44. "Todo para mí".

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Veo como Melissa corre de un lado para el otro junto Audrey, las dos se han vuelto completamente locas, más por la fecha

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Veo como Melissa corre de un lado para el otro junto Audrey, las dos se han vuelto completamente locas, más por la fecha. Era Nochebuena y ellas se encargaron de ponerle un poco de paz al caos que se estaba estableciendo en el ambiente. Ambas llenaron de luz la tétrica oscuridad que estaba rodeando la casa, y alejaron el estrés rutinario de nosotros. Al menos, por un rato.

—Entonces... ¿Cuándo piensas darle el anillo a la pelirroja? —pregunté, mirando al hermano que me regaló la vida. El castaño frunció el ceño, luego se pasó una mano por la cara—. Estás tan mal...

—No te rías de mí, imbécil —me fulminó con la mirada, haciéndome reír aún más—. No sé cómo... ¡Mierda! Audrey me pone nervioso, cada vez que intento decirle algo, ella me mira como si conociera mi alma.

—¿Se lo dirás esta noche? —niega, lucía nervioso, y no lo culpaba. De hecho, lo comprendía, pues Melissa me pone igual de nervioso—. Pregúntale cuando estés listo.

—Eso haré —murmura, y sonríe cuando su novia la pelirroja se le acerca—. Hola, preciosa.

—Hola, nene —hago un gesto de asco al verlos besarse—. ¿No entiendes la indirecta, Black? Lárgate con tu esposa.

—¿Quién lo diría? —me levanto del sofá—. Me echan de mi propia casa.

Escucho la risa de la pelirroja y negando con diversión, camino hacia la cocina en busca de mi mujer. Mi preciosa reina está de pie frente a la mesa, con su vista en su teléfono. Me acerco con cuidado y la rodeo entre mis brazos, da un pequeño respingo en su lugar, cosa que me hace sonreír. Sus dedos temblorosos apagan su teléfono y lo deja sobre la mesa, y no paso por alto como su pulso late desenfrenado en su cuello cuando dejo un beso en esa parte.

—¿Estás bien? —pregunté, dándole la vuelta entre mis brazos.

—Me has asustado —ríe nerviosa, pero después suspira y me regala una sonrisa auténtica que me reconforta bastante—. Pensé que estabas con Roger.

—Tú misma lo dijiste: estaba —rodeo su cintura, sintiendo la tela suave de su vestido de seda—. La pelirroja necesitaba un segundo a solas con su novio, o al menos eso pensé cuando me obligó a irme.

—Ahí está pintada Audrey —sonríe negando divertida, luego rodea mi cuello con sus brazos—. Bueno, así te tengo solo para mí.

—Tienes razón —besé sus labios castamente, observando cómo sus ojos se cierran levemente.

Sin poder evitarlo, capturo sus labios en un beso más profundo, sacándole un suspiro que muere en mis labios, robándome todo mi control. Sus dedos se entierran en mi cabello, apretando mi chaqueta en un puño. Mis manos bajan por la curva de su cintura, contorneando la redondez de su trasero con una de mis manos, apretando su cuerpo contra el mío. Sus labios se entreabren y deja entran mi lengua en su boca, acariciando la mía con la suya, lenta y pausadamente.

La sed de mi almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora