60. Una bomba de tiempo.

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Me despierto cuando un beso es dejado en mi mejilla, una mano rodea mi cintura y la respiración de alguien golpea directamente contra mi cuello, erizándome

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Me despierto cuando un beso es dejado en mi mejilla, una mano rodea mi cintura y la respiración de alguien golpea directamente contra mi cuello, erizándome.

—Buenos días —dice con su voz de recién despierto.

—Buenos días —sonrío abriendo los ojos, encontrándome con sus dos esferas azules. Pongo mis manos en sus mejillas y acaricio sus labios—. ¿Cómo amaneciste?

—Bien, porque estás conmigo —se inclina para besarme, lenta y pausadamente.

—Tengo que ir al baño —murmuro cuando baja su rostro a mi cuello, suelta una risita que me estremece por completo—. No te burles.

—No lo hago —se impulsa hacia arriba y me observa con sus preciosos ojos azules, después presiona un dulce beso en mis labios—. Te amo.

—Y yo a ti —empujo su pecho levemente con mi mano y me siento en la cama para desperezarme, bajo los pies al suelo y tiemblo de frío.

Me encargo de hacer todas mis necesidades en el baño, y vomitar es una de ellas. Todo se me revuelve, todo lo que como lo devuelvo y eso me tiene estresada, y solo ha pasado una semana desde que me enteré de que estaba embarazada. Las cosas están normales, pero extraño mi casa, esta también es cómoda y bonita, pero no se siente como un hogar.

Varios hombres han venido a visitar a Kyle, dice que son los encargados de varios países que están a su mando, y bueno, aunque también son mafiosos, me tranquiliza que tenga más personas con quién contar.

Trato de controlar las ganas de vomitar otra vez, camino fuera del baño y me dejo caer sobre la cama, minutos más tarde, Kyle sale del baño con una toalla alrededor de su cintura, con el cabello mojado y unas pocas gotas de agua cayendo sensualmente sobre su pecho.

Mierda, ya me excité.

Sí, desde hace una semana mis hormonas han controlado mi vida, tanto así que, me he estado exhibiendo ante mi querido esposo sin pudor alguno, pero no es mi culpa, es mi cuerpo.

—No pongas el arma en la cama —le advierto cuando se acerca a la mesita de noche, él tiene la costumbre de sacar todo y ponerlo sobre la cama, pero no sé lo permito.

—Perdón —dice con sarcasmo, ruedo los ojos.

Muerdo mi labio inferior cuando lo veo quitarse la toalla, quedando totalmente desnudo delante de mí. Reprimo un gemido y me doy la vuelta en la cama, quedando de perfil en la dirección contraría.

—¿Pasa algo? —lo oigo preguntar.

—No —digo con voz ahogada por tener el rostro enterrado en el colchón.

—¿No? —negué con un sonido nasal, después, lo sentí tirar de una de mis piernas sin ninguna delicadeza. Solté un grito cuando me dejó completamente tendida sobre la cama, con las piernas abiertas y con la respiración agitada. Aún seguía desnudo y yo solo pude cerrar los ojos con fuerza—. Me pareció darme cuenta que me veía de forma muy subjetiva, señora Black.

—Son imaginaciones suyas, señor Black —siento sus dedos tirar de mis bragas hacia abajo, aprieto mis dedos alrededor de la sábana bajo mi cuerpo.

—No lo creo —trago con fuerza, y después, estoy viendo estrellas cuando sus labios tocan mi parte más sensible.

—¡Oh, por el amor de Dios! —me tapo la boca con la mano, llevando mi otra mano a su cabello, sintiéndolo recorrer mi feminidad con su lengua—. Kyle, por favor...

Su boca se deja de mimarme, besando parte de mi vientre y después sube por completo hasta llegar a mi boca. Llevo mis manos a su cabello y le devuelvo el beso con desesperación, gimiendo en su boca cuando se presiona contra mí.

—Dime lo quieres, Mel —muerde mi labio inferior.

—Te quiero dentro de mí —le digo mirándolo fijamente.

—Será un placer —sonríe seductoramente y se guía en mi interior con lentitud.

Aprisiono sus caderas con mis piernas y echo la cabeza para atrás cuando comienza a moverse lentamente, llevándome a la luna con tan solo un roce.

Será una embarazo demasiado largo.

[...]

Bajé las escaleras con cuidado, frunciendo el ceño al ver a Roger y a Audrey comiéndose mutuamente en el sofá.

—Uy, que asco —finjo un estremecimiento—. Pueden ir a una habitación, ¿saben?

—Cállate —la pelirroja me saca la lengua antes de que Roger vuelva a besarla.

Sacudo la cabeza y voy hacia la cocina.

—Buenos días, Azu —beso su mejilla y ella me sonríe.

—¿Qué tal amaneciste, mi niña? —me encogí de hombros cuando me siento en el taburete.

—Normal, supongo —murmuro—. Creo que lo único fastidioso es que tengo náuseas todo el tiempo.

—Menta con azúcar, cariño —dice, mi ceño se frunce—. Eso es efectivo para las náuseas.

—Bueno, con tal de que me ayude, todo está bien —ella me sonríe y sigue preparando el desayuno.

Mordí el labio inferior y me pregunté si esto pasaría durante todo mi embarazo, no quería vomitar todo el tiempo, se supone que es una etapa linda, debería disfrutarla. Pero esos vómitos parecían querer hacerme la vida imposible, y no estaba dispuesta a hacerlo. Dios, me comería todas las mentas del mundo si eso me ayudaba.

—¿Qué es eso? —cuestiono viendo la enorme caja que está a un lado de la puerta que da al patio.

—No lo sé, está ahí desde esta mañana —murmura ella, mirándome de reojo—. Creo que es de alguno de los chicos.

No quería acercarme, de hecho creo que desde lo que pasó con Marcel no quiero saber absolutamente nada sobre cajas o paquetes que entren por esas puertas, no me gustaría ver algo que no quiero.

—¿Mel? —cuestiona una voz detrás de mí, me giro para encontrar a un Kyle totalmente preocupado.

—¿Todo está bien? —él asiente y se acerca a mí, sujeta mi rostro entre sus manos y me besa, en un beso tenso que me pone los pelos de punta—. ¿Amor, que...?

—Te amo —asegura, con tanta intensidad que me duele el pecho.

—Yo también te amo —susurro, acariciando sus mejillas—. ¿Qué es lo pasa? ¿Por qué estás así?

Suspira, apoya su frente contra la mía y cierra los ojos.

—Voy a cuidarte, Mel —afirma, clavando sus ojos de cielo en los míos—. No importa de qué, pero te cuidaré con mi vida.

Contengo la respiración, supe de inmediato que algo pasó y que eso lo estaba atormentando, sin embargo, también sabía que él no iba a contarme.

—No tienes que prometerme nada —musito, siendo consciente del dolor en mi voz—. Ya lo sé —me sonrió y abrazó con fuerza—. ¿Pasó algo?

—Aun no, Mel —dice en mi cuello, presionando un beso ahí—. Esto es una bomba, y cuando explote, te aseguro que muchos saldrán afectados por ello, pero te protegeré, sin importar nada.

 Esto es una bomba, y cuando explote, te aseguro que muchos saldrán afectados por ello, pero te protegeré, sin importar nada

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La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora