CAP XVIII

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Shiho abrió los ojos lentamente al notar una luz cegadora en sus ojos. Parpadeó varias veces mientras sus ojos se acostumbraban a la luz rosada que empezaba a entrar por la ventana. Apenas eran las siete menos cuarto de la mañana, pero estaba tan acostumbrada a escuchar aquella maldita sirena del recuento, que ese día también había sonado a través de sus oido aún encontrándose en un lugar completamente diferente.

Las paredes de color crudo reflejaban esos tonos pastel rosados que solo podemos apreciar con la luz del alba.

Abrazó la almohada y se quedó con la mirada fija a la ventana mientras los pájaros y gaviotas empezaban a piar fuera de ahí.

Escuchó una suave respiración en su lado y se volteó lentamente mientras recordaba como había acabado compartiendo esa cama con el rubio y se sonrojó fuertemente al bajar la mirada y notar que solo llevaba una camisa ancha que le había prestado él mismo la noche anterior y él, tenía el pecho desnudo bajo las sábanas.

Se acercó un poco a él y le apartó el flequillo revuelto de la frente con mucho cuidado. Su yo de apenas hacía unos años, nunca hubiese actuado de esa manera. Ella no era de las que se acostaban con cualquier chico y mucho menos decidía quedarse observándole mientras dormía en vez de salir corriendo de sus sábanas al abrir los ojos. Pero era tan relajante observarle dormir.

Era consciente que no estaba enamorada de él, de la misma manera que él no la amaba a ella. Pero la atracción que habían acumulado entre ellos había acabado explotando esa misma noche. Ambos sabían que no podían tener ningún tipo de relación en la situación que se encontraban, pero tampoco buscaban eso, solo se habían dejado llevar. No se iban a engañar el uno al otro con esas falsas etiquetas. Ya se lo había dicho Furuya la noche anterior, la vida trataba sobre dejar fluir y frenar lo que no.

Rei era un hombre prometedor y muy, muy atractivo. ¿Como iba a ser ella la excepción y no sentirse atraída por él? No estaba enamorada ni de lejos, pero le gustaba mucho como se sentía cuando hablaba o estaba cerca de él.

Había conseguido olvidarse del motivo por el que la habían liberado unas pocas horas atrás y le había logrado arrancar el dolor de sus entrañas besándola de esa manera. Era imposible no sonrojarse al recordarlo. Habían pasado años desde la última vez que había estado con un hombre y aunque lo último que esperaba era acabar entre los dedos del rubio, no se arrepentía de nada. Era la primera vez que se sentía adorada de esa manera.

Shiho se quedó mirando sus rubias pestañas. Eran largas y rizadas y su rostro estaba completamente relajado. Dejó caer su cabeza cerca de él y observó pasar los minutos mientras cerraba los ojos y escuchaba el ritmo de su respiración. Hacía mucho tiempo que no le inundaba tanta calma.

El rubio se movió unos minutos después aún medio dormido y sin ser consciente, la acercó a él sin esfuerzo alguno acercando una mano a su cintura. Ella se ruborizó al notar su pecho contra el suyo pero volvió a cerrar los ojos sin más.

El olor a café fue lo siguiente que la despertó minutos después. Se rascó los ojos después de darse cuenta que se había vuelto a dormir y su lado de la cama estaba vacío esta vez. Bostezó mientras miraba el despertador de la mesita, que apenas marcaba las siete y media de la mañana y se dirigió al baño para asearse y cambiarse.

Rei le había dejado un vestido negro encima de la cama al salir de la ducha. Era de mangas largas y hombros caídos, apretado de la cintura y suelto hasta por encima de las rodillas. No se veía tentador ni provocativo y a pesar de ser de un color que odiaba, era realmente bonito. No sabía si lo había comprado el mismo, que ha diferencia de ella se lo había dejado todo preparado para que no le faltase de nada. Ella ni siquiera se había preocupado en que ropa se pondría.

Vivir sin ver amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora