¿Encerrarla? ¿Cómo se le ocurrió encerrarla en una habitación como si fuera una prisionera? Maldito Héctor y el poco cerebro que tiene. Suspiro mientras aprieto el puente de mi nariz, no entiendo como una simple orden puede causar tanto caos.
Héctor Keller. El italiano que se encarga de lavar mi dinero y dejarlo más pulcro que una porcelana recién pulida. Nunca he tenido quejas de él, es un hombre discreto, se mantiene al margen y mantiene a su familia en el mismo. Su empresa tiene muchas sucursales, una de ellas está aquí en Rusia y por ese motivo, se encuentra en la cuidad.
Tranquilidad. ¿Qué es eso y dónde se consigue? Porque necesito una gran dosis de ella, ya que, en cualquier momento, me volveré loco.
—¿Dejaste tus celos en la mansión o los trajiste contigo? —la voz de Roger llama mi atención, el moreno está sentado junto a mí, con su mirada fija en su teléfono.
—¿Disculpa? —pregunto sin entender.
—Lo que escuchaste —me mira de reojo—. ¿Qué si ya vas a dejar de comportarte como un adolescente?
—¿Esto es por lo de Melissa? —mi expresión cambia a una de rabia y él tiene el descaro de sonreír.
—Sí, se trata de Mel —no sé por qué me causa ira que la llame de esa forma—. Porque el hecho de que la llame de esa manera y que hable con ella, no quiere decir que me guste, imbécil.
—¿Y yo estoy insinuando que te gusta?
—¡Por supuesto! Eres un... —suspira—. ¿En qué mundo cabe que yo pueda quitarte a la mujer que te gusta? Dime, Black, creí que me conocías mejor —sus ojos verdes me miran llenos de incredulidad—. Es como si te sacara el pan de la boca y me lo comiera yo, imbécil.
—Tienes que dejar de llamarme imbécil, ¿entendiste? — siseo.
—Sí, bueno, cuando dejes de comportarte como uno, ¿te parece? —una sonrisa falsa se dibuja en su boca y yo quiero golpearlo—. No puedo quitarte a la mujer que amas.
—No la amo, Roger —replico con rapidez, porque no es cierto.
No la amo. ¿Verdad?
—Sí, lo haces —asiente—, aunque te cueste admitirlo —estoy a punto de contradecirlo, pero él se apresura a negar—. Oh, mira. Ya llegamos.
—Maldito.
Su risa es todo lo que se escucha después.
Un enorme edificio se abre paso en mi campo de visión cuando bajo del auto, hago mi camino dentro del lugar y me apresuro a llegar hasta el ascensor. Tengo que terminar con esto de una maldita vez y sacar a Audrey de su encierro.
La pelirroja parecía sincera, pero me inquieta el hecho de haberla dejado sola con Melissa. No sé qué podrá decirle, aunque dudo mucho que diga algo inapropiado, ella me conoce y no creo que se atreva a jugar conmigo.
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La sed de mi alma
RomanceKyle Black es un ser despiadado e inescrupuloso, el mundo le teme por el ser dueño y señor de su universo. Tiene el control de todo lo que lo rodea, maneja a todos a su antojo. Es el rey de La Orden. Su vida se pone de cabeza cuando Melissa Müller s...