CAP XXIX

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Hideki, su hijo, crecía a una velocidad atroz. Hacía un par de semanas que había empezado a dar sus primeros pasos y ahora, parecía que nada le podía frenar. Era tan nervioso y curioso como lo era él mismo con esa edad, incluso podría decir que su hijo lo era más.

Ran había quedado con Sonoko para ir a ver una película y tener un día de chicas. y Kudo, por otro lado, había aprovechado ese día libre para pasear y disfrutar de un rato  padre e hijo, ya que el trabajo, le robaba siempre más tiempo del que debería. Pero cada esfuerzo que hacía y logro que conseguía era por y gracias a él. Se había convertido en el motor de su vida, nunca se hubiese imaginado que sentiría esas emociones después de ser padre. Había sido como descubrir emociones que no había sentido nunca.

Decidió prepararle su desayuno en casa y salir a comer un helado para pasear por el parque, ya que esa mañana primaveral, les estaba ofreciendo un día soleado perfecto. Pararon en unos jardines enormes de una parte no tan céntrica de la ciudad y Hideki le agarró la mano de su padre para ponerse a andar por los alrededores del parque que había, con una sonrisa en la cara al ver la cantidad de cerezos que habían.

"Un poco más lento pequeño, nos estamos alejando del parque." Dijo Kudo intentando frenar la velocidad de su hijo a la vez que controlaba por donde le conducía.

No le extrañaba que su hijo quisiese rodear el parque, los cerezos florecidos eran estaban realmente espectaculares y la lluvia de pétalos que se contemplaba al caminar, era mágica. Sonrió fuertemente al ver lo alucinado que se veía su hijo. "¿Es bonito, verdad?" Le preguntó.

Su hijo rio mientras intentaba coger los pétalos con la mano librea y conducía a su padre por todo el paseo. Había bastante gente reunida disfrutando de los cerezos y paseando por la zona, pero esa zona no parecía estar tan abarrotada como el parque del que venían. Había alguna pareja de picnic en el césped y otros haciendo deporte, ya sea con perro o en bici. Pero lo que le hizo frenar el paso fue la ceremonia que parecía estarse celebrando debajo de decenas de cerezos, mucho más despejado de gente. Cogió a su hijo en brazos y se acercó poco a poco disimuladamente.

Era una ceremonia muy pequeña y no le costó mucho encontrar al novio y a la novia entre las personas que habían.

Ella estaba preciosa, realmente lo estaba. Lleva un vestido largo de color blanco crudo, ceñido hasta la cintura y suelto hasta los tobillos. Nada pomposo y decorado con un encaje sencillo. Su pelo rojizo, estaba envuelto en un semirecogido sencillo, con cuatro adornos en la parte trasera. No le era necesario lucir mucho para llegar a deslumbrar, el brillo ya lo llevaba ella misma.

Sus ojos no podían despegarse de ella. Había intentado olvidar su compromiso y todo lo que tenía que ver con ella, pero verla sonriendo de esa manera en el momento en el que se estaba apunto de convertir en la mujer de otro, le hacía sentir como si se desgarrara por dentro.

Sus votos se dijeron con mucha firmeza y amor, y el rubio chocó sus labios con los de ella para sellar esa unión finalmente.

Shiho sonrió en mitad del beso y cuando percibió que se iba a separar y romper ese beso, entrelazo sus manos en su cuello para mantenerlo junto a ella y poder hacer ese beso más largo y significativo. Cuando se separaron, Rei le limpió las lágrimas que habían caído por su rostro sin darse cuenta y se inclinó para besarle el camino que habían echo por sus mejillas.

Shinichi podía leer en sus labios los "Te quiero" que se decían mutuamente y no podía hacer más que apretar los puños. Su hijo y sus ganas de andar, empezaron a reclamar el suelo poco después y se vio obligado a dejar de contemplar la escena para seguir su paseo con Hideki. De todas maneras, no podía seguir mirando mucho tiempo sin empezar a martirizarse por dentro.

Vivir sin ver amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora