2. "Un mounstro con corazón".

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Veo como el hielo se derrite dentro del vaso que alguna vez tuvo whisky en su interior, las manecillas del reloj se mueven más lento de lo normal y aquello solo hace que la tensión e incertidumbre se eleven en mi cuerpo

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Veo como el hielo se derrite dentro del vaso que alguna vez tuvo whisky en su interior, las manecillas del reloj se mueven más lento de lo normal y aquello solo hace que la tensión e incertidumbre se eleven en mi cuerpo.

Llegamos hace tres horas, en las cuales ordené que llamarán a una doctora, teniendo en cuenta el trauma que ahora debe estar teniendo la pobre chica con los hombres, así que decidí buscar a una mujer.

Pero la espera se ha hecho eterna, el tiempo no transcurre como debería y eso me está volviendo loco.

Recuerdo su rostro afligido, atemorizado. Su cuerpo magullado, la sangre cubriendo su piel morena, sus ojos marrones llenos de pánico. Mi corazón se acelera ante la imagen que llega a mi mente, esa sensación de querer proteger, de querer ayudar a otra persona.

El mounstro dentro de mí se despierta, gruñendo en protesta, atrayendo con su presencia los recuerdos malos de los momentos más difíciles que alguna vez tuve. Esos tiempos en dónde todo era sangre y odio para mí, en dónde las súplicas no eran más que palabras que se las llevaba el viento y dónde el odio, podía más que cualquier impulso de compasión.

¿Por qué debería ayudarla? Nadie me ayudó cuando lo necesité, nadie me tendió la mano. ¿Por qué debería ser compasivo? Nadie tuvo piedad de mi cuando suplicaba por mi vida. ¿Por qué debería protegerla? Nadie cuidó de mi cuando mi vida corrió peligro. ¿Por qué?

—Señor —una voz me llamó, dejé de mirar el vaso de cristal y enfoqué a Gabriel a una distancia considerable de mi—, Roger lo está buscando, la Dra. Mason quiere hablar con usted.

—Un segundo —el niño asintió y se dio la vuelta para dejarme solo una vez más.

Gabriel Basilli.

Italiano y huérfano.

Tenía diez años cuando lo encontré al borde la muerte en un basurero, su padre era un alcohólico y drogadicto hombre de apuestas, su vida consistía en beber, drogarse, follarse a cualquier mujer que se cruzara en su camino y apostar. Sin importarle nada más, solo su existencia, su familia se vio implicada en constantes amenazas por parte de los dueños de los casinos a lo que concurría. La muerte de su esposa fue la primera que se ejecutó, luego la paliza que se le fue dada a su hijo.

Sin embargo, Gabriel tuvo la suerte de que yo estuviera en el mismo bar que su padre aquella noche, salvándolo de su muerte y llevando a su padre a la suya.

Ayudé a Gabriel, ¿por qué no puedes ayudar a esa chica?

Alejo toda esa clase de pensamientos de mi cabeza, necesito tener la mente fría y abierta para saber que hacer con esta situación. Marcelino Müller es uno de los senadores más correctos de Alemania, pero como todo político, tiene sus negocios sucios. Uno de ellos, el lavado de dinero y el tráfico del mismo.

Yo, por mi parte, tengo mi propio lavado de dinero, una cabeza que depende de mis órdenes. Un hombre que, no puede siquiera pensar en defraudarme, de lo contrario, toda su franquicia ilícita, caerá ante la Interpol.

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora