Andrew
Había pasado una larga semana, los días pasaban y sentía que los estaba desperdiciando. No salía con amigos, no me divertía, todo el tiempo estaba con mi padre hablando sobre nuevos negocios e inversiones, y todo eso junto con la universidad no me dejaba tiempo para nada más. Sin embargo, aun con la cabeza metida en miles de asuntos, ahí, en una gran parte de mi mente, se encontraba Beckham.
Soñaba con ella seguido, daba vueltas en la cama de solo pensar en que no podía ni siquiera acercarme hacia ella. Alyssa se había empeñado en ignorarme en todo momento, no me miraba y ni siquiera me dirigía la palabra. Pero claramente no podía culparla, ella pensaba en que yo era un maltratador o tal vez un machista, lo que había hecho no tenía justificación y eso lo sabía perfectamente bien.,
Solo que ver aquella imagen me había vuelto completamente loco, no me quería imaginar que hubiese pasado si en lugar de Chloe hubiese sido un hombre. No me había fijado en el grado de fuerza que había utilizado con ella, y me sentía realmente arrepentido de lo sucedido. Claramente, no estaba conforme con su comportamiento, su sola indiferencia me hacía cabrear. Salí de mis pensamientos cuando observé mi reloj y me di cuenta de que había llegado más temprano de lo normal.
Entré a la oficina y puse mi maletín sobre mi escritorio, antes de sentarme, me percaté de un objeto en particular que había sobre el escritorio de Beckham.
Un grande ramo de rosas rojas se encontraba allí. Fruncí el ceño y observé hacia el pasillo para asegurarme de que nadie estuviese viniendo. Rápidamente caminé hasta el escritorio y tomé la pequeña tarjeta que se asomaba en las flores.
"Rojas, porque es tu color favorito"
— ¿Qué estás haciendo ahí? —Me sobresalté al escuchar la voz de Bethany. No respondí y volví hacia mi escritorio mientras guardaba la pequeña tarjeta en el bolsillo de mi traje. — Esto merece una celebración. —Volvió a hablar Bethany emocionada, —Alyssa te perdonará en seguida cuando vea lo hermosas que están esas rosas.
Sentí como me hervía la sangre del cabreo que estaba comenzando a sentir.
—No he sido yo quien se las ha dado. —Dije con molestia mientras volvía a tomar asiento en mi escritorio.
Bethany se quedó parada unos segundos sin entender absolutamente nada, eso hasta que una cabellera castaña entró a la oficina. Traía unos Vaqueros de color azul claro con tacones negros y un abrigo, me quedé observándole unos largos segundos, pues habían sido pocas las veces que la había logrado ver con algo que no fuera vestidos. Me dije a mi mismo que tenía que dejar la paranoia, concentrarme en mis deberes y, luego trataría de resolver aquel tema de las flores con Alyssa. Ni de coña iba a dejar que se las llevara sin siquiera darme una explicación de quien era el hijo de puta que le estaba regalando flores.
Aunque debía de tener claro que, extrañamente había estado el día bastante lluvioso y oscuro. Eran la clase de días que a mí me gustaban.
La tarde transcurrió de lo más normal, tuve que salir con mi padre a hacer unas cuantas diligencias y luego tuve que volver a la empresa por documentos que había dejado allí olvidados. Eran alrededor de las seis de la tarde, por lo cual ya la empresa se encontraba prácticamente sola. Caminé hasta la oficina y cuando entré noté que no me encontraba del todo solo.
Beckham se encontraba de espaldas mirando hacia el gran ventanal, por un momento se me pasó por la cabeza pensar en que tal vez era el momento de hablar con ella y aclarar aquel mal entendido, pero también me había dado cuenta de que ella había notado mi presencia y ni siquiera se había girado para observarme aunque sea solo un segundo. Así que, decidí dejar de insistirle y dejar para otro momento aquella charla, pues había tenido una pequeña discusión con mi padre en nuestra salida, además de eso tenía que llegar a casa para hacer los proyectos finales de la universidad y, lo que más me cabreaba de todo el puto día...Recordar las flores rojas sobre su escritorio.
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Del Egoísmo Al Amor I ©
Teen Fiction¿Era simple deseo carnal o aquello que sentía iba más allá de lo que yo podría llegar a imaginar? Mi identidad, mi respetuosa imagen y, sobre todo, mi elegancia me había caracterizado y me habían llevado por el camino más prestigioso del mundo de lo...