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El plan de Sowoon era simple.

Estudiar. Ahorrar. Irse.

Estaba estudiando, casi para graduarse.

Tenía dinero ahorrado, lo suficiente para conseguir un boleto de tren. Y si seguía trabajando partiéndose el lomo —como coloquialmente se diría— podría conseguir un alquiler barato.

También podía poner su casa en venta y aunque la idea era muy tentadora, no era completamente suya. La vieja edificación no estaba a su nombre y si tomaba tal atrevimiento, su padre olvidaría por completo la condición que le impuso e iría a buscarla en el más recóndito lugar cínicamente queriendo saber por qué, en un abrir y cerrar de ojos se había convertido, además de un hombre sin esposa y sin hija, uno sin hogar.

Un título que lo precedia y del cuál era merecedor.

Pero ese corto plan le había costado un año, esas tres palabras se habían retrasado porque a pesar de que pensó cuidadosamente en cada contra, pasó por alto cada pro y es que las posibilidades de que le sucediera algo bueno, eran nulas. Yoongi fue ese gran pro del cual no estuvo apercibida, esa esperanza que era una en un millón.

Y después de él, después de conocer su mundo se dio cuenta de que habitaban en el mismo, que no podía huir de aquello que pretendía no ver, y de que talar un árbol, no era lo mismo que arrancarlo de raíz

Ignorar el problema, no lo hacía desaparecer.

Sin embargo lo pensó bien gracias a Yoongi, aunque no le hubiese comentado cuál era la razón de su inesperada petición, este se encargó de persuadirla y advertirle.

Mingdo no era un personaje al que podías fácilmente acercarte, tampoco era lo suficientemente estúpido para dejarse engañar. Mingdo era el líder de una banda de consumidores, era el creador de un imperio edificado por el vicio y si lo perdía así, por el capricho de una niña en búsqueda de justicia, era arriesgar estúpidamente su pellejo. Por lo que decidió esperar, decidió pensar en un plan, y aunque quisiere hacerlo sola sin tener la necesidad de involucrarlo, sabía que la ayuda de Yoongi sería indispensable.

Así que debía decirle todo. Quién era Junha, quién era la Maestra Jo, y de paso quién realmente era Heeyoon.

Con esto su plan no cambiaba, sino que crecía.

Estudiar. Ahorrar. Desenmascarar. Irse.


Volvió a la escuela, después de un día encantador junto a Yoongi. Volvió en la bicicleta, porque aún la tenía mas no tenía la oportunidad—o el valor— para decirle. Se encontró con un nuevo aire, quizás la única porque para los demás la toxicidad seguía latente en cada paso. Entró a su aula e inmediatamente supo que algo había cambiado. El puesto vacío en su hilera, ya había sido ocupado por su dueña. Suji.

Sus redondos ojos cafés habían perdido el brillo y las ojeras debajo de sus ojos contaban una triste historia. Había perdido unos cuantos kilos y junto con ellos se fue la carismática muchacha que conoció. El maestro Gong se mantuvo atento a ella durante toda la jornada, su club lo hizo más cercano a los estudiantes y quizás, eso era lo que buscaba.

Cuándo la encontró sola, lo pensó mil veces antes de acercarse. No quería ser inoportuna, tampoco buscaba presionarla, tan solo quería conversar y saber que todavía quedaba un poco de aquella Lim Su Ji.

—Suji, ¿tienes un minuto?

La muchacha asintió sin desviar la vista de las ramas rebombeantes encima de su cabeza.

—¿Cómo...has estado?

Suji se limitó a responder. Sowoon tomó asiento a su lado.

—Yo... quiero disculparme por-

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora