Si, definitivamente, observarla dormir siempre será uno de mis pasatiempos favoritos. Verla tan tranquila, calmada y en paz. No hay nada que no anhele más que eso, pero siempre sucede algo que perturba su paz, y ese pequeño detalle me disgusta. Sus mejillas han recuperado un poco de color, sus labios igual, en el dorso de su mano izquierda aún sigue la intravenosa que alimenta su cuerpo, y el de mi hijo.
Mel está embarazada. Voy a tener un hijo. ¿Qué tan extraño puede ser aquello?
Hace más de dos años nunca se me pasó por la mente tener una familia, es más, ni siquiera quería tener una. Pero, desde que Melissa llegó, todo cambió y debo admitir que para bien. Enterarme de que Mel tiene un problema cardíaco, aunque sea muy mínimo, me molesta. No solo por el hecho de que me lo haya ocultado, sino porque de esto no puedo protegerla. Al menos, no del todo.
Mi teléfono suena, sacándome estrepitosamente de mis elaborados pensamientos, pero el nombre de Roger me hace contestar con rapidez.
—¿Conseguiste algo? —pregunto de inmediato.
—Sí, encontré al escuadrón que atacó la casa, son diez hombres, solo tres sobrevivieron —afirmo con un sonido bajo en la garganta, indicándole que continúe—. Tengo a quien los dirige, y no vas a creer a quien me encontré.
—¿Otra sorpresa? —me pasé una mano por la cara—. Estoy cansado de tantas sorpresas.
—Bueno, pero esta te va a gustar, y creo saber por qué —dice—. Aunque será muy retorcido cuando lo veas.
—¿De qué se trata?
—Es mejor que lo veas por ti mismo —es todo lo que responde—. ¿Cómo está Mel?
—Mejor, la veo más repuesta, sacando el constante dolor en su pecho —comento—. Pero todo está en orden, iremos a Moscú a penas salgamos del hospital. Necesito que envíes a Audrey junto con Azucena, yo me encargaré de la seguridad.
—Entendido —dice—. ¿Sabes a dónde iremos?
—Lo sé perfectamente, hace tiempo que no voy, será estimulante revivir los viejos tiempos.
—Oh, sí —ríe—. Me encargaré de todo aquí, tú cuida de Mel.
—¿Que será estimulante? —pregunta la voz suave de Melissa, una vez que cuelgo el teléfono me encamino hacia ella.
Está frotándose un ojo y bostezando, tal parece una niña pequeña. Se percata de su ropa y frunce el entrecejo, para después mirarme a mí.
—Me vestiste —dice, asiento, aunque no es pregunta—. No respondiste a mi pregunta.
—No es nada importante, Roger a veces se pone impertinente —le digo, quitándole el cabello de la cara y levantando su barbilla hacia mí—. ¿Cómo te sientes?
—Estoy mejor —sonríe, mordiendo su labio inferior—. Quiero ir a casa.
Asentí, pero traté de no decirle nada, pero, ella me conocía demasiado bien. Me tendió su mano libre y le ayudé a sentarse, sin embargo, no dejó de mirarme con el ceño fruncido.
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La sed de mi alma
RomansaKyle Black es un ser despiadado e inescrupuloso, el mundo le teme por el ser dueño y señor de su universo. Tiene el control de todo lo que lo rodea, maneja a todos a su antojo. Es el rey de La Orden. Su vida se pone de cabeza cuando Melissa Müller s...