I

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Paulina Beauregard

Los latidos de mi corazón los sentía en mis oídos con una frecuencia tan alta, que por un momento me cuestioné si en verdad el corazón se ubicaba en el pecho.

No sentía tanto nerviosismo con frecuencia, y esa es una de las razones por las cuales nunca estaba lista para situaciones como está.

Saber que tienes todas las miradas del aula esperando impacientemente una respuesta de tu parte, lo peor.

El profesor me miraba con una ceja alzada con una expresión interrogante. Pero justo ahora mi cerebro no tenía una conexión segura con mi lengua.

—¿Y bien?—

Dijo el profesor cruzándose de brazos frente a mí, con gran parte del alumnado viendo la escena.

Veía el pizarrón en busca de respuestas o, mejor dicho; que la respuesta hubiera aparecido como el milagro de Jesucristo.

«Maldita sea..»

—No lo sé. — Fué lo único que salió de mi boca, y ya con eso supe que tendría un negativo junto a mi nombre.

Sonó el timbre, todos iban saliendo y yo seguía en mi puesto.

—Nos vemos la siguiente clase, recuerden repasar las páginas vistas.

Tomé mis cosas, y me dirigí al siguiente salón. Cada timbre convertía los pasillos en el mercado de los dementes. Había de todo tipo de sucesos en este pequeño espacio.

Los preocupados, casi siempre son aquellos que no tienen tiempo en su dia. Los deportistas, que iban todos juntos o por lo menos gran parte, como una manada dispuestos a pasar por encima de cualquiera que se pusiera en medio.

Los nuevos, estos por lo menos por dos semanas iban con un guía mayor para que, los ayudarán en busca de su siguente clase. Lo sé porque me tocó ser un guía el año pasado.

Luego estoy yo, en los que sólo están ahí porque quieren aprender para ser alguien en la vida. Y, por supuesto; ir a una buena universidad.

—¡Quítate imbécil! — Oí a lo lejos, detrás de mí.

Me volteo dispuesta a mandar a la mierda a cualquiera que me haya dicho eso, pero para mi sorpresa no fue a mí. Fue a una de los nuevos ingresos.

El segundo timbre de advertencia, me hizo volver a retomar mis pasos en busca de mi salón.

Subí las escaleras, evitando chocar con la gente y camine a paso apresurado. Se me iba a hacer tarde.

El alivio inundó mi sistema cuando ví la puerta del salón todavía abierta, entre y busque con la mirada mi escritorio compartido.

Hero no había llegado.

Algunos de los salones de aquí no alcanzan para colocar los 30 pequeños escritorios individuales; ya que son un tanto porqueños; por lo tanto a todos nos tocó acostumbrarnos a compartir todo, menos los exámenes por supuesto.

Quedaban menos 5 minutos antes de que el último timbre sonara, y Hero está brillando por su ausencia.

Me tocará hacer todo sola; tampoco es que él hiciera gran cosa. Es más, apenas y nos hablamos, situación de extrañar ya que nos vemos al menos 6 veces por semana.

Fue decisión personal de él, no mía.

Tercer timbre, tras de este aparece el profesor cerrando la puerta.

Tras la puerta ser cerrada, segundos después es abierta por Hero.

— Tarde. — Dice el Señor Peter.

— No volverá a ocurrir. —Dijo el retardado tomando asiento a mi lado.

«Mentiroso»

He is my hero || Hero Fiennes Tiffin #1✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora