17. Celos.

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Mientras trato de escuchar lo que dice el director, me remuevo incómoda en mi asiento, ¿no pueden conversar en otro momento? Les doy una mirada seria, pero ninguno de los dos me mira. El director dice "el día lunes de la próxima semana comienzan las actividades de aniversario de la escuela. Apenas salgan de aquí estarán todas en el diario mural y sabrán que se realizará cada día". Todos aplauden y gritan eufóricos. Yo, ya harta de los cuchicheos entre Martha y Max, salgo del salón. Voy directo hacia los casilleros, busco mis cuadernos y me dirijo al baño. Cuando salgo y llego a la sala de clases, Bea ya está sentada, esperando al profesor.

—¡Hola! —me saluda.

—Hola amiga. ¿Viste las actividades que hay para la otra semana?

—Sí, tenemos deportes el día lunes, bailes y canto el martes, juegos el miércoles, películas y actuación el jueves y disfraces el viernes. Ahí anoté los horarios por si quieres saberlos —Bea me da todo el itinerario para la próxima semana.

—¡Qué divertido! ¿De qué nos vamos a disfrazar?

—No sé, tenemos que disfrazarnos en pareja —me dice Bea, emocionada.

—Me parece —miro a mi alrededor, y justo por la puerta aparece Martha, y detrás el profesor.

El profesor realiza su clase y ¡gracias a Dios! No nos deja tarea, ya que nos quiere dejar libres por las actividades de la otra semana. ¡Profesor, lo amo! Es el único que nos entiende. La clase termina y Martha se acerca a mí.

—Max me dice que lo esperes en el lugar secreto. Dijo que tú ibas a entender lo que quería decir... —y se va. ¿Estará enojada?

—¿Lugar secreto? ¿De qué me perdí Isabella Smith? —Bea me mira fijamente.

—Nada, no puedo decirte. Pero es un lugar que me mostró Max el otro día... sólo eso.

—¿Tienen su lugar secreto? ¡Aww! que tiernos.

—Ya, me voy. Quizás que me quiere decir...

—Que te vaya bien amiga enamorada.

Salgo de la sala de clases y me dirijo hacia el "escondite". Entro y ahí está Max.

—¡Viniste! —me dice.

—Sí. Aquí estoy ¿querías hablar conmigo?

—¿Estás enojada conmigo?

—No, ¿por qué me enojaría?

—No sé, te noto tensa. Desde que apareció Martha en el acto de la mañana...

—¿Qué me podría pasar? Está todo normal, ustedes son amigos y ¿en qué me voy a meter yo ahí?

—¿Cómo? ¿Estás celosa Isabella? —ríe travieso. Yo me coloco roja de la vergüenza.

—¿Yo? ¿Celosa? No. Nunca.

—Isa, Martha es sólo una amiga, nada más. Tú sabes que a mí me gustas tú. Sí, somos muy cercanos, pero es que es mi mejor amiga.

—Pero es que a veces me molesta que se meta en mis asuntos.

—¿Tus asuntos?

—Sí. Supo lo de mi hermana, te dio mi número de teléfono...

—Yo sólo le pedí que me ayudara a acercarme a ti. Más que nada porque son compañeras de curso, entonces se ven más seguido.

—Sí, lo sé. Pero no es necesario que ella esté metida en todo...

—No está metida en todo... sólo le he pedido ayuda en algunas cosas, y sólo somos amigos, en serio.

—Ok —le respondo. ¿Qué más le iba a decir? Srta. Martiche está en todas, pero por lo menos me saqué este enojo que tenía al contarle lo que me pasaba. No sé cómo se lo pude decir, eso quizás es porque cada vez me siento más en confianza con él.

—No te enojes, en serio. Tú sabes lo que siento por ti —se acerca a mí. Me toma las manos y entrelaza nuestros dedos. Yo bajo la cabeza— Mírame.

Hago lo que me dice. Nos quedamos mirando unos segundos, luego su mirada va a mis labios. Me suelta las manos y me alcanza el rostro. Me besa. Siento todas las mariposas que nunca había sentido en mis 17 años, pero me gusta, me gusta lo que está pasando y lo que estoy sintiendo. Ahora, ¿Cómo se da un beso? ¿Lo estaré haciendo bien? Es mi primer beso, así que sólo lo sigo a lo que hace él con nuestras bocas. Nos separamos y él me abraza.

—Te quiero, Isa.

Nos quedamos todo el tiempo que duraba el recreo conversando sobre nosotros, conociéndonos mucho más. Hablando sobre lo que nos gusta, sobre nuestras familias. Le conté mucho más a fondo sobre lo que le había ocurrido a mi hermana y mi relación con ella. Él me cuenta que tiene un hermano menor y que sólo vive con su madre.

Mientras conversamos sentimos que abren la puerta. Alcanzamos a escondernos entre todas esas torres de cajas almacenadas. Yo estaba muerta de miedo, si nos encuentran que estamos aquí nos castigarán y mi mamá y papá me regañarán. Veo entre las cajas que el profesor entra y busca algo entre un estante, lo encuentra y sale por la puerta. Yo suelto el aire, que sin darme cuenta había sostenido.

—¡Qué adrenalínico! —me dice Max, riendo.

—¿Te causa gracia? —me molesto. ¿Cómo puede reírse en una situación así? Nos podrían haber pillado.

—Es que fue divertido, ¿o no?

—No, no fue divertido. Nos podrían haber pillado y nos hubieran castigado por estar en este lugar. ¿No me habías dicho que nadie venía a este lugar?

—No. Te dije casi nadie. Hasta el momento que yo venía aquí no había venido ningún profesor.

—Ya, vámonos entonces. Puede venir alguien más... —camino hacia la puerta. Max toma mi brazo y me atrae hacia él.

—No, quédate otro rato conmigo... —hace puchero. ¡Ay, se ve tan lindo así! Siento que después de ese beso todo cambió entre nosotros, Max está más cariñoso. Yo sólo le sonrío.

—No podemos... si ahora nos pillan podemos ser castigados...

—Pero estaremos juntos. Castigados, pero juntos —ríe. Yo hago lo mismo.

—Sólo cinco minutos, después nos vamos... puede tocar el timbre en cualquier momento.

—Bueno, doña estudiosa.

Y así nos quedamos casi veinte minutos más. Abrazados y conversando. Siento que cuando estoy con él el tiempo pasa demasiado rápido. De un momento a otro tocan el timbre.

—Ya, ahora sí que tenemos que irnos —le digo, separándome de él.

—Está bien —responde resignado. 

Feelings For Him © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora