34. Casi, otra vez.

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—Hablé con Martha —me dice él de repente. Yo me separo y lo miro a los ojos.

—¿Y qué pasó? ¿Todo bien? —le digo tranquila. Tampoco quiero invadirlo con preguntas, él acaba de sacar el tema.

—Sí. Me dijo que no quería interferir en nuestra relación, pero que le costaba estar cerca mío y ser sólo mi amiga —baja la cabeza— me dijo que necesitaba unos días alejarse de mí, para ver qué pasaba.

—¿Y tú cómo estás con eso? —le pregunto mientras acaricio su brazo y finalmente sus manos que él tiene descansadas encima de sus piernas.

—Bien, supongo —levanta sus hombros- Ella es mi mejor amiga, pero tampoco la quiero en el mismo sentido que ella a mí. Entonces, por ahora sólo aceptaré su decisión, no puedo hacer nada más —me sonríe un poco ¿triste?

Igual lo entiendo. Martha ha sido su amiga hace muchos años, y separarse de ella también debe ser difícil para él. Aunque de cierta manera me siento un poco culpable, porque si no fuera porque los escuché hablando, esto no hubiera pasado. Pero Isabella, de cierta manera él te eligió a ti, tienes que estar feliz. Debería estar feliz, pero no puedo estarlo si mi novio no lo está.

—Discúlpame —le digo, y bajo la cabeza.

—¿Disculparte? ¿Por qué? —dice mientras toma mi mentón y hace que lo mire a los ojos.

—En cierto modo es mi culpa que ustedes se hayan separado. Si yo no hubiera escuchado su conversación, ustedes seguirían siendo amigos —aparto la mirada.

—¡No! Isabella. Mírame —toma mi mentón nuevamente y me obliga a mirarlo. Yo lo hago —No pienses eso. No es tu culpa, tu no tienes nada que ver en esto. Hace días que con ella no era la misma amistad, desde que me confesó que le gustaba. Era todo mucho más incómodo. Quizás era algo que sí o sí tenía que pasar. No te sientas culpable —me abraza un largo rato. Luego nos separamos y nos quedamos mirando fijamente, él lleva su mirada a mis labios y yo a los suyos. Nos acercamos lentamente y nos besamos.

De un momento a otro el beso se vuelve más apasionado. Llevo mis manos a su cabello mientras juego con él. Él baja sus manos en mi cintura, acariciándola. Dentro de mí siento miles de mariposas revoloteando, ¿qué está pasando Isabella? me tardo unos segundos en darme cuenta de lo que estamos a punto de hacer, sin embargo lo estoy disfrutando y me dejo llevar por el momento.

Nuestras lenguas juegan mientras nos falta el aire, sin embargo eso no es impedimento para que nos sigamos besando. Max con mucho cuidado me apoya en el suelo y ahí se separa de mí unos segundos para tomar aire, luego nuestras bocas se vuelven a juntar. Mis manos de su cabello pasan a sus hombros ¡Qué músculos! nunca me había fijado en sus grandes hombros, se nota que hace ejercicio. Él lleva sus labios a mi cuello mientras sus manos van a mi estómago por debajo de la blusa. Yo me estremezco ante su caricia y cuando una de sus manos llega a uno de mis senos sin darme cuenta suelto un gemido. Max me mira unos segundos a los ojos y me sonríe, yo hago lo mismo. Él sigue su recorrido por mi cuerpo con sus manos, ahora lleva una de ellas a mis muslos y lo acaricia, subiendo y bajando. Por debajo de mi falda sube hacia mi trasero y aprieta una de mis nalgas. Yo muevo mi cabeza hacia atrás ante su acción. ¡Me encanta lo que está haciendo con sus manos! Nunca, ningún hombre me había tocado así. Isabella, controla las hormonas, mujer.

Yo sigo con mis manos tocando, subiendo y bajando desde su cabello a su espalda. Por un momento me pongo a pensar en lo que estamos haciendo, y en el lugar en que estamos. Yo quiero mucho a Max, y sí quiero dar el siguiente paso con él, pero no aquí, no en una sala de la escuela. Despacio me separo de él y me mira extrañado.

—¿Qué pasa? ¿No te gusta? —me pregunta.

—Sí, sí me gusta. Pero estamos en la escuela —me río despacio— No quiero que sea así —él me mira a los ojos y me sonríe.

—Está bien, te entiendo. Sólo me dejé llevar por el momento y no me acordaba que estábamos aquí.

—Deberíamos salir, el timbre debe estar por sonar —le digo mientras me acomodo mi ropa y me pongo de pie.

—De acuerdo. ¿Te molestaste?

—No, tranquilo. Sólo que lo que hagamos no sea aquí... puede entrar un profesor o cualquier persona —le sonrío para tranquilizarlo. Creo que la escuela no es un lugar para tener relaciones con tu novio, pero no puedo mentir con que sí me gustó lo que estaba pasando hace unos minutos. ¿Quién eres tú y qué hiciste con la Isabella tímida que conocíamos? Río para mis adentros.

Salimos del lugar y justo suena el timbre para ir a clases. Caminamos juntos y cada uno va hacia su sala de clases. ¡Qué nervios lo que estaba a punto de pasar! ¿Qué hubiera pasado si un profesor entra y nos ve en esa situación? Castigada por el año completo, Isabella Mitchell, ya me imagino a mi mamá diciéndome eso. Entro a la sala de clases y veo a Bea ya sentada en su lugar. Me siento al lado de ella.

—Estás roja, Isa. ¿Pasó algo? —me pregunta divertida. No me había dado cuenta de como estaba me veía después de lo que pasó con Max. Quizás de los nervios, la sangre se me subió al rostro.

—¿Algo como qué? —me hago la desentendida.

—Algo con Max, por ejemplo... —no digo nada. Eso da paso a que Bea abra su boca sorprendida— Yo lo sabía, ¿ya dieron el siguiente paso?

—¡No! Ni lo digas, casi pasa... y aquí, en el colegio —llevo mis dos manos al rostro, con vergüenza.

—Isabella Mitchell, ¿qué pasó con mi amiga tímida? —se ríe— Me la cambiaron, ¿dónde la escondiste? —dice mirando a su alrededor. Yo me río.

—Tu amiga ya no es la misma, sin embargo no pasó nada, menos mal.

—¿Por qué? ¿Alguien los vio?

—¡No, menos mal! Sólo que no quiero que mi primera vez sea en la escuela.

—Claro que no. Tiene que ser especial —me mira a los ojos— y cuando tú quieras, no te apures, amiga.

—Si lo sé. Nadie me apura, sin embargo siento que ya estoy preparada. Con Max ya llevamos casi tres meses juntos y nos conocemos hace ya más tiempo, entonces igual yo lo quiero y quiero estar con él —digo hablando bajo, para que nadie más escuche.

—Me parece, sólo que cuando pase me tienes que contar todo. Y cuando digo todo es tooodo —dice alargando las letras y moviendo sus manos.

—Lo pensaré. Que vergüenza contar tooodo —digo haciendo lo mismo que ella.

—Soy tu mejor amiga, no tienes que tener vergüenza. Yo también te contaré tooodo cuando esté con Chris.

—¿¡Qué!? ¿Ya están juntos? —la miro sorprendida.

—No, pero me dijo que le gusto desde que llegó al colegio —me dice sonriendo.

—¡Me alegro por ti, amiga! Espero que todo salga bien.

En eso llega la profesora y da su clase. El día se pasa rápido entre últimos trabajos e informaciones acerca del final de año.

Feelings For Him © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora