XXXVIII

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El estómago lo tenía revuelto. Caminaba con el miedo de que en cualquier momento el desayuno de esta mañana pudiera hacer su aparición por mi garganta. Tragaba duro, incluso en seco para tratar de que cualquier sentimiento de nerviosismo dijera presente.

«¿Nervios o miedo?»

Una semana había pasado, una semana lo suficientemente traumática donde el sueño no llegaba, dónde la ausencia del hambre era la única presente. Mamá estuvo a punto de llevarme a ver a algún médico sino comía así sea un bocado, creía que la solución del momento era que me inyectaran suero.

Estaba loca, intente justificarla diciendo que la verdadera razón por la que actuaba así era porque estaba preocupada porque su única hija no comía. Para evitarle una crisis nerviosa esa tarde, baje a prepararme unas tostadas. Seguía sin ánimos, pero al apenas probar un bocado de aquel pan mi estómago hizo festejo, tanto así que termine casi por comerme la bolsa entera.

Mamá no dijo nada malo, incluso me preguntó que si quería otra cosa. Así pasaron los siguientes dos días hasta que le dije que era tiempo que volver a asistir, podía perder el año por inasistencias en todas las materias. No me podía dar ese lujo, no después de todo el sacrificio que mi madre sola, y sin nadie ha hecho por mi.

Al principio se negó, dijo que podría bajarse a hablar con el director, me negué rotundamente, sabía que eso empeoraría las cosas de una u otra forma y, de paso le recordé que ya no tenía 10 años para que ella se bajara a hablar con mis maestros por mi.

Después de una larga discusión al respecto me lo permitió si y solo si la llamaba al terminar las clases avisándole que ya iba a casa.

Y aquí me encuentro, caminando hacia mi clase del día. Tenía mucha tarea que recuperar, hablar con los profesores de verdad que me parecía ridículo porque me van a pedir un justificante de la razón de mi ausencia, ¿Qué les diría? ¿Qué pasé por un episodio traumático debido a una de sus muy miserables estudiantes? La idea era tentadora, pero no.

Al cruzar la puerta mi vista cayó en la chica que se había acercado a mi aquella vez. El bombillo en mi mente se prendió, tenía dudas sobre su nombre todavía, sin embargo en algunos segundos lo sabré.

—Hola...—Murmuré cuando ya estuve frente a ella.

Estaba sentada en la mesa concentrada escribiendo, levantó la vista para verme y sus ojos se salieron de órbita.

—¡Por Dios santo Lina!—Se levantó a paso apresurado y me abrazó. Mi estado abarcaba toda la definición de la palabra confundida—: Dios, ¿Cómo estás? ¿Estás bien?

«¿Ella sabe?, ¿Cómo?»

—Escuché lo que pasó...

Ya entendí

—No sabes cómo me puse cuando me enteré, de verdad—Se separa de mi y me mira de pies a cabeza buscando algo mal en mi—: Se te ve bien para haber pasado algo así, Dios yo no hubiera salido de casa.

¿Bien? Estaba del asco. Apenas y encontré los lentes de contacto esta mañana, no tenía ánimos de vestirme y opté por ponerme cualquier par de mis jeans gastados y una playera que tenía la imagen de Mickey Mouse en ella. Mi cabello iba recogido en una coleta bastante descuidada, el viento no ayudó está mañana. Pero sinceramente, no me importaba.

—Bueno,—Divagué—: Yo tampoco lo hice, hasta ahorita.

—Eres valiente.

—¿Qué?

«¿Está loca?»

—Si, la muy miserable se encargó de regar un chisme al comienzo de la semana pasada,—Toma asiento de nuevo en su silla invitando me a sentarme a su lado, lo hice—: Diciendo que ella te había amarrado y golpeado con los balones, —Hace una mueca de susto mientras me mira—: Sin embargo, salió uno nuevo esa misma tarde, que según algunos de los que estuvieron ahí es verdad,—Muerdo mi labio debido al suspenso que está dando—: Que Hero apareció en ese momento para defenderte.

Me sonrojo.

—No se cual es verdad y cuál es mentira.

—La segunda.

Mi voz salió tan ahogada que creí que tenía que volver a repetir lo que dije, no obstante no hizo falta. Me escuchó y me escuchó perfectamente.

—¡¿Qué?!—Sus ojos nuevamente estaban más grandes de los que eran. Ella se percató de eso, lo intentó remediar inhalando y exhalando. Sonreí—: Lina, ¿Es mucho pedir que me cuentes qué pasó?

Negué con una media sonrisa y la miré, aclaré mi garganta dispuesta a comenzar mi relato. Sabía que sólo se lo contaría a ella, no es que tuviera alguna otra persona a la cual llamar amiga. Sin embargo, ya medio establecimiento y sino es que medio estado sabía lo que había pasado. Suponía que cada quien tenía sus versiones, y la verdad no me iba a tomar el tiempo ni el estrés de tratar de cambiar la opinión de la gente.

Yo sabía que había pasado, y solo yo sé que tanto me dolió.

Y quién me ayudó.

Comencé contándole de la pelirroja que se había acercado a mi a la salida, me regaño entre medio de ese cuento por no saber reconocerla. Le conté sobre mis nervios a la entrada del patio por la supuesta citación de Hero, me pellizco levemente las mejillas al notar el breve sonrojo que se me formaba en esa zona; insinuó que me gustaba el ojiverde. No lo negué, pero tampoco lo admití. Terminé contándole mi versión de lo sucedido desde que empecé a forcejear, hasta que Hero apareció, para este momento ella estaba sorprendida.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo?—Me pregunto atónita, yo también lo estoy.

No le veía el porque de muchas cosas, pero así era y así fué. Y eso jamás se me iba a olvidar.

—Si, —Dije procesando nuevamente los hechos— Él me salvó.

He is my hero || Hero Fiennes Tiffin #1✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora