La chica de vestido rojo que me devolvía la mirada a través del espejo, no era yo. Definitivamente no lo era. De pronto sí lo era, pero aquella chica estuvo oculta en mi interior por mucho tiempo.
Me veía radiante, diferente, renovada, feliz. Y eso no se consigue fácilmente, porque a lo largo de mi vida me he sentido así, pero nunca antes reuní todas esas facetas y me las atribuí.
Pero ahora, era diferente. El brillo en mi mirada era diferente, mi postura erguida y segura, no era de la Melissa que lloraba por los rincones en la casa de su hermano. Ahora era la Melissa de hierro que atravesó el infierno y salió intacta. ¿Cómo podría llamarla? Era la Melissa de Kyle.
Le sonreí a la mujer en el espejo, y ahí estaba completa. Mi sonrisa era lo que faltaba, era la chispa que hacía a Melissa, ser Melissa. Sonreír, aunque todo estuviera en llamas, aunque la tormenta estuviera azotando mi vida, aunque no tuviera motivos para hacerlo.
Pero, hoy, sí que tenía motivos para sonreír.
Mi pie derecho chocaba contra el suelo generando un ruidito seco, tenía unos tacones cerrados rojos, no eran tan altos, pero lograban ponerme nerviosa. Ya es difícil de por sí caminar con zapatillas, ahora tengo que ir a una fiesta con tacones.
Sí, iría a una reunión de los rusos con Kyle. Sentía un nudo en el estómago, no sabía que podría encontrarme allí, por suerte, Audrey iría también y me haría compañía.
La pelirroja, sorprendentemente, se ha convertido en mi confidente. No sé qué haría en estos momentos sin ella, en realidad, no sé qué haría en general sin ella. Debo confesar que, al principio creí que era una arpía, pero ahora me doy cuenta que no. Solo es... escandalosa y chillona, pero, al fin y al cabo, es amigable.
Decido ponerme de pie sin apoyarme en nada, y para mi sorpresa, no me caigo. De hecho, los dichosos tacones resultan ser cómodos, Audrey tenía razón. Di dos pasos seguros, completamente recta hasta llegar al tocador, me miré al espejo y me contemplé unos segundos más.
Decidí colocarme el vestido rojo que Kyle me obsequió, recordando que en su nota el día de mi cumpleaños, él insistió en vérmelo puesto algún día. El color resaltaba mi piel morena, y la crema escarchada de olor a frutos rojos que Audrey me obligó a comprar, resplandecía en mi cuerpo. Mi cabello tenía ondas en las puntas y sujeté dos extremos con una liga transparente hacia atrás, para dejar dos mechones sueltos.
El maquillaje tampoco era nada del otro mundo, de hecho, no tuve mucho que hacer, pues nunca me ha gustado mucho el maquillaje, aun así, logré verme presentable. Lo único resaltante, era el labial rojo mate que me había aplicado, junto con el iluminador.
Cerré los ojos y apreté mis manos a cada lado de mi cuerpo, inhalé profundamente y luego suspiré. Y, diciéndome a mí misma que todo estaría bien, tomé el pequeño bolso de mano de pedrería brillante y guardé mi bastón plegable en el mismo, porque quería caminar por mí misma y no con un apoyo.
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La sed de mi alma
RomanceKyle Black es un ser despiadado e inescrupuloso, el mundo le teme por el ser dueño y señor de su universo. Tiene el control de todo lo que lo rodea, maneja a todos a su antojo. Es el rey de La Orden. Su vida se pone de cabeza cuando Melissa Müller s...