Capítulo 4: Someday.

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Sábado

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Sábado. Nuevamente había llegado y con ello mi ansiedad de volver a verlo, pero esta vez era diferente. Harry y yo habíamos creado una amistad. Desde hace dos días, no podía dejar de recordar y reír como idiota cuando pensaba en lo que había pasado. Sus amigos habían sido los mejores, prácticamente estuvimos toda la tarde riéndonos y obviamente burlándose de lo que yo no escuchaba.

Creo que la buena dosis de música que me prometió Harry, se cumplió. Ya que luego de nuestra pelea de palomitas y almohadas, ellos habían puesto unos vinilos en un toca discos; algo que había hecho tener toda mi atención.

Sí, el rock era genial. Sobre todo si Harry lo escuchaba y cantaba.

—No creo que hoy sea necesario ir a comprar Leah —habló mamá sentándose en una de las sillas desocupadas de la cocina—. ayer fui por el en la tarde —explicó.

Esperen... ¿qué?

—Mamá... pero —miré buscando algo que faltara para el desayuno—. ¿y tus donas? —sonreí.

Ella agitó su mano, queriendo decir que no me preocupara por ello; mi sonrisa cayó automáticamente.

—¿Puedes llamar a tu hermano que baje a desayunar?

¿Debía resignarme de que hoy no lo vería?

Mamá me hizo una seña para apresurarme a llamarlo, así que sin más, salí de la cocina dirigiéndome hasta las escaleras que conducían al segundo piso. Al llegar a su cuarto, abrí la puerta y lo observé con su boca abierta, podía notar a la perfección como la saliva caía por un costado de su boca.

Caminé hasta un lado de su cama y acerqué mi mano hasta su nariz, haciendo que dejara de respirar por unos segundos para despertarlo por completo. Cuando logré mi objetivo, solté una carcajada y tan solo avisé que el desayuno estaba listo, dejándolo solo en su cuarto para que se vistiera.

Mi hermano Arthur era el menor, pero tan solo nos llevábamos por un año, así que eso me dejaba a mí como la mayor de los dos.

Al bajar nuevamente las escaleras, recordé de que no iría ese día a la panadería. ¿Ahora tendría que esperar otro sábado?

Bufé en voz baja.

Ni siquiera tenía su número, solo nos comunicábamos a través de la panadería.

Arthur en ese minuto bajó corriendo a la vez que pasaba por mi lado dándome un empujón con su hombro. Lo miré con molestia y acorté la distancia tirando de su oreja.

—¡Mamá! —chilló.

—Cállate Arthur —gruñí—. no seas quejica.

—Leah, ya vi lo que has hecho.

Mamá estaba de pie detrás de nosotros, con sus manos apoyadas en su cintura mientras nos observaba con su ceño fruncido.

Corran por sus vidas...

Over again [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora