20. "Se merecen mucho más".

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Creo que estoy en shock, mi corazón late eufórico y mi respiración se atascó en mi garganta

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Creo que estoy en shock, mi corazón late eufórico y mi respiración se atascó en mi garganta. Ni siquiera sé dónde estoy, cómo llegué aquí o en qué momento dejé de escuchar lo que pasa a mi alrededor.

¿En serio dijo eso?

Mi futura esposa. Esposa. ¿Esposa? ¡¿Mi futura esposa?!

¿Pero qué demonios?

Es una niña, Black —murmura el hombre en un tosco ruso que me saca de mis pensamientos.

Su ceño está fruncido y sus ojos grises son fuego.

¿En serio? ¿Cómo las niñas qué esperabas subastar esta noche? —Kyle arqueó una de sus cejas, mostrando una sonrisa sínica—. ¿A ese tipo de niñas te refieres?

No sé qué le dijo, pero por la expresión que puso Petrov, supuse que no era nada bueno.

—Si quieres hablar de negocios, deberíamos hacerlo en privado, ¿no crees? —repuso el castaño acomodando su costoso traje de gamuza.

—A eso he vendido, no te preocupes —sonrió, pero su sonrisa era terrorífica—. No tenemos prisa alguna, ¿o sí?

—Para nada —con una sonrisa falsa, el hombre volvió a asentir y se alejó, al otro lado del lugar, una mujer lo esperaba.

Despampanante, esa fue la palabra con la que la describí. Era alta, esbelta y muy bonita. No alcanzaba a divisar el color de sus ojos, pero pude ver qué eran claros, llevaba un vestido largo, elegante y con mucho brillo.

A medida que avanzábamos por el interior de la carpa, pude afirmar que ese era el tipo de mujer que los mafiosos buscaban.

—¡Aquí estás! —exclamó otra voz, pero esta era femenina y ya la conocía bien. Salí de mi aturdimiento y una pelirroja enfundada en un vestido dorado de lentejuelas se acercó a nosotros. Sus brazos me rodearon en un abrazo fuerte y chilló como niña pequeña, solo entonces, me sentí mejor—. ¡Estás preciosa!

—Y tú, mírate, estás hermosa —ella me regaló una sonrisa, luego miró a Kyle y rodó los ojos.

—¿No tienes que estar alguno de tus socios? —le preguntó con irritación, me pareció divertido verlos discutir, parecían dos niños más que otra cosa.

—¿Y tú no deberías estar con tu hermano? —contraatacó el pelinegro, su mano se cerró alrededor de mi brazo y me giró hacia él. Su mirada azulosa dejó a la pelirroja y decayó completamente en mi—. No te separes de Gabriel, ¿entendido? —asentí, él pasó sus dedos por mi mejilla y se inclinó para besar la comisura de mis labios, y después susurrarme al oído—: Tendré un ojo sobre ti.

Volví a asentir, esta vez, con parsimonia. Me miró una última vez y llamó a Roger con la cabeza, para después perderse entre las personas. Podía escuchar el cuchicheo de las personas a mi alrededor, junto con sus miradas y en conjunto, el latido frenético de mi corazón detrás de mis orejas.

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora