14.

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Un día.

Un día sin preocupaciones.

Un día sin dolores de cabeza.

Un día bueno.

Solo uno.

¿Por qué era tan difícil?

Estando en su trabajo decidió pedir un permiso para salir más temprano. Las 3 de la madrugada, esa hora era todo un privilegio para Sowoon. No pudo concentrarse, no pudo ser productiva, sus propios reclamos la estaban volviendo loca y no quería ser la responsable de alguna pérdida en la tienda. Así que sus emociones tuvieron que llegar a un acuerdo; permanecería las horas restantes, tirada en su cama descansando, escuchando música para huir de la realidad que quería ser negada, para ahogar sus propias voces y las omnipresentes. Para ahogar a Suji, a Heeyoon, a Hyena, a su escuela, a su padre, a la maestra, a ella. 

Y a Yoongi... quizá dejarlo en la superficie porque si en algún momento quería salir de esas aguas, iba a necesitar ayuda.

Las campanas de viento se camuflaron entre la suave melodía que hechizaba sus oídos, por primera vez no estuvo alerta a su llegada...y parecía no importarle.

El hombre ingresó ebrio de nuevo, caminando en zig zag, con el tufo desprendiéndose de él e impregnando cada paso. Convirtió el hogar en su infierno, otra vez, atando a Sowoon y al mismo tiempo dándole motivos. Abrió la nevera y se encontró con la miseria y la escasez en la que su hija moraba, pero poco le importó. 

—¡¿Dónde estás?! ¡Tengo hambre!—rugió con fuerza— ¡Ven aquí ahora y cocina para mí!

La joven lamentablemente lo escuchó, baratos le salieron aquellos audífonos y ahora entendía porqué; el volumen en su teléfono estaba en 100, pero sus auriculares en 50. Se asomó apenas en la puerta y se tapó la nariz, el olor a lavanda que liberaba el ambientador fue opacado por el fuerte alcohol que emanaba de su padre. 

—No te quedes ahí parada, muévete— Lo vio tumbarse en el sofá— Prepara algo delicioso y sírvelo.

Sowoon se echó a reír.

—Algo delicioso— repitió el chiste— Ni siquiera puedo hacer eso por mí. No hay comida, Seungnul, no hay nada que pueda prepararte y aunque hubiera, no lo haría.

El hombre se limo los dientes con su lengua conteniendo la ira.

—No te veo muerta de hambre, Sowoon. Toma lo que sea que haya en el refrigerador y prepárale algo a tu padre.

Padre— pronunció en tono burlón— Si supieras que muerta quisiera estar ahora.

—¡Entonces pide un domicilio! ¡Ahora!

Le arrojó el móvil con fuerza y el grueso borde de su anticuado celular chocó contra el pómulo de Sowoon. La joven se tocó la zona inmediatamente, como si al presionarla el dolor disminuyera. 

—¡No hay domicilios a esta hora!

Le gritó colérica. El hombre tanteó sus bolsillos tranquilamente y de allí sacó una tarjeta.

—Están disponibles... A cualquier hora.

Sowoon se acercó aun con la mano en su mejilla y le arrebató el papel.

—Necesito dinero para pagarlo.

A Seungnul se le hizo fácil sacar el fajo de billetes que traía enmarañado, los dejo caer en la mesa frente a él y le apartó unos cuantos a su hija. Esta no despegó la vista de sus movimientos, el alcohol le había adormecido hasta su sentido común porque jamás dejaría que Sowoon fuese testigo de esto. La joven sintió un picor en las palmas de sus manos, lo quiso todo, quiso todo ese dinero, porque era suyo, debía serlo. 

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora