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El abogado ruso de Nikolay Vólkov, Arthur Kozlov, se apresuró a saludarlo en cuanto el multimillonario ruso descendió del jet privado. Nikolay caminaba como un león que hubiera olisqueado una presa en el aire, la impaciencia y la agresividad empujando cada paso.

La había encontrado al fin. A la impostora, Kiara Lébedev. No había palabra que pudiera expresar su odio por la mujer que había tomado el nombre de la madre de su hijo y que aún seguía haciéndolo en algunos casos. Lo exasperaba mas no poder hacer que recayese sobre ella todo el peso de la ley.

No solo porque no quería perjudicar a Kira, ni los suyos, sino porque entendía las repercusiones de tal acto de venganza. ¿Y no había sufrido suficiente a manos de todos como para seguir?

El prefería vivir discretamente en las sombras de su trabajo ilegal, pero desde hace tres meses que llego Kira y Akim eso no era posible. Muchos se habían enterado de la noticia del padre del año. Se sentía loco de pensar que algo les podría suceder algo a ellos.

Le seria intolerable perder a su hijo, a pesar de tomar todas las precauciones. De inmediato se regañó a si mismo por pensar en eso. Tenía que ser positivo, que su hijo crecería como cualquier niño y no sería privado de nada por ser hijo de quien es.

Solo esperaba que cuando creciera no fuera mentiroso y traicionero como su madre. ¿Existían los genes negativos? No, se negaba a aceptar eso. Su propia vida negaba esa afirmación porque él era el último en una larga línea de hombres despiadados, famosos por su crueldad y su desprecio por la ley. Nada podía manchar a un niño inocente, y sus inclinaciones podían ser animadas o desanimadas.

—¿Piensa hacer una investigación más profunda o prefiere que la traigan a usted? —Preguntó Arthur para romper el tenso silencio en el exterior de la camioneta.

Nikolay apretó sus labios.

—¿Puedo preguntar...? —Arthur dejo la pregunta en el aire al ver su seria expresión.

Pero Nikolay Vólkov, el hombre capo más temible de Rusia, siempre había sido formidablemente reservado. Multimillonario desde los veintisiete años, era un arquitecto de gran éxito por su capacidad de entrega de trabajos y sus buenos gustos, era un hombre honrado dentro del mundo profesional como también fuera de este. Y, sin embargo, su apellido provocaba tal miedo en aquellos que lo rodeaban que temblaban si alguna vez se enfadaba.

Su odio por Mijaíl en ese momento era grande, habían intentado asesinarlo, ahora iba con el doble de los guardias que normalmente utilizaba.

Para muchos Nikolay era un misterio, pero para Arthur le gustaría saber por qué un hombre con tantas posibilidades de ser libre, que desde un tiempo quería casarse, ahora quería arruinar su vida heredándole su apellido a un hijo bastardo. Tenía entendido que pronto se casaría con la modelo rusa y podían tener los hijos que quisieran.

—No quiero enviar a la prisión a la hermana de la madre de mi hijo —Respondió Nikolay por fin, sin expresión. —No tengo la menor duda que esa mujer se merece más que ir a la cárcel, pero no quiero ser yo quien la juzgue. Seguiremos sus pasos.

—Es comprensible —Asintió Arthur, aunque en realidad no le entendía en absoluto. —Pero la policía está buscándola podría informarle discretamente que está haciendo usurpación de identidad.

—¿Y luego qué? Investigaran a Kira y a mi hijo. Akim podría ir a servicios sociales si no tiene más familia. Necesito que Akim tenga mi apellido, te encargaras que eso suceda lo antes posible. No voy arriesgarme a perder la custodia de mi hijo.

—Pero usted sabe que no puede hacer algo hasta que la señorita Kiara este bajo rejas. De lo contrario puede ser que todo esto le perjudique a usted. Ya sabe que una vez que el niño tenga su apellido, en la base de datos que cualquiera puede entrar, verán que tienen algo en común con la señora Kiara que está utilizando el nombre de su hermana. Se verá perjudicado su hijo en todo esto. Llevo siendo su abogado desde que empezó en todo esto, puedo asegurarle que Akim será el punto débil de la mujer artera que todos buscan para matarla y para hacer trabajos con ella. Tanto como a usted sus enemigos. Al menos que lo registremos como abandonado por su madre y no tenga relación con la señora Kira.

—No me interesa la forma en que lo hagas, pero busca una forma legal para que él tenga mi apellido —Nikolay respiro suavemente, poniendo sus manos sobre su muslo. —Sin nada que perjudique a mi hijo y a su madre, luego yo veré como sacare a Kira de su vida.

Arthur tuvo que disimular un escalofrió cuando sus ojos se encontraron con los fríos ojos oscuros de su cliente e intento no pensar que antes de que esa mujer y el niño aparecieran, Nikolay Vólkov prefería limpiar su camino de obstáculos liquidando a sus oponentes. No debía pensar en eso, pero no podía olvidar esa mirada helada o su fama de ser implacable en los negocios.

El no liquidaba a sus competidores por una vez, los hacia sufrir hasta desear ellos mismos la muerte. Era un hombre al que no se podía provocar y era conocido por vengarse de aquellos que lo ofendían. Dudaba mucho que Kira Lébedev entendiese las peligrosas consecuencias de a ver decidido acudir a él.

Conseguiría su objetivo, pensaba Nikolay, que siempre conseguía lo que quería. Lo contrario era impensable ya que se trataba del bienestar de su hijo. No dejaría que una mujer como Kiara utilizara a su hijo para sus caprichos.

Kira estaba en el jardín de la mansión junto a Akim el cual tenía tres meses, para su edad era un niño tranquilo, lloraba en casos necesarios, había días que no parecía ser un solo niño y lloraba todo el santo día.

"Extraña el calor de su padre" se dijo Kira. La última vez que lo había visto fue hace exactamente dos meses, dos días antes del primer control de Akim. Desde entonces no la había llamado para preguntar por el niño, Mijaíl le había acompañado en esos dos meses a sus controles. Debía admitir que el hombre era un buen acompañante, por primera vez sentía tener un amigo el cual contarle todo. Tal vez no pudo con su nuevo rol de padre y huyo, había pensado eso muchas veces. Una parte de ella lo extrañaba y le dolía pensar que podía estar con esa mujer llamada Natasha que Mijaíl le había contado; era su prometida.

Nuevamente se sentía una ilusa al creer que podía tener una familia con el hombre que tiempo atrás sentía que movía su mundo. Sus esperanzas se fueron cuando la palabra; prometida se le dijo a ella.

Había admitido que aún seguía sintiendo atracción por Nikolay. Pero él ya tenía su vida arreglada y ella tenía un propósito.

—¿Qué haces aquí? —Mijaíl camino hasta ella, cruzando sus brazos por encima de los hombros de la mujer. —Me informaron que llego Nikolay, su viaje fue duro, por si te grita o no te habla.

—¿Duro? —Lo miró confundida, estaban tan cerca que solo unos milímetros más y sus labios podían juntarse.

—Intentaron matarlo, en ese viaje tenía que ver otros asuntos y en uno de ellos no salió bien.

—¿Por qué tú no fuiste con él? —Lo miro con preocupación en sus ojos, por un momento Mijaíl sintió envidia de su amigo por tener a una mujer en casa, con su hijo esperando por él, nunca sentiría eso, pensó. —Eres su mano derecha, su mejor amigo.

Mijaíl estaba dispuesto a contestar, pero otra voz se le adelanto.

—Eso mismo me pregunto yo, ¿Dónde estuviste cuando intentaron matarme? —La mirada fría del hombre cayó en los dos juntos, haciéndolo enojar más si podía.

Sin Salida #1   (Serie Rudos Deseos )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora