Justin me miraba fijamente mientras estaba sentado en una antigua silla de madera pintada de un azul tan oscuro que parecía negro y silbaba una canción muy tenebrosa.
—¿Por qué haces esto Justin? —Pregunté aún atada a la pared.
—¿Todavía lo preguntas? —Dijo él levantándose y acercándose amenazadoramente hacia mí—. ¿No te parece suficiente el haberme dejado por el debilucho de tu novio?
—Benjamin no es ningún debilucho —Respondí—. Es un maldito asesino, un criminal.
—¿Me estás hablando enserio? —Dijo Justin riendo.
No pude responderle, me daba dolor seguir pensando en que había sido él quien mató a Elissa dejándole esas terribles heridas, me dolía pensar que era tan enfermo como para asesinar a su propia madre y asistir a su sepelio como si nada y encima haber brindado a su salud.
—¿No responderás? —Dijo Justin—. Bien, como quieras.
Salió de aquella habitación dejándome con mis pensamientos, sin embargo, ya no quería pensar, cada vez que lo hacía me dolía, me partía el corazón. Simplemente prefería no hacerlo.
Intentando distraer mi mente comencé a ver a mi alrededor, Justin había dejado encendida la luz y pude ver tranquilamente la bandeja con la comida que me había estado ofreciendo la voz de aquella mujer tan extraña <<¿Quién estará detrás de esa voz?>> fue lo primero que llegué a pensar tras ver aquella bandeja de aluminio que estaba tirada en el suelo mientras reflejaba la luz contra el techo de la habitación.
Curiosamente las paredes de aquella habitación estaban todas pintadas de blanco, no había ni una sola mancha en las paredes, los fríos grilletes seguían maltratando mis muñecas y por más que le rogué a Justin para que los aflojase solo se reía.
—Hola querida —Justin había entrado de nuevo en la habitación.
—¿Me puedes decir qué demonios quieres? —Respondí intentando agitar mis brazos.
—¿Conoces la palabra justicia? —Comenzó a decir acercando la silla hacia donde estaba yo colgando y sentándose—. Para los antiguos griegos la justicia no era más que una forma de equilibrar las cargas, o como decía el gran filósofo Aristóteles. A cada cual lo suyo.
—¿Qué demonios tengo que ver yo con eso?—. Respondí.
—No me interrumpas —Dijo Justin levantándose y dándome un beso por la fuerza—. Ya llegará tu momento de hablar —Añadió mientras se sentaba nuevamente—. Mientras que para los griegos la justicia era una carga los romanos la veían como la voluntad de dar a cada persona su derecho —Dijo viéndome fijamente—. ¿No te parece que yo merezco justicia?
—Benjamin no es el culpable de que yo te haya dejado—. Respondí tajante—. Tú desapareciste de mi vida durante mucho tiempo antes de que todo fluyera con él.
—¿Sabes cuál es la pena máxima según la ley? —Preguntó ignorando lo que le acababa de decir.
—La pena de muerte —Respondí asqueada—. Siempre he estado en contra de esa inmoral pena.
—La pena de muerte, muy buena respuesta y acertada — Comenzó a decir —. Si te lo merecieras te aflojaría los grilletes un poco, pero lo justo es hacerte sufrir, tal como tú lo hiciste conmigo.
—Justin, lo siento, pero yo ya no te amaba —Respondí tajante.
—Lamentablemente de dónde vengo no es así. La pena máxima en Mirah es el sufrimiento, el exilio —Dijo Justin volviendo a ignorar mis palabras—. En las islas libres muchos criminales vagan por las calles, muriendo de hambre y viendo morir gente a su alrededor.
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AMOR DE LUNA LLENA
Teen FictionLuego de una pelea con sus padres Benjamin Reed quien fue convertido en hombre lobo debe madurar y aprender a vivir solo, proceso en el cual conoce a Jasmine Thompson, una chica común pero extremadamente atrayente, ambos podrían enamorarse mutuament...