XXXXI

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El dolor en mi pecho junto con el estómago pesado me hacía sentir que algo estaba mal. Sabía que era, sabía que era tristeza.

Jugaba con mis propios dedos en busca de alguna distracción cómo constantemente hago, pero me era imposible ignorar el vacío que había dentro de mi, y eso que no había pasado nada. No ha ocurrido algún hecho que me haga sentirme así, pero no es el ahorita sino el después que hace que mis emociones salgan a flote.

Podía perder, y sabía que iba a perder toda la estabilidad emocional que había costado construir, de nuevo. Perder el único pilar que me mantenía en una constante distracción positiva iba a provocar que me desmoronara. Podría ser ahora, podría ser después.

No emitir alguna palabra al respecto sólo había ocasionado que el nudo en mi garganta creciera, que hiciera que mis ojos se cristalizaran más de lo que ya podían estar.

Mi pecho sin embargo, lo sentía vacío pero al colocar la mano en el latía con más fuerza de la necesaria. Es horrible sentir ansiedad, y más si es una que no puedo controlar.

Daría lo que fuera para dejarme de sentir como me siento, omitir cada uno de los pensamientos negativos por lo que puede o no pasar. Al fin y al cabo lo que es, es lo que hay. ¿Que hay? Una persona que en exterior intenta ser valiente, que intenta afrontar cada una de las situaciones por las que se le cruzan, pero en el interior es más frágil que un cristal, alguien que se quiebra apenas siente que las cosas van de mal en peor.

Esa persona que no quiere abrir los ojos cuando debe, y los hace cuando ya es tarde. Esa persona soy yo. Yo estoy perdiendo, a mí me están quitando mi pilar, puedo estar a días de perder a la única persona que me ha devuelto un poco de autoestima. Un poco de esa sensación tan bonita de ser amada. Una parte de lo que es sentir esas mariposas en el estómago con solo tener esa persona de frente.

Iba a perder a Hero.

No suelo ser impulsiva, seguir mis impulsos nunca traen nada nuevo, o bueno. Mis piernas dolían por la fuerza que estaba ejerciendo en ellas, corría y corría sin importar que vecino me pudiera mirar de forma extraña por mi repentina acción.

Salí de mi casa caminando de manera normal, como la rutina de siempre. Pero en segundos pasé de un paso por segundo a trescientos por minuto.

A pesar de tener lágrimas acumuladas en los ojos pude visualizar la entrada de mi destino, no era a dónde quería ir realmente pero sabía que ahí podía estar. No creía que entrara a clases, ahorita no era mi prioridad.

Entré con prisas, mirando hacia todos lados, no estaba aquí. Proseguí con más calma, mi respiración se intentaba normalizar a medida que mis pies deambulaban por los pasillos ocupados por una escasa cantidad de gente.

Mi boca estaba seca, mis oídos pitaban y mis pies dolían pero no me importaba. Rogaba a todos los dioses porque se haya dignado a levantarse de la cama hoy, que haya venido y que esté por algún lugar.

Mis ojos se inundaban más de agua salada al pensar que no está aquí, que corrí en vano. Que el valor que había agarrado se había esfumado en cuestión de minutos. ¿Lo valió? Al parecer no.

Maldiciendo una y otra vez en murmullos, regresé mis pasos hacia mi aula correspondiente. Seque mis ojos con mis muñecas, tragaba con fuerza para ver si desaparecía aquel nudo que se alojaba en mi garganta.

Cuando estaba dispuesta a azotar de un golpe la puerta de la clase de hoy, lo ví.

Estaba sentado en la misma mesa de siempre, en su mismo puesto de siempre. Su cabeza reposaba entre sus brazos cruzados, su cabello castaño parecía despeinado como si hubiera pasado sus manos por el una y otra vez.

Mis ojos lagrimearon de forma involuntaria, él no me veía, parecía triste incluso. Sus hombros estaban tensos, y no aparentaba tener humor alguno.

Mi corazón dió unos vuelcos mientras mis pasos avanzaban hacia él de forma silenciosa. Me detuve cuando lo tenía enfrente, dejé caer mi mochila hacía el suelo y con un dedo le toque el brazo.

—Hero...

Al levantar su cabeza de forma inmediata al oír mi voz, mi corazón se hundió. A sus preciosos ojos lo acompañaban unas ojeras bastante grandes, el color verdoso ya no tenía brillo. Lucía cansado, triste y no dejaba de pensar desde que entré que era por mi culpa.

Abrió su boca ligeramente sin saber que decir, o si se sorprendía por tenerme enfrente.

—Hero, abrázame por favor—Se escuchaba como ruego, pero no me importaba porque eso era lo que más anhelaba ahora. A él.

Se levantó y pasándole por un lado a la mesa me abrazo. Lágrimas silenciosas bajaron por mis mejillas, sus brazos se acoplaron a mi cintura de tal manera que me ví obligada a ponerme en puntas.

Sabía que sentía paz con él porque en el momento en el que sus brazos me envolvieron me empezó a dar sueño. En mi mente desaparecieron todas aquellas inquietudes, la ansiedad y el estrés desaparecieron. Con él, empecé a sentir tranquilidad.

Podía sentir su corazón ir al ritmo del mío, su franela se encontraba mojada debido a mis lágrimas, no parecía molestarle o no se si lo notaba si quiera. Parecía tan sumido en sus propios pensamientos que sólo se concentraba en abrazarme con fuerza, ligeros suspiros de su parte los sentía en la coronilla.

No parecía querer soltarme y yo, mucho menos.

—Hero...

Hizo un sonido con su boca en señal que me estaba oyendo. Con toda la fuerza de voluntad que podía reunir solté mis brazos, y los dirigí hacia sus mejillas ahora sonrojadas. Sus ojos antes ausentes de brillo parecían querer leerme con sólo un recorrido, sabía que podía hacerlo. Era él y siempre fue él quien tenía ese don.

—Te amo.

Solté sin despegar su mirada de la mía, y cuando ví que su boca junto con sus ojos se abrieron a la par demostrando cuan sorprendido estaba gracias a mis impulsos, solo esperaba una cosa: no haberla cagado.

He is my hero || Hero Fiennes Tiffin #1✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora