Cada coincidencia es un mensaje, una pista sobre un aspecto particular de nuestras vidas que requiere atención. Y Leah... debió prestar más atención.
*Fueron amigos en su adolescencia pero el destino los separó, llevándolos por caminos distintos e i...
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Harry.
Quizá ese día ya tenía el leve presentimiento de que algo grande sucedería, pero simplemente lo ignoré. Y quizá hubiera sido mejor hacer caso a mi intuición antes de llegar a la casa de Leah.
Hace días atrás, la había llevado a mi hogar para conversar sobre su despedida de trabajo y lo que yo sentía estando con ella. Leah era una chica comprensiva y fuerte (algo que realmente me impresionaba). Admiraba cada rasgo de ella, de lo que era y de lo que se iba transformando.
Y a pesar de quedar sin trabajo, ella había decidido dejar de lado sus pensamientos amargos y buscar algo nuevo. Sin embargo, al parecer los problemas no acababan.
Arthur se había enterado de mi aventura con Alicia.
Su mirada daba miedo. Me sentía como un cachorro recién regañado por su amo (aunque sabía que era una comparación tonta).
Él mantenía ambos puños a sus costados mientras respiraba con fuerza, como si estuviera tratando de controlar las ganas de golpearme en ese instante. Traté de decir algo, pero Arthur me cayó de inmediato cuando alzó su mano para que no dijera nada.
—Te traté como si fueras un hermano... —soltó con un gruñido—. Te abrimos las puertas de esta casa.
Tragué saliva.
Busqué con la mirada a Leah, pero esta se mantenía expectante; atenta ante cualquier tipo de agresividad por parte de su hermano.
—Yo no sabía que era tu novia. Esto lo podemos solucionar hablando, conversando de una mejor manera.
Soltó una risa sin humor para pronto ignorarme.
—¿Tú lo sabías Leah? —interrogó hacia ella—. ¡¿Lo sabías?! —gritó al no ver una respuesta de su parte.
Tomó su cabeza entre sus manos y volvió a reír, como si le hubieran estado gastando una broma.
—¿Y aún sigues saliendo con él?
—No la metas en esto —interrumpí—. Leah queda fuera de esto. No es su asunto, ella no tenía idea.
Sonrió con amargura.
—Creí que eras un tipo más correcto, pero ya veo que no —me dijo—. Hermana —habló nuevamente hacia ella—. Él no es el correcto, romperá tu corazón.
—Deja de hablar estupideces Arthur.
—¿Qué no lo ves? —me apuntó con su ceño fruncido—. Es un tipo que solo juega con las mujeres. ¿Crees que de verdad se fijará en ti? —interrogó con molestia—. ¡Leah! Él ni siquiera te buscó antes. Solo lo hizo después de verte en el museo.
Apreté mi mandíbula al escuchar su vomito verbal.
Arthur no tenía razón en nada. Yo no jugaba con las mujeres y nunca podría hacerlo. Leah era lo mejor que me estaba pasando hasta ahora para que me la quitaran de esta manera.