𝐌𝐈𝐋𝐈𝐓𝐀𝐑 ♥︎ᵎ Emiliaco

29

Joaquín.

— ¿Nos vamos a duchar juntos?

Una pícara sonrisa que nunca antes había visto habita en su rostro. Siento su cercanía casi rozándome la punta de los pies y retrocedo porque si alguien entra y nos ve así, sería algo muy difícil de explicar.

— ¿Por qué? Ya lo hemos hecho antes. —se cruza de brazos.— ¿No recuerdas? —pone una expresión de miedo.— ¡Un pene!

El recuerdo viene a mi mente cuando hace su intento de imitación. Eso fue algo totalmente vergonzoso que mi cerebro se obligó a olvidar y ahora está de vuelta. Fue algo espantoso.

— ¡Déjame! En ese entonces no quería ver tu verga. —frunzo las cejas ganando una risa por parte de Emilio.

— ¿O sea que ahora si? —hace un voz seductora, como si me estuviera ronroneando. Me gusta... pero no en estos momentos.

Pienso en cosas asquerosas para que mis orejas no se tornen rojas pero ya es muy tarde, parezco tomate.

—Me voy a bañar solo.

—No te quites lo bóxers... yo no lo haré. —su voz común vuelve y su expresión seria también. Aunque siempre tenga esa expresión en la cara, cada vez que me mira puedo ver amor en sus ojos, incluso cuando está enfadado, molesto, triste o angustiado. Sus ojos nunca cambian conmigo, y eso es algo que atesoraré toda mi vida.

Asiento y me quito todo menos los bóxers, lo veo sigilosamente mientras se quita los pantalones. Me concentro viendo su espalda, es una espalda muy linda... es grande y me gusta los movimientos que hace cuando Emilio se mueve. Y su pecho... Su abdomen, hace ejercicio y se ven los resultados. Sus brazos son gigantes y puedes ver como se contraen cada vez que los mueve... a eso añádele unas venas que me enloquecen.

El cuerpo de Emilio es... como si hubiese sido esculpido.

Tal vez exagere, tal vez no. Lo que si sé, es que la persona que está parada frente a mí es preciosa tanto por dentro como por fuera.

—Vamos. —asiento y lo sigo con cuidado. Mi cuerpo duele pero al menos ahora puedo respirar con tranquilidad.

Recordar que estuvo conmigo en cada vuelta, que no le importó embarrarse en barro, quedar todo sudado y cansarse con tal de animarme es una de las cosas más hermosas que han hecho por mí. No fueron flores ni un ramo gigantesco de rosas, menos un carruaje con hermosos caballos... No, simplemente fue un chico que no le importó destrozarse con tal de estar conmigo, y les juro que eso vale más que todo lo anterior.

Me quedo a su lado en las duchas. Lo veo abrir la ducha donde me encuentro yo y el chorro de agua me golpea en la cara. Cierro los ojos y me los tallo por unos segundos y cuando los vuelvo a abrir, tengo a Emilio más cerca, en mi lado de la ducha y está parado frente a mí.

Me mira los labios sin deshacer su neutra expresión. Siento la calidez de sus manos rodearme hasta sentir sus yemas tocarme la espina dorsal, produciéndome un cosquilleo en toda la espalda. 

Me mantengo en silencio, esperando a ver qué hará... ¿Hará algo? No lo creo, estamos en el lugar menos indicado y lo más lejos que hemos llegado hasta ahora son un par de besos.

— ¿Qué estás haciendo? —le susurro mientras veo como sus labios se despegan lentamente.

—Nada.

—Debemos ducharnos...

Hace presión en mi espalda tirándome hacia él, cierro los ojos bruscamente por la impresión, los abro casi al instante, viendo como esconde su cabeza en mi cuello y sus manos me aprisionan contra él. Puedo sentir su respiración en mi nuca y el agua nos llena de gotas que se pierden en nuestros pies.