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Cómo aquella mariposa que Hoshi perseguía, pero que lograba volar tan alto que estuvo fuera del alcance de la pequeña bestia. 

Ladró cuándo no pudo atraparla y corrió hacia Soowon quién cariñosamente le acariciaba su esponjosa cabeza.

—Casi te comes una vida.— le habló en voz baja— No la culpo por querer huir de ti.

El peludo volvió a sus andanzas olfateando todo lo que le parecía extraño, y meneando su cola al más mínimo movimiento de lo que fuere. Sowoon era su ama favorita, y la principal razón era esta; que podía quedarse en el parque cuánto tiempo quisiese. 

La joven caminó alejada de el sin perderlo de vista, era tan pequeño que fácilmente podía camuflarse entre los arbustos y las largas hebras de hierba, pero no se preocupaba, el parque se encontraba vacío y le resultaría fácil encontrarlo.

Además del canino, ella y un joven conformaban la plebe. Lo notó extraño, pero no quiso entrometerse y menos cuando le vio llorar, disimuló al verlo pero fue muy claro. Alcanzó a escuchar sus sollozos y el corazón se le arrugo, al parecer no era ella la única rota ese día.

Después de un rato su compañía se levantó y lo observó en silencio, mientras se marchaba en su bicicleta. Le vio un uniforme de secundaria y suspiro cabizbaja. La última vez que vistió uno de esos fue hace dos meses. Había dejado de asistir para dedicarse únicamente a su trabajo en la tienda de conveniencia, y a otros informarles como este.

Ganar dinero se convirtió en algo habitual, y la razón por la que lo hacía se convirtió en uno de los principales motivos. Tanto así que decidió invertir todo su tiempo.

Todo su sueldo era destinado a su padre, con el único fin de que se perdiese por días y la dejara en paz.

Era la única manera, —por lo menos para ella— de deshacerse del monstruo que la consumía.

Pero no notaba, o si es que lo hacía no le importaba, que la consumía de ambas maneras.

Estando presente y ausente.

—¡Hoshi! ¡Hoshi!

Cuando la bola peluda se perdió de su radar, se deshizo de sus pensamientos e inmediatamente fue a buscarlo. Salió detrás de un árbol, meneando su cola campante, mientras que el corazón de Sowoon era un tambor resonando en su pecho.

—No vuelvas a hacer eso, perro tonto.

Lo acarició por milésima vez y le lanzó el juguete, Hoshi corrió desbocado para alcanzarlo. Su energía era tanta que podría darle luz a una nación entera.

Al cabo de dos horas el peludo se encontraba echado en la hierba recibiendo el frío de un invierno aproximado, tomando buches de agua para calmar su sed. Sowoon recibió la llamada de Naeun, quién tristemente le notificaba las malas nuevas.

Eso le anunciaba que ya era hora de volver. Cargó a Hoshi por unas cuadras y después dejó que el le guiara el camino que se sabía a la perfección.

Naeun les abrió la puerta con la cara larga y la invitó a pasar para que se quedase a comer. Sus expresiones hablaban por sí sola, así que no se molesto en preguntarle cómo había estado su entrevista.

Sowoon aceptó la invitación por cortesía y allí vislumbro a Hyena, sintió que un balde de agua fría le caía en la cabeza porque no la había visto desde que se retiró, así que se preparó para un bombardeo de preguntas. La saludó cortésmente mientras se alistaban para comer.

—Hyena, ¿mamá te ha llamado?

Naeun le preguntó acomodando las ollas en la mesa.

—Si, me llamó temprano en la mañana para saber a que hora era tu entrevista... pero...no lo sé, en el transcurso de la llamada escuché gritos... y después colgó.

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora