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Fue a tener a un parque. Las ruedas de su vieja bicicleta eligieron el camino que no era a propósito.

Pensó en dejar que el día fluyera como los otros y suicidarse en la noche, en medio de la nada, sin ningún testigo presente, sin ningún rastro que le delatara. Pero no pudo aguantar, no era tan fuerte como se hacía ver, no era tan fácil solo ignorar.

Su tormenta comenzó a dos meses de llegar a su nueva escuela, en décimo grado. Aunque ya venía con secuelas, venía preparado. Era un novato como cualquier otro que llega dónde no conoce nada y fue presentado, fue acogido, fue mínimamente feliz. Contaba con un amigo, Seo Ki Joon, fue su aliado hasta cierto punto, fue su hyung hasta donde su cobardía le permitió. Porque tomó el otro bando y le dejo solo, no quería él ser intimidado también así que escogió el camino fácil y se unió en su contra. Después de compartirle películas y videojuegos, ahora le compartía puños y patadas.

Yoongi se fue acostumbrado a esa clase de vida, aunque no quisiere. Se fue conformando al maltrato como si fuese parte de su rutina, aquí y allá, en casa o en clase, todo seguía un patrón, todo era exactamente igual. Las razones del acoso siempre le parecieron tontas, pero más tonto fue él porque confío pensando que por fin tenía un mejor amigo.

Su hyung, a quién solía llamar así, divulgo sobre su vida privada y media secundaria Jeongdae sabía que había un huérfano entre sus estudiantes.

Y el acoso empeoró.

¿Cómo es que no había ni una pizca de empatía entre sus compañeros? ¿Cómo es que no existía ni una sola alma que se apiadase de él mientras era intimidado? ¿Era divertido verlo sufrir? ¿O era un alivio que no fuesen ellos?

Los ladridos de un perro hicieron que despegará su vista de la arena bajo sus zapatos, y sacudió su cabeza tan pronto se dio cuenta de dónde estaba. Observó al canino siendo acariciado por su dueña y se puso de pie para reanudar su marcha a ningún lugar. Al levantarse de la banca la barrita de cereal se cayó. En todo su afanado viaje se aferró al bolsillo, cómo si no quisiera desprenderse del cumpleañero a quién fue regalada.

Yoongi se agachó para tomarla, y de ese bolsillo flojo en el que siempre perdía sus monedas, algo volvió a caer.

Esta vez era la hoja arrugada del calendario.

Suspiro profundamente y se echó en la banca de nuevo. Ahora que lo pensaba bien, no había comido nada desde ayer en la noche y siendo aproximadamente las 7 de la mañana, su estómago ya comenzaba a reclamarle con fuertes rugidos.

¿Debía premiarse? ¿Darse un incentivo porque tuvo la valentía de intentarlo o porque no pudo hacerlo? Y de todos modos, ¿Por qué no pudo? ¿Fue porqué no quiso, o porqué lo detuvieron?

Abrió el arrugado papel y se echó a reír al notar el círculo rojo. Lo había tachado con tanto dolor que ahora se preguntaba porque no termino con este de una vez por todas. De la risa paso al llanto, y allí en medio de un parque para niños, se echó a llorar de nuevo. Arropó su cabeza y ahogó sus sollozos, cómo si estuviere perdido y tuviese miedo.

Pero es que si estaba perdido y tenía miedo.

Si se suicidaba, ¿a dónde iría a parar? ¿Al infierno por atentar contra su propia vida, o al cielo por devolverle a Dios la vida que nunca quiso? ¿Reencarnaria y sería otra víctima? O ¿Sería el victimario?

Algunas de sus lágrimas cayeron en el papel, señalándole un número que también marcó, pero no en rojo, ni con rabia. Sino con azul y en una letra tan pequeña, que tuvo que limpiarse los ojos con su manga y acercar la hoja para leer.

—Visita.

Dijo.

—¿Visita?

Repitió mientras sorbia su nariz y se calmaba.

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora