CAP VI

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La monotonía que habitaba en ese edificio, solo conseguía hacer que el tiempo pasase insoportablemente lentamente. No todo el mundo tenía el "privilegio" de tener un trabajo o algo de lo que sentirse productivo y ella, con la reputación que se estaba creando últimamente, estaba lejos de tener opción a uno. Tampoco es que quisiese ponerse a trabajar en cualquier mierda de trabajo que les ofrecían aquí dentro, simplemente quería que el tiempo corriese más rápido. Y observando las paredes estirada en su cama, no era algo que solía funcionar.

A penas dormía por las noches. Si en su casa, las pesadillas la encontraban, ahí dentro la acorralaban cada vez que sus párpados se cerraban. Cuando se mantenía despierta, permanecía en esa cárcel y al cerrar los ojos, volvía a ese laboratorio. Pasaba de una cárcel a otra.

Sentía que su vida se había malgastado con todas las malas decisiones que había tomado. Tenía un coeficiente intelectual cómo para poder dejar huella en ese mundo con algo grande y lo más grande que había conseguido, era ser una asesina profesional de un sindicato criminal.

Se acercó al comedor a pesar de no tener absolutamente nada de hambre. Las comidas eran obligatorias y no podía quedarse en la habitación y negarse a ir.

Ame estaba de permiso al haber cumplido la mitad de su condena y tener una conducta ejemplar. Había conseguido poder ir a la boda de su hermana, a la que tanto anhelaba ir. Solo tenía dieciséis horas libres, pero se hubiese vuelto loca si su compañera no se presentaba, no iba a soportar otra queja más de la morena.

Ame era una buena chica, su error fue enamorarse de alguien mayor, que solo la quiso por su habilidad en el mundo de la informática. Hasta que ella acabó entre rejas y él completamente libre.

Se sirvió la comida y le dio un bocado a la manzana, que era lo único que tenía intención de comerse, mientras se dirigía a una mesa en la que había dos compañeras que conocía.

"Miyano." Le llamó la atención Hisao mientras se paraba justo delante de ella. "¿A dónde crees que vas?"

"¿Es que no puedo sentarme para comer?" preguntó vacilante. No se llevaba bien con ese hombre. No apoyaba mucho la manera en que trataba y miraba a las presas. Se creía el rey de la prisión y sus caracteres chocaban constantemente. Ella no quería problemas con nadie y menos con un vigilante. Pero no podía callarse cuando escuchaba sus comentarios o clavaba su sucia mirada en ella. Era repugnante.

"Ahí no. No puedes sentarte con las otras presas." Le explicó sin apartarse del camino.

"¿Por qué?" Preguntó haciendo un paso adelante. Desafiándole con la mirada.

"Acabas de salir de aislamiento y aún estás en régimen de peligrosas. No puedes mantener contacto con ellas en las áreas generales, así que se una buena chica y no me hagas volver a meterte en ese agujero."

Shiho resopló mientras intentaba seguir calmada y estampó la bandeja delante de una mesa vacía, mordiéndose la lengua para no decirle lo que pensaba ella de su puto régimen.

"¿Ves? No era tan difícil, cariño." Dijo contento de su obediencia mientras reía burlonamente.

La pelirroja se comió la manzana y removió la otra comida de su plato para que pareciese que había comido. Se levantó tras acabar y se dirigió a los contadores para vaciar su bandeja.

"Así me gusta, que seas una perra obediente." Dijo riendo entre lo bajo. "Perdona quería decir presa."

Ella apretó los dedos del agarre de la bandeja, conteniendo las ganas de estampársela en la cara. Ya no sería la primera vez que lo hacía. Pero no decía mucho de ella si iba a las manos a cada contestación que recibía.

Vivir sin ver amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora