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Huir.

Jamás específico si sola o acompañada.

Quería huir de aquello que le hacia daño, desprenderse de raíz en la tierra infertil dónde fue plantada y qué mejor que acompañada, qué mejor que estando a su lado.

Pensó que era una locura cuando la idea brotó en medio de la nada, fue tan repentina que en largas noches de insomnio la sobrepensó. No sabía si Yoongi estaría de acuerdo y tampoco sabía si a su plan le haría bien ser modificado por enésima vez. Los cambios la arrastraron hasta un trágico final y repetirlo, sería demoler lo poco que había rescatado de los escombros. Pero si nunca lo hubiese hecho, si no se hubiese tomado el tiempo de recoger pedazo por pedazo, jamás hubiese llegado hasta este punto, jamás hubiese llegado hasta Yoongi.

Y Yoongi.

Cuando la vio llorar en su pecho, cuando escuchó sus sollozos se dio cuenta que quizá, Eunmi no era la única que abandonaba si decidía dejar este mundo.

Cuándo metió el abrigo en su mochila sabía que algo grande estaba haciendo, pero no supo qué hasta ese punto, no supo qué hasta que la vio abrazándolo con el rosa puesto.
Sowoon se había convertido en alguien para Yoongi, así, sin adjetivos, se había convertido en ese alguien que todos quieren ser alguna vez.

12:00 p. m.

El templado clima les regaló un sol que no quemaba mientras los observaba de lejos, más tranquilos, aceptando el hecho de que la vida es solo un suspiro que rodean de rosas cuando finaliza y que Eunmi, la bella Eunmi los observaba desde el cielo, contenta de verlo allí con Sowoon y no a un lado con ella.

—Quiero que vivas.

Le decía Sowoon tomándole la mano y acariciando su dorso lentamente, como si tuviere miedo de que fuese un espejismo y de que el verdadero Yoongi hubiese saltado al vacío.

—¿Te encuentras... bien?

Yoongi tuvo que preguntarle, al verle ensimismada en el dulce gesto.

—Quiero...quiero que vivas.

Le respondió después de un rato, cuando el viento le revolvió la melena. Quiso preguntarle qué pensaba, pero no fue necesario una vez la escuchó.

—Hubo una chica, su nombre era Go Jun Ha. Sufría en casa y era acosada en la escuela. Yo, era la única persona en quién confiaba y prometí ayudarla, quería hacerlo... pero el acoso era por parte de una "ejemplar" maestra— negó con su cabeza indignada, recordar le hacía impotente— al principio pensé que podíamos hacer algo y se lo comenté, realmente lo podíamos hacer...estaba convencida de que sí cuando descubrí que la maestra consumía porquerías.

Sowoon tragó saliva sin percatarse aún de que apretaba la mano de su joven acompañante.

—La maestra fue más inteligente y me amenazó, fácilmente podría decir que aquellas bolsas que descubrí en su maletín... eran mías. Y tuvo razón, después de todo, ¿quién iba a creerme? El miedo, quizás el egoísmo me llevó a desistir y a dejarle...completamente sola.

—Sowoon...

Intentó interrumpirla, pero los sollozos de la fémina ahogaron sus palabras de consuelo.

—Yo...y-yo no puedo perdonarme aún el haberla abandonado. Y nunca... hubiese podido perdonarme el haber dejado que saltaras desde aquí.

El muchacho asintió con la cabeza y con su otra mano, aquella que se posaba en el asfalto tierroso, tomó el hombro de Sowoon.

—Si salto, si disparo, si amarro la cuerda o si me arrepiento y vivo...es algo que decido yo, y es algo que decidió...Junha. No eres culpable de las decisiones que toman los demás.

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora