21. Te quiero.

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—Que bien. Tengo que irme —camino por su lado.

—Espera —me toma el brazo— Conversemos.

—¿De qué quieres conversar? —digo, tranquila.

—De lo que viste. Es todo un mal entendido.

—¿Y qué fue lo que vi?

—A Martha y a mí, abrazándonos.

—Ah, eso. Sí.

—Sólo somos amigos, tú lo sabes, te lo he dicho siempre.

—Eso no se veía como un abrazo de amigos.

—Isabella, tú eres la chica que me gusta, no Martha. ¿Puedes confiar en mí?

—Puedo, pero ahora no tengo ganas de hablar, en serio. Hablamos más tarde —y me voy de allí. Llego al patio y Bea me hace señas.

—¿Cómo está Max?

—Supongo que bien, no se veía adolorido.

—¿Cómo que supones?

—Eso, no le pregunté.

—¿Qué pasó, amiga?

—Nada. Prefiero no hablar de eso.

—Está bien.

Siguen las actividades deportivas, pero yo ya no estaba atenta a quienes estaban jugando, seguía pensando en lo que había pasado. ¿Por qué me pongo así? Quizás, sí, son amigos, pero estaban demasiado cariñosos.

El día termina y salgo con Bea de la escuela. Caminamos en silencio hacia nuestras casas.

—Amiga, si necesitas hablar, tú sabes que aquí estoy. Cualquier cosa me llamas.

—Gracias, nos vemos mañana —la abrazo.

Entro a mi casa, y me voy directamente a mi habitación. Me pongo ropa cómoda y me quedo encima de mi cama, acostada. Me pongo mis audífonos y escucho música romántica, de desamor y esas cosas. ¿Les pasa que cuando tienen pena o algún problema con algún chico, escuchan este tipo de música? Es como masoquista. Cierro los ojos y sigo pensando en todo durante varias horas. Alguien saca un audífono de mi oído.

—¿Qué pasa? —me levanto asustada. Es mi hermana.

—Mamá me dijo que bajaras, alguien vino a verte.

¿Qué? ¿Quién podría ser? Aparte no tengo ganas de ver a nadie. De mala gana bajo, y a que no adivinan quién está de lo más tranquilo conversando con mi mamá. Sí, Max.

—Ahí está. Mira quién vino a verte, hija —dice mi madre.

—No tengo ganas de ver a nadie, mamá —me doy la vuelta, con la intención de volver a mi habitación.

—No seas irrespetuosa Isabella —me dice ella.

—No se preocupe —dice Max a mi madre. Ahora se dirige a mí— Conversemos Isa. No me gusta estar así contigo.

—Espérala en el patio. Isa va de inmediato —dice mi madre a Max, y le muestra donde está el patio. Él asiente. Mi madre vuelve a mí.

—Hija, ¿Qué pasó? ¿Están enojados?

—No.

—Por favor. Por algo él vino hasta acá, porque te quiere. Si algo pasó entre ustedes, dale una oportunidad para conversar, sólo eso.

Sé que deberíamos conversar para aclarar todo, pero me da miedo, porque a pesar que soy tímida, aunque ahora mucho menos, cuando estoy enojada o dolida con alguien puedo llegar a ser hiriente con las cosas que digo, y no quiero ser así con él. Pero lo que pasó es algo que tenemos que conversar.

—Está bien —camino hacia el patio. Apenas aparezco por la puerta, Max se pone de pie y se acerca a mí.

—Déjame explicarte todo. No me gusta como estamos ahora.

—A mi menos. Habla.

—Todo es un malentendido. Martha me fue a ver por mi pie, y estábamos hablando sobre algo en lo que ella me está ayudando, pero nada más.

—¿Y en qué te está ayudando ella?

—No te puedo decir. Por ahora.

—Es que esas son cosas que no deberían haber entre nosotros. Secretos.

—Es que en serio que no te puedo contar ahora. Pronto lo sabrás, en serio. Te lo prometo.

—¿Son sólo amigos?

—Claro que sí. Es lo que siempre te he dicho. No hay nada más entre nosotros.

—Ya. Son amigos. Pero ¿por qué estaban tan cariñosos? Ese abrazo no era sólo de amigos.

—Ehm... ella es así. Tú la conoces, es tu compañera de curso —responde él nervioso.

—Sí, es mi compañera de curso, pero no mi amiga.

—Ya, pero no te enojes. Te prometo que somos solo amigos, la persona que me gusta eres tú —toma mi rostro con sus dos manos y me acerca a él. Nos quedamos mirando fijamente, luego el baja su mirada a mis labios. Cada vez se acerca más y los junta. Nos besamos. Eso hizo desaparecer todo enojo que sentía. Cuando estoy con Max, me siento segura, y no quiero que eso cambie. Nos separamos y nos abrazamos.

—Te quiero Isa.

—Yo también —las palabras salieron por sí solas. Cuando me di cuenta de lo que dije, no me arrepentí. Me di cuenta que lo quiero, y de verdad.

Caminamos juntos dentro de la casa, y veo a mi madre corriendo hacia nosotros, nerviosa. 

Feelings For Him © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora