Un mes después: Marzo 2019.
«Todavía no tenemos un muerto. Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra.»
Leí la frase varias veces, sintiendo como un escalofrío recorría toda mi columna vertebral obligando a mi cuerpo a qué se estremeciera, cosa que me hizo fruncir el ceño. Pasé la página para desviar mi atención de aquella frase tan extraña y que me asustó tanto.
¿Desde cuándo una frase me asusta tanto? La verdad es que no lo sé, pero realmente sentía algo pesado en el pecho, y no sabía cómo lidiar con eso, hasta que el teléfono sonó. Ahí, en la biblioteca, eran casi las ocho de la noche y mi teléfono vibró. Era un número desconocido, lo cual era extraño, ya que este número solo lo tenía Roger, Audrey y Kyle.
Solté un suspiro y dejé el libro a mi lado, me acomodé sobre el pequeño sofá y contesté.
—¿Hola? —dije con cautela.
—Hola, Mel —esa voz me erizó la piel.
Era Marcelino, mi hermano.
—¿Qué...? ¿Marcel? —susurré, sentándome derecha—. ¿Eres tú?
—Sí, soy yo —murmuró despacio—. No sabes cuánto me alegra oír tu voz.
Tragué el nudo que se formó en mi garganta y cerré los ojos.
—A mi también me alegra oír tu voz —le dije la verdad, porque sí, me hacía feliz. Aún después de todo lo que pasó, oírlo era increíble. Se me hicieron las entrañas un nudo, y se me llenaron los ojos de lágrimas—. Oh, Marcelino, te echo tanto de menos.
—Yo también, Mel —susurra—. Yo también te echo de menos. Muchísimo.
Me mordí los labios y me sequé las mejillas.
—¿Cómo es que tienes mi número? —cuestioné.
—Tu esposo me lo dio —dice—. Quería llamarte hace mucho tiempo, pero... Lo siento, hermana, lo siento demasiado. Sé que la cagué y horrible, pero lo siento.
Se me apretó el pecho y sollocé.
—Lo siento —dijo de nuevo y pude escuchar tanto dolor y cansancio en su voz.
Dios mío, es mi hermano.
—Está bien, Marcel, está bien —le dije, también en un susurro—. No tienes que decir nada más.
—A veces, no puedo olvidar ese día en Berlín, cuando te vi en la azotea —murmura—. Y, tenías razón, me cegó el poder. Lo siento. Solo quería que supieras que, daría la vida por ti, Mel, que es todo lo que un buen hermano haría —me largué a llorar, escuchándolo hablar—. Aún recuerdo cuando naciste, ese fue el día más feliz de mi vida. Así que lo lamento. Lamento mucho haber roto nuestro lazo por la codicia, lo siento. Te amo, Melissa, con toda mi alma.
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La sed de mi alma
RomansaKyle Black es un ser despiadado e inescrupuloso, el mundo le teme por el ser dueño y señor de su universo. Tiene el control de todo lo que lo rodea, maneja a todos a su antojo. Es el rey de La Orden. Su vida se pone de cabeza cuando Melissa Müller s...