30. "Jugaste con mi vida".

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—¿Todavía duelen? —pregunto mientras paso lentamente la toalla por su cabello húmedo

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—¿Todavía duelen? —pregunto mientras paso lentamente la toalla por su cabello húmedo.

—No, ya no —negó débilmente.

Me había encargado de limpiar las tres heridas que ahora adornaban su suave piel. Que no era profundas, pero si lo suficiente para hacerla sangrar y para que le dolieran constantemente. Su mirada estaba perdida, pero de vez en cuando notaba como sus ojos miraban sus manos como si acabara de descubrir un nuevo planeta.

El color violáceo que marcaba su mejilla estaba atormentándome, no me gustaba verla lastimada, mucho menos si era por mi culpa. Intentó protegerme. ¿Cómo puede ella tener ese corazón tan enorme y puro? ¿Por qué una criatura tan frágil quiere proteger a un mounstro como yo? Me pregunté eso una y otra vez, pero la respuesta era sencilla: Ella me ama.

Tanto o igual como yo la amo a ella.

—Brazos —murmuro, tomando la camisa blanca que estaba junto a ella. La pasé por sus hombros y luego puse los botones en su respectivo lugar—. Ya está.

—Gracias — susurra, aun jugando con sus dedos.

—¿Qué está mal, Mel? —digo sujetando su barbilla con suavidad, obligándola a mirarme, las lágrimas otra vez están picando en sus ojos—. ¿Qué es?

—¿Estás molesto conmigo? —dice en un hilo de voz que me destroza en alma.

Está así por mi rechazo hace unas horas y eso me está matando.

—No, princesa. No estoy molesto contigo —acaricio su mejilla—. Sé que actué como un imbécil y no tengo justificación por eso, pero estaba asustado. No sabía que iba a encontrar al otro lado de esa puerta, y el hecho de pensar en ti tan... lastimada, me aterra —borro la lágrima solitaria que se le escapa—. No estoy molesto contigo, cariño. Jamás lo estaría, ¿de acuerdo?

Asintió, me acerqué más a ella y capturé sus labios entre los míos en un beso lento. Sintiendo como su respiración se calma con el pasar de los segundos, su mano derecha va a mi mejilla y suspira contra mis labios, robándome una sonrisa.

—Necesito llamar a una doctora, tenemos que revisar esas heridas —informo, ella asiente levemente y frunce el entrecejo después—. ¿Qué?

—¿Doctora? —asiento—. ¿Mujer?

—No me siento cómodo con que alguien que no sea yo te toque —simplifico.

—Eso sonó muy posesivo —sonríe, una sonrisa y soy el hombre más feliz de la puta tierra—. Estaré bien. Ahora quiero dormir, estoy cansada.

—Tienes que comer algo —sacude la cabeza en negativa, estira sus manos para que la ayude a bajar del lavamanos y eso hago, cuando está sobre el suelo, se escabulle entre mis brazos y camina fuera del baño—. Mel...

—Quiero dormir —gruñe, quitando el cubrecama y metiéndose bajo el mismo—. Estoy cansada, no quiero comer...

—Melissa...

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora