado, no ha dicho ni una sola palabra desde que salimos del recinto y puedo ver en su expresión que esto es difícil para él.

Cuando termina de abrir la puerta espera a que pase primero. Me abstengo unos momentos, en realidad no quiero ver qué hay dentro, me aterra saber que se esconde detrás de esa puerta. Pero es el secreto doloroso de alguien, y no es cualquier alguien, es Emilio. Así que trago firme y doy un paso dentro de la habitación.

Apenas la veo en mi interior todo se aprieta, mi mente da vueltas y unas ganas de vomitar me invaden. Una mujer de tal vez treinta y ocho años está sentada en una camilla de hospital, su cabeza rapada y en ella veo una evidente delgadez, pero a pesar de todo lo anterior, en sus ojos hay un brillo excepcional y en su sonrisa una sinceridad exquisita. Ella me mira atentamente, su sonrisa no se esfuma y lo único que puedo hacer es dejar el revoltijo a un lado y sonreírle. En mi interior estoy deseando que no sea quien creo que es.

—Joaquín, —Emilio se para a mi lado y apunta hacia ella.— te presento a mi madre. —un nudo de confusiones me invade y comienzo a sentirme realmente fatal, pero intento reprimir todas mis ganas de huir de este lugar y la miro.

—Mucho gusto, soy Joaquín. —saludo más bajo de lo esperaba, pero temía que si alzara la voz esta saliera temblorosa.

Me sonríe, es una locura decir esto porque sé que Emilio es adoptado pero podría jurar que ambos tiene la misma sonrisa. Aunque tal vez sea más bien lo que ambas sonrisas transmiten lo que las asemejan.

Esperanza.

—Joaquín... he oído un par de cosas de ti. —su voz es suave como una dulce melodía, al oírla puedes sentirla rozando la superficie de tu piel como una brisa. Te sientes como si estuvieras frente a la playa, el viento golpeándote delicadamente mientras tus ojos se mantienen cerrados y sientes los sonidos del mar.

—Espero que solo cosas buenas. —busco bromear, sonando más bien patético, mi voz resonando extraña producto de mi garganta apretada y a punto de hacerme llorar, pero no puedo hacerlo frente a ella.

Respira cansada, —Por supuesto que si. —la mano de Emilio me impulsa sigilosamente hasta quedar la lado de ella. Inmediatamente me toma la mano y la encierra entre las suyas, tan delicadas y pequeñas.— Dime, ¿Cómo es mi hijo contigo?

Sonrío, —Es... todo lo que necesitaba. —musitó en un susurro sincero, desviando mi mirada hacia Emilio, sintiendo la calidez de su mirada envolverme. Sus ojos desprenden amor, y ese amor es por y para mí.

Todo de él me hace quererlo tanto... me hace amarlo.

—Me alegra oír eso... —responde sincera, su suave voz tranquilizándome de una manera increíble.— Y, cuéntame de ti.

Me siento en la silla junto a ella, —Mmm... Tengo dieciocho, mi comida favorita son los tacos, tengo una hermana llamada Renata... mi padre es Coronel en el ejército...

— ¿Y tu madre?

—Mamá... —Emilio le susurra, buscando advertirle.

Al ver la confusión en el rostro de su madre no la culpa, no lo sabe. No todos deben saber los problemas de los demás.

𝐌𝐈𝐋𝐈𝐓𝐀𝐑 ♥︎ᵎ EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora