9.

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Alguien quería que viviese y esa era Song Eun Mi. No hacia falta que le dijera lo que le atormentaba, podía descifrarlo a simple vista y quería terminar con su sufrimiento, pero no a la manera de Yoongi.

Porque no era la única. Sabía que era una opción tentadora y por lo mismo fue que le propuso visitarla cada sábado, para que no estuviese solo y expuesto a cualquier terrible pensamiento. Debía ser cuidadosa con sus palabras, no quería herirlo sin darse cuenta pero no pudo evitar hablar de Yoonjae, de ese jovencito que conoció roto y que hubiese preferido conocer en otra faceta.

Min Yoon Jae, los vagos recuerdos de su longeva mente la arrastraban hasta su mirada, la que conoció por primera vez en vivo esa cruda noche. Ya no eran ojos estáticos y alegres como los de aquella fotografía, más bien parecían estar igual de muertos a esa hoja de papel, su rostro no era más que la expresión gráfica de la palabra "muerte". Y es que había rondado por allí, llevándose no a uno, sino a dos.
Eunmi había visitado el hospital interminables veces y había sido testigo de noticias devastadoras, pero nunca una que le doliera tanto como esta. Sus brazos eran muy débiles y no pudieron con el peso, no pudieron soportar toda la tristeza y toda la amargura que desprendían los cuerpos de los pequeños Yoon.

Yoongi de 8.

Yoonjae de 12.

¿Por qué? Si tan solo son unos niños. ¿Por qué? Si ni siquiera pueden valerse por sí solos aún. Sus lágrimas debían ser por un raspón, su rabia debía ser por perder un videojuego, su tristeza por comer vegetales en vez de pizza y su amargura por probar un poco de limón...pero nunca, jamás, debían experimentar esas emociones por perder a mamá y a papá.

Su guardián desde entonces fue Eunmi, pero el hogar geriátrico no era un lugar habitable para dos huérfanos. Así que terminaron en un orfanato tratando de vivir como cualquier otro niño...al que le fue arrebatado algo sumamente importante. Debieron sus noches de insomnio y melancolía a ese lugar, parecía que todos podían entenderse al tener algo en común pero los niños eran crueles. La indiferencia fue la principal causante del aislamiento de ambos hermanos y tan fuerte fue su encierro que logró individualizarse, siendo este el comienzo de aquel desapego emocional que aún permanecía. Yoongi recurrió constantemente a los brazos de la anciana, pero Yoonjae jamás volvió a hacerlo. Al cumplir este último los 16  decidió escaparse llevándose a Yoongi porque quizá el problema era el orfanato y su devoción al seno de Eunmi. 

Pero era más que eso, era la falta de comunicación y comprensión entre los lazos de sangre, lo que hizo que se cortaran.

Domingo.

Nunca había sentido un fin de semana acabarse tan rápido como ese. De estar recibiéndole a la abuela el abrigo que logró terminar, pasó a estar echado en su cama con la luz artificial del celular dañándole la vista. Solía acostarse tarde haciendo nada, perdiendo el sueño y las horas viendo tutoriales de cómo aprender a tocar la guitarra. Había descubierto ese hobby en el orfanato— al menos una cosa buena— y últimamente estaba interesado por saber que tanto había olvidado.

Pero su ocio se vio interrumpido y su  silencio se transformó en estruendosos golpes hacia la puerta. Se separó de su cama para ir acercándose con cautela hacia el ensordecedor sonido. Su ojo atisbó por la mirilla nervioso de lo que podría encontrarse, mas el famélico  cuerpo y las fachas que vestía le fueron suficientes para saber de quién se trataba. Pensó en que hacer mientras los golpes disminuían, y cuando lo hicieron volvió a asomarse.

Yoonjae se encontraba recostado en la pared del frente, esperando cabizbajo a que el menor abriera la puerta. Yoongi suspiro con fuerza y decidió abrirle e irse inmediatamente a su habitación.

—Espera.

Le escuchó y por primera vez su voz sonó a...él.

—¿Cómo pagaste la deuda?

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora