33. "¿Para toda la vida?"

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Meses después

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Meses después.

Solté una risita cuando Audrey tiró de mi mano con algo más de fuerza, llevándome consigo dentro de la casa. Todo está oscuro, salvo por una tenue iluminación que no sé de dónde proviene. Nuestros pasos torpes resuenan por todo el lugar, pero logramos llegar ilesas a la sala.

—¡Oh, por Dios! —exclama Audrey cuando tropezamos con un mueble.

—Shhh —me pongo el dedo en los labios, intentando calmarme y callarla a ella, pero parece imposible—. ¡Basta! No te rías. No hagas ruido, vamos a despertar...

—Lo siento, lo siento —sigue riéndose, sacudiendo la cabeza como loca—. Esto estuvo de lujo. Deberíamos repetirlo. Bueno, cuando podamos escaparnos.

—Ni que lo digas —me rio otra vez—. Creo que debemos ir a dormir.

—¿Dormir? No, cariño, veré si mi hombre está despierto —sube las cejas con picardía y sonríe—. Necesito una ronda de sexo salvaje para poder dormir feliz.

—¡Audrey! —la regaño—. Eres de lo peor.

—Ya lo sé —me da un beso en la mejilla—. Hasta mañana.

—Hasta mañana.

Dando saltitos, sube las escaleras con esos enormes tacones que, de dar un paso en falso, iría directo al suelo y de cara. Se pierde en el piso superior y yo solo soy capaz de sonreír, porque ella es la única que puede ser así y tener el derecho de llamarse mi mejor amiga.

Inhalo hondo y voy a la cocina por un enorme vaso de agua. Tengo la garganta seca y las cinco cervezas que bebí, no ayudan mucho con eso. Siento el paladar en llamas cuando el agua pasa por mi garganta, agradezco el fresquito que me invade y dejando todo en su lugar, salgo de la cocina. Pero, cuando voy a subir las escaleras, el destello de una leve luz llama mi atención.

Camino hacia el estudio de Kyle, observando cómo la luz sale por la parte baja de la puerta. Me pregunto que hace aquí, a esta hora, si ya son casi las tres de la madrugada. Lo hacía dormido, bueno, no dormido, puesto que él siempre me espera, pero sí lo hacía en la habitación. O, en otro caso, pensé que estaría con Roger en alguno de sus clubs, o en los casinos.

Que extraño.

Abro la puerta despacio, encontrándome con un Kyle Black sentado en su silla, dándole vueltas al anillo de La Orden entre sus dedos, con los ojos fijos en el objeto. Cierro la puerta detrás de mí y me apoyo contra la misma, recibiendo su potente mirada segundos después.

—Hola —le sonrío.

—Hola —su voz es baja y su rostro no muestra ninguna expresión—. Llegas tarde.

—No sabíamos si ir a comer o si venir aquí directamente, al final, encontramos una pizzería abierta y nos quedamos ahí —murmuro, bajo su atenta mirada que me eriza y que me estremece—. Llegamos a ese lugar como a las dos, hablamos un rato y después vinimos.

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora