20. Decepción.

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(******)

Hoy ha empezado la semana de aniversario de la escuela, y hoy tocaba día de deportes. Yo odio los deportes, por lo que me restaré de esas actividades, iré más que nada a apoyar a mis compañeros y, claramente, para ver a Max.

—¡Hola Isa! —me saluda Max, y me da un beso corto en los labios.

—Hola —le digo, tímida. Aún no me acostumbro a las muestras de afecto en público.

—¿Jugarás algún deporte hoy?

—No. Los odio —él ríe— ¿Y tú?

—¿En serio? ¿No te gusta ninguno? Yo jugaré fútbol, espero que me alientes, eh —yo le sonrío.

—Claro que sí. Ahí estaré alentándote, junto a Bea.

—Te veo allí entonces, tengo que ir a practicar. Nos vemos.

—De acuerdo. Que te vaya bien.

Como es la semana de aniversario, sólo tenemos la primera hora de clases, luego son todas las actividades programadas.

—¡Amiga! —me abraza Bea.

—Hola, ¿Cómo estás?

—Yo bien, ¿Y tú? Veo que excelente.

—La verdad es que estoy muy bien, las cosas con Max están de lo mejor.

—Me alegro por ti. ¿Hoy sólo alentaremos, cierto?

—Claro que sí. Somos las chicas alentadoras, cómo no jugamos ningún deporte... —reímos.

—De eso nos encargaremos nosotras, ¿y a quién alentamos?

—A Max, claro.

—¡Uyyy! Mi amiga se enamoró.

—Nah, yo no me enamoro —nos largamos a reír, otra vez.

—¿Y a nuestro curso? También hay que alentarlos a ellos, creo que en el equipo de fútbol femenino va a jugar Martha.

—La Srta. Martiche querrás decir... —Bea ríe ante mi comentario.

—Sí, ella. ¿Últimamente no te ha hablado sobre Max? Cómo ella es la primera en saber todo...

—No, no me ha dicho nada, y espero que siga siendo así.

Termina nuestra clase y ahora a alentar a nuestros compañeros se ha dicho. Vamos hacia los casilleros, guardamos nuestras cosas y nos dirigimos al patio de la escuela, en donde se realizarán todos los deportes, como fútbol, básquetbol, voleybol, y todos esos que yo no practico. Nos sentamos en las bancas que adaptaron para los estudiantes que sólo observarán y en primer lugar habla el director, dando inicio a la semana de aniversario.

Luego comienzan a jugar los cursos más pequeños, hasta que es el turno de nuestro curso, los alentamos con mucho entusiasmo, pero quedamos en segundo lugar.

Ahora sí, es el turno del curso de Max. Él mira hacia mi dirección, yo le sonrío y le hago señas, dándole ánimos. Comienza el juego y yo grito lo más que puedo. Sí, la gente me mira raro, ¿será porque estoy alentando a un curso que no es el mío? ¿Qué les importa a ellos?

—Isa, todos te miran.

—No me importa.

—¡Wow! Amiga, que actitud. Me encanta. Se nota que Max te está haciendo bien, ya no eres tímida, eh.

—Eso parece —río ante su comentario.

Sigue el juego, y de un momento a otro veo a Max en el suelo, adolorido, tomando su pie con sus dos manos. Trato de correr hacia él, veo que lo levantan y lo llevan de allí, supongo que a enfermería.

—Voy a verlo —le digo a Bea.

—Está bien. Yo te espero aquí. Ojalá no sea nada grave.

—Eso espero.

Camino hacia enfermería, y sí, efectivamente estaba allí. La puerta está entreabierta y veo que hay una mujer con Max, y sí, adivinen quién es, Srta. Martiche, y veo que están muy cerca, demasiado cerca para mi gusto, se miran, y luego bajan la vista a algo, no sé qué es porque no alcanzo a mirar. Luego se abrazan, pero muy cariñosos, y se quedan mirando fijamente. Estoy tan concentrada mirando que no me doy cuenta y empujo la puerta sin querer, esta suena y siento dos miradas sobre mí.

—Creo que estoy molestando —es lo único que sale de mi boca, y camino rápido, saliendo de allí. Sin darme cuenta estoy afuera del "escondite", el lugar que me mostró Max, y como ahora quiero estar sola es el lugar ideal. Entro y como todos están en el patio del colegio, no hay nadie. Cierro la puerta y me siento en el suelo, abrazando mis piernas, y dejo caer mi cabeza sobre ellas.

Sé que quizás no estaban haciendo nada sospechoso, pero esa cercanía que tienen a veces me molesta. Sin darme cuenta, unas lágrimas corren por mis mejillas. No sé si es de pena o rabia y puede ser que no estaban haciendo nada malo pero es la primera persona que me gusta en serio, y no sé cómo enfrentar estas cosas. Paso una mano por mis mejillas, secando las lágrimas. Me quedo en este lugar pensando un rato más, y recuerdo que Bea debe estar preocupada porque no volví, así que me dispongo a salir de este lugar. Cuando abro la puerta, veo a Max con la mano en la manilla.

—Sabía que ibas a estar aquí. 

Feelings For Him © ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora