EL FINAL DEL CICLO (ZACHARIAS)

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   Observaba con atención las blanquecinas luces de Livurna proveniente de pequeñas rocas desde mis aposentos recostándome en el marco de aquella ventana que daba a los jardines de lo que era mi hogar. Tan solo era un chico normal, no era un vampiro ni mucho menos pensaba en serlo pronto.

   —Hijo, te esperamos en el recibidor —Mi padre había entrado a mis aposentos—. La familia Rowell está a punto de llegar.

   —Está bien padre, bajaré en unos instantes —Respondí saliendo de mis pensamientos.

   Luego de eso vi a mi padre salir de aquel hermoso lugar mientras yo me recostaba sobre la cama ahora viendo atentamente el techo y siguiendo sus llamativos patrones en forma triangular que daban hasta la mitad del techo y luego había otro triangulo justo en la otra mitad que desembocaba en triángulos más pequeños para llenar de líneas todo el techo.

   Era muy extraña aquella situación, a pesar de que estaba a punto de arreglarse un matrimonio entre el menor de los varones Cohen, es decir, yo mismo y la menor de las mujeres en la sucesión sanguínea de los Rowell en mí no había desapruebo hacia aquel acuerdo, todo lo contrario, estaba emocionado por celebrar aquella reunión y conocer a la chica.

   Lentamente me metí en uno de los trajes de gala de Mirah, eran ridículamente pomposos y con colores realmente horrendos, pero era mal visto llegar a una reunión de tal calibre vestido con algo que no fuesen esas prendas, hechas con la mejor tela de Mirah bajo la mano del mejor sastre de Livurna.

   Iba bajando por las empedradas escaleras de caracol de aquel hermoso lugar, ese lugar era mi hogar y ahí vivía con mi familia. Me detuve justo en una puerta de madera con acabados en madera de caoba y ornamentos decorativos que indicaban que tras esa puerta estaban los aposentos de una chica.

   —Emira, hermana ¿Estás ahí? —Dije tocando la puerta con mi puño tres veces.

   —¿Sucede algo hermanito? —Respondió ella abriendo aquella hermosa puerta.

   —Solo estoy algo nervioso —Respondí entrando a sus aposentos y sentándome en su cama con sabanas de seda—. Será la primera vez que vea a la chica, y todo para arreglar un matrimonio.

   —Tranquilízate, los matrimonios arreglados han funcionado durante siglos cuando el viejo Roholl les arreglaba matrimonios a sus hijos —Respondió Emira riendo—. A veces es incluso mejor porque vas conociendo a tu pareja a lo largo de la eternidad.

   —Más respeto a nuestros ancestros Emira por favor.

   —Cierto, lo siento, nuestro querido trastarabuelo —Respondió Emira sonriendo.

   Ya Emira estaba preparada para bajar al recibidor, curiosamente su vestido de gala era mucho más bonito y sin tantos ornamentos como llevaba mi traje, ni se veía tan ridículo a pesar de ser inclusive más pomposo que lo que llevaba yo puesto.

   Lentamente bajábamos escalón a escalón aquellas empedradas escaleras, a medida que bajábamos los patrones de las paredes iban haciéndose más grandes hasta llegar a la base de las escaleras donde finalmente desaparecían abriéndonos paso a la primera planta.

   Caminábamos entre grandes salones hasta llegar finalmente a la entrada principal donde estaba ubicado el recibidor y en él ya mi padre estaba esperándonos, llevaba un traje igual de ridículo que el mío, sin embargo, el suyo estaba aún más ornamentado y lleno de medallas, producto de grandes batallas que se habían librado en Mirah en las que él orgullosamente había participado.

   —Estamos listos padre —Dije viéndolo a sus verdes ojos.

   —Bien, la familia Rowell está por llegar, mantengan la compostura y por el amor de dios compórtense como siempre, a la perfección, sin detalles —Dijo mi padre mientras arreglaba un mechón de su negro cabello.

AMOR DE LUNA LLENADonde viven las historias. Descúbrelo ahora