12. "Como si el mundo se acabara".

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¿Cuándo fue la última vez que me sentí pleno? ¿Cuándo fue la última vez que toqué el cielo con las manos? ¿Cuándo fue la última vez que me sentí en la gloria? El infierno se abrió sobre mi cabeza y siento que en cualquier momento voy a flotar.

Estoy aturdido, todo me da vueltas. El hecho de que su aroma este envolviéndome, me marea. Sus ojos son dos pozos sin fondo, y nunca en vida he deseado tanto descubrir el fin de algo. Pero ahora, quiero conocer su alma y ver su pureza.

Su cuerpo tiembla entre mis brazos, pero sus ojos no pierden el tiempo de mirarme. El corazón me palpita detrás de los oídos, una rara electricidad me recorre de pies a cabeza. Apoyo mi frente sobre la suya, cerrando los ojos en un intento de contenerme.

¿Cuándo perdí la capacidad de poder controlarme cerca de ella? ¿En qué momento derrumbó todos mis muros? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué no me di cuenta que ella llegó a mí para sacarme de mi infierno?

«Soy tuya desde que me salvaste la vida».

La muralla de concreto que construí a mi alrededor, la derrumbó ella con un simple suspiro.

¿Qué tiene ella que no me deja pensar con claridad? ¿Por qué me siento ligero cuando ella está cerca de mí?

Pero ese no es mi tormento ahora, mi dolor de cabeza es otro: ¿Estoy dispuesto a llevarla al infierno conmigo? ¿Ella lo merece?

—Te arrepientes —su susurro me deja confundido, cuando abro los ojos, los suyos están perdidos. Sus pequeñas manos se posan en mi pecho intentando poner distancia, su cuerpo se separa ligeramente del mío y su espalda choca contra la puerta—. No podemos hacer esto.

—¿Qué? —la confusión y la sorpresa tiñen mi voz, es entonces cuando se da la vuelta, pero se ve atrapada entre la puerta y mi cuerpo. Mi ceño se frunce cuando su mano va al pomo e intenta abrir, pero mi mano ya está sobre la suya y el pestillo está puesto en cuestión de segundos—. ¿No podemos hacer qué?

Esto —ondea su mano libre en el aire, aún de espaldas a mí—. No seré un juguete, no seré tu escape cuando tengas dolor de cabeza —jadea, confundiéndome aún más—. No puedo dejarte entrar y después hacer como si nada hubiese pasado cuando te aburras de mí.

Aburrirme de ella... Cómo si pudiera ser capaz de hacer eso. ¿Qué tan absurdo puede ser aquello? Si hago todo lo que está en mis manos cada día para no morir, venir a mi casa y así poder encontrar a esta chica sentada en el sofá leyendo un libro.

¿Esos son mis pensamientos? ¿Desde cuándo soy ese hombre? ¿Cuándo me convertí en un idiota? Sacudo la cabeza y me concentro en el subir y bajar de sus hombros por su respiración agitada.

—Mel, date la vuelta —susurro, su cabeza se sacude rápidamente en negativa—. Melissa...

—No.

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora