4. "Lealtad inquebrantable".

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Me restregué la piel como si estuviera sucia, froté mis brazos hasta el cansancio, mis piernas ardieron cuando mis uñas se clavaron en las mismas

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Me restregué la piel como si estuviera sucia, froté mis brazos hasta el cansancio, mis piernas ardieron cuando mis uñas se clavaron en las mismas. Lloré, me desgarré la garganta en sollozos de dolor, en lamentos que salían de mi alma.

Dejé que el agua limpiara mi cuerpo, que purificara mi corazón y que bañara mi mente. Y que, de alguna manera, alejara todo lo malo que un ser sin escrúpulos hizo conmigo. Sin embargo, mi reflejo en el espejo me mostraba lo demacrada que me encontraba.

Mi labio inferior tenía una herida, mis pómulos tenían moretones y mi cuerpo... ¿Qué podía decir de mi cuerpo? Picazo podría verme y decir que era una obra de arte abstracto. Había un vestido rosa pastel sobre una silla en el baño, era corto y de mangas cortas. También vi unas zapatillas de piso blancas, pero no me las puse, descalza al menos, podía sostenerme en pie.

Cojeando, caminé hacia la cama nuevamente, sintiéndome extraña por estar en una casa desconocida y con personas peligrosas.

Miro la pared como si fuera lo más interesante del mundo, decidí absorberme del resto por un momento, aislarme en mi mente e imaginar que esto nunca pasó. Finjo que estoy en mi antigua habitación, en mi vieja casa, sentada en mi cama con un libro en la mano.

Pero cuando se finge, se tiene que volver a la realidad en algún momento. La ficticia imagen de mí, sin ningún daño se ve interrumpida cuando un toque en la puerta llama mi atención. La misma se ve abierta segundos después y un castaño entra por la misma, mi cuerpo que se encuentra en la orilla de la cama, se encoge un poco.

—No te asustes —dice, luego me regala una sonrisa—. Soy Roger —suspira compasivo al ver que no respondo—. Kyle me envió a ver cómo estabas, pero yo te veo mejor.

—Me siento... No sé cómo me siento —digo la verdad, observo la cicatriz que cubrí mi rodilla, trazándola con mis dedos.

—Te entiendo, a mí también me pasó lo mismo. Dormiste dos días —lo miré de inmediato al escucharlo decir eso, sus ojos eras verdes y amables, pero los mismos cayeron sobre el movimiento de mis dedos—. ¿Qué sucedió con tu pierna?

—Un accidente de hace años —murmuré, no queriendo volver a ese tortuoso recuerdo que marcó mi vida, mucho más que el suceso de ayer.

—Bueno, Kyle quiere verte —informa, asiento y sosteniéndome de la mesita de noche, me pongo de pie.

Mi pierna izquierda queda un poco flexionada, y cuando doy un paso en su dirección, mi cojeo se hace presente.

Él, al percatarse de ello, me ofrece su brazo como soporte. Yo, sin embargo, un poco reacia, lo acepto. Con su brazo como apoyo, soy capaz de sostenerme mejor y logramos salir de la habitación a un pasillo.

—Gracias —digo, él me regala una sonrisa comprensiva.

—No hay problema.

Caminamos a paso lento por el largo y angosto pasillo, mis ojos se pasean cautivados por todo el lugar, las luces incrustadas en las orillas del piso de madera marrón. Un enorme ventanal abarcando gran parte de la sala, dejando una preciosa vista desde donde me encuentro, las decoraciones en negro y plateado es todo lo que se aprecia en el lugar.

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora