CAP XXXII

122 11 1
                                    

La celda que le correspondía, era demasiado apestosa, poco glamurosa y bastante reducida para lo que ella estaba acostumbrada y lo años que habían pasado, no le habían ayudado a adaptarse a eso. Ni quería hacerlo.

Cada día que pasaba, se preguntaba a si misma como una persona como ella, tan inteligente, letal e infalible, había acabado encerrada de esa manera. Apretó los puños al recordar el rostro de la pelirroja y se le clavaron las uñas en las palmas. Esa mujer lo había jodido todo en el momento en que lees traicionó y fue a parar a casa de ese profesor.

Ella ya la había calado muchos años atrás, cuando volvió a Japón y apenas era una niña recién graduada con un nombre en clave a una edad muy temprana, no le había gustado nunca. Su manera rebelde de actuar y su físico, le recordaba demasiado a su madre. Sabía demasiado bien que pese a ser una mujer insegura, poseía un poder descomunal con la mente que tenía. Pero ella no le envidiaba, nunca lo había hecho y nunca lo haría; Pero eso no quitaba como odiaba la manera en que Gin la había consentido todos esos años, las ganas de matarla y destruirla, solo crecían.

Un guardia abrió la celda y entró acompañado de otros dos, con ella, siempre utilizaban más seguridad de la que normalmente utilizaban con el resto de presas, ella era considerada una presa muy peligrosa y no iban a correr el riesgo de que se les escapase.

Eran idiotas, podía con ellos si se lo proponía, pero ya no tenia ningún plan que seguir. Todos le habían traicionado.

“Levántate Vermouth.” Le dijo el agente del centro, dando un paso hacia ella a la vez que sacaba las esposas de sus bolsillos.

Chris dudó en obedecer, pero sabía que sucedía si no hacía caso y no quería volver a probar el taser, así que resopló, bajó de la cama y se puso los zapatos mientras sus dos compañeras la miraban disimuladamente, suspirando al notar que, aunque fuese por un momento, la rubia e fuese de ahí.

Ella observó con una cara de confusión mientras el agente le esposaba sin tacto alguno y su compañero recogía las pocas pertenencias que ella tenía en esa habitación. “¿Qué coño hacéis?”

“Órdenes de arriba, te vamos a cambiar de celda. No preguntes más.” Le explicó mientras le agarraba del hombro y le indicaba que caminase.

La rubia frunció el ceño llena de confusión, pero unos segundos después cambió su confusión por una amplia sonrisa y los cables de su cabeza se unieron a la vez que un nombre aparecía en ella. “Vaya, parece que cierto detective ha decidido aceptar mi propuesta.”

“Yo solo sigo ordenes.” Comentó el agente sin entender de lo que hablaba, haciéndola entrar a una celda próxima del piso superior, pero el doble de grande de la que venía, más limpia y exclusivamente para ella.

Vermouth se quedo sola nada más se desesposada y cogió la caja de zapatos, en el que guardaba las pertenencias que podía utilizar ahí dentro para guardarlas en la pequeña mesa que ahora disponía al lado de la cama individual. Guardó su neceser, el uniforme de recambio y un par de objetos personales. Acarició la superficie de la mesa cuando acabó, como si sus dedos fuesen una persona andando lentamente sobre ella mientras estudiaba con la mirada cada rincón de la habitación en la que ahora había sido asignada. Tenía incluso baño, no podía quejarse.

Debía admitir que no pensaba que Shinichi cediese a su propuesta. La curiosidad parecía ser demasiado fuerte para el detective. Sonrió al pensar en ello, si podía ganar algo de su confianza algo mejor no todo estaba perdido para ella.

***

Rei preparó la mesa, junto después de acabar la cena y Shiho salió del baño echándose el pelo con una toalla.
“Huele muy bien.” Comentó ella mientras se acercaba al comedor.
Rei se apartó de la mesa y sonrió ante su comentario antes de acercarse y darle un corto beso. Ambos se sentaron y empezaron a comer justo después.

“¿Y esa foto?” Preguntó la pelirroja al ver la nueva fotografía enmarcada que ahora había sobre el armario del televisor.

El rubio se giró para observarla y sonrió al verla. “Me la dieron en la cena del otro día, es una foto grupal de hace diez años.” Le explicó acercando la mano para cogerla y observarla de más cerca. “Soy el único que queda de esta foto.”

Ella le miró con tristeza, sin poder evitar sentir culpabilidad. “¿Ayako era tu compañera?” Le preguntó con la cabeza baja, intentando crear otra visión de ella, distinta a la que recordaba.

Él asintió y acarició el cristal suavemente. “Sí…Bueno, teníamos mucha química. Creo que es la primera chica con la que tuve algo serio fuera del trabajo…pero se acabó antes de lo que hubiese querido o esperado.”

Shiho apretó los puños bajo la mesa. “Lo siento.” Dijo sin atreverse a mirarle.

“No tienes que disculparte, no fue tu culpa.” Le contestó con una sonrisa triste. “Y soy muy feliz contigo.”

Shiho esperaba sentirse mejor con esas palabras, pero no lo conseguía porque si que tenía parte de culpa, más de la que él se imaginaba…Sus palabras solo lograban hacerle sentir una persona más miserable y crearle un gran nudo en el estómago. Ella aparte de separar a Ran y Kudo, también le había robado al rubio su oportunidad de amar a esa mujer en el pasado. Se la había arrebatado por su propia seguridad o la de su hermana. ¿Cuántas persona había llegado a matar por mantener a su hermana a salvo? No lo sabía bien…pero eran demasiadas.

Y con esos actos, tampoco había conseguido ponerla nunca a salvo. Todas las muertes habían sido en vano.

La científica intentó no poner una cara muy delatora y siguió comiendo sin decir nada más, observando de reojo de vez en cuando la cara un poco triste de su pareja.

Al día siguiente, cuando ella abrió los ojos notó rápidamente el otro lado de la cama, vacío y frío. Se levantó después de comprobar la hora y se aseó antes de cambiarse y dirigirse a la cocina para prepararse un café.
La casa estaba vacía y completamente silenciosa, sin ni un solo rastro de Rei.

Haro se acercó a ella después de bostezar y estirar sus patitas y se sentó bajo sus pies mientras ella se terminaba su taza y empezaba a sentir sus sentidos más despiertos. Bajó la mano para acariciar a Haro y recogió sus cosas antes de salir hacia el trabajo.

Era raro que Rei se hubiese marchado tan temprano sin decirle nada, entendía que tuviese faena, pero podría haberle dejado una nota o algo. Llegó quince minutos más tarde a su laboratorio, después de no encontrar señales de Furuya en la planta superior y se puso la bata blanca antes de ponerse los guantes y comprobar los trabajos que había dejado parados el día anterior. Las horas empezaron a pasársele volando una vez de hundió en su trabajo.
Picaron a la puerta y ella suspiró al poder ver al rubio de nuevo, pero se sorprendió al encontrare a Kudo.

“Buenos días.” Le dijo con una sonrisa.

“Buenos días.” Contestó un poco extrañada.

“¿Esperabas a otra persona?” Le dijo Shinichi al ver su sorpresa.

“¿Qué haces aquí?” Preguntó ella sin contestarle.

“Solo venía de paso.” Dijo dejándole una taza de café a su lado.

Ella le miró de reojo sin acabar de creerle. “Bien, pues no molestes mucho.”

Él rio pero no se marchó. Le acompañó con su café mientras ocupaba una silla de su lado en silencio. Y poco después entró Rei, con la cara seria y los puños apretados.

“Shiho, tenemos que hablar.” Dijo sorprendiéndola por detrás ante de mirar al moreno que le acompañaba. “¿Nos puedes dejar a solas, Kudo?”

“Claro.” Contestó cogiendo su café para marcharse por donde había venido, no le gustaba la cara seria del rubio.

Shiho dejó su trabajo para atenderle y mandarle una sonrisa, que se apagó rápido al ver la seriedad de su rostro. “¿Qué pasa?” Le preguntó confusa a la vez que se acercaba para besarle, pero el se apartó levemente y ella retrocedió rápidamente. “¿Qué pasa?” Preguntó de nuevo, más seria.

“¿No tienes nada que contarme?”

Vivir sin ver amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora