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Formalmente al fin lo escuchó de él. Un nombre que temía ser pronunciado en voz alta porque generalmente no lo llamaban para algo bueno. Un nombre que llevaba la lamentable etiqueta de ser un marginado, porque tal vez no se alineaba a las ordenes, como ella, de un mocoso prepotente. 

Y por pura casualidad aquel extraño muchacho que lloraba desconsolado en el parque, era el mismo compañero estático que se sentaba a su lado sin decir una sola palabra. Desde el principio ese fue el gancho que llamó su atención, y cuando supo que estudiaría en su misma secundaria no dudo en acercarse. 

Si era curiosidad, compasión o un auténtico interés. Solo lo sabría si comenzaba por hablarle. 

Y si ella no encontraba una oportunidad— en la que no fuera juzgada por aproximarse solo un centímetro a su cuerpo— el destino le daría el chance por mera conveniencia.

No titubeo ni un segundo para bajarse del autobús y menos cuando vio que a quién llevaba observando ser perseguido, era Yoongi.  

Cuando sintió el cañón apuntarle estrictamente a su cabeza, fue muy tarde para preguntarse que demonios era lo que estaba haciendo.

Pero sirvió.

Su temerario acto alejo al indigente que tuvo que llegar a esos extremos solo por una bicicleta y unos cuantos billetes. Quizás era valiosa para Yoongi, pero estando muerto no podría recuperarla. Sin embargo trato de entenderlo sólo un poco, y quizá ella también hubiese esperado pacientemente que la bala atravesara su cráneo. 

Pero cuando decidió estirar su mano—en vez de reclamarle las gracias que no escuchó— y esta fue correspondida por el frágil y delicado apretón de Yoongi; supo que se abría un camino por donde entraría sigilosa. 

—Entonces ahora que no tienes bicicleta...—vacilo antes de seguir y le echó una ojeada. Yoongi estaba atento a sus palabras— ¿Tomarás el autobús?

—¿Autobús?

—Si. Creo que te sirve el mismo que tomo yo.

Yoongi lo pensó unos segundos. Había un autobús que cruzaba todos los días frente a su edificio.

—Oh. ¿Tomas ese?— Sowoon asintió.

—Puedes practicar conmigo mañana y ver si te agrada la idea. Si no... bueno, no creo que tengas más opción.

Yoongi dejó escapar una tímida sonrisa.

—Bien.

Aceptó sin más y retomó con su compañera el camino a casa, aunque más adelante tuvieron que separarse y seguir por su propia cuenta. No se percató, pero por segunda vez Sowoon se encontró velando por la seguridad de alguien. Estuvo de pie, en medio de la noche, esperando perder a Yoongi de vista.

Quizás quedó con la psicosis de que algo malo le sucedería, pero entre más lo pensó, más estaba segura de que la psicosis la vivía Yoongi día tras día.

El bullying era un sufrimiento eterno que dejaba secuelas en sus víctimas. Y lo sabía no precisamente porque hubiera sido una de ellas, sino porque había sido testigo directo de sus consecuencias.

Odiaba a todo tipo de maltratadores y el principal era su padre. No pensó encontrar uno en su nueva escuela, pero no podía darse el lujo de demostrar cuánto le odiaba.
Tenía que ser tolerante por su propio beneficio, sin embargo no sabía cuánto podría ser capaz de soportar.

Los golpes no eran directamente hacia su piel pero los podía sentir, sabía que dolían, sabía que afectaban, sabía que estando en una posición tan sumisa era cuando más se anhelaba que alguien tendiera una mano. Por esta razón fue que también decidió arreglar las cosas con Suji y disculparse cuando por su "culpa" casi que recibe dos puntos de sutura.

For 365. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora