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Jungkook no supo cómo reaccionar a esas palabras tan repentinas. Mucho menos a esa sonrisa forzada que Taehyung enseñó, metiéndose en una situación sin vuelta atrás. Por lo que permaneció en silencio, esperando por él.

— El era lo más importante que yo tenía en el mundo y... Cuando comencé todo fue porque sucedió algo que no debía suceder.

No contuvo esa risilla. Esa pequeña risilla que delata el dolor que aún no puede superar.

— Me sentí tan molesto con la vida. No sabía cómo enfrentarlo, no podía superarlo. — Apretó los dedos sobre la copa. — Y cuando JiHeok se enteró de mi estado, me utilizo como un perro.

— No fue tu culpa...

— Lo fue. Me deje manipular. — Contradijo el torpe intento de Jungkook por hacerlo sentir mejor.

No sabía como ayudar. No sabía si debía continuar oyendo, si eso era bueno para Taehyung.

Pero Taehyung estaba seguro de que quería desahogarse junto a alguien que iba a oírlo.

— Me convenció de que lo que hacíamos no era nada grave y me ayudaría a olvidar todo el dolor que estaba sintiendo, ¡Me decía que sería divertido!

Rió hipocrito.

Jungkook apretó los labios, sintiendo un nudo en la garganta cuando lo vio apoyar algo brusco la copa sobre la barra, recargándose sobre los codos que deja caer allí.

— Realmente, que maldito idiota fui.

— Deja de decir eso, por favor.

Otra vez, Taehyung se maldijo, y esa dulce y torpe voz del azabache intentando ayudar lo empeoró. El castaño muerde su labio, escondiéndolo detrás de las manos que entrelaza y pone debajo de su nariz. Intentó controlarlo, intentó controlar esa presión en el pecho que le dio ganas de llorar, tal y como la otra vez.

Estaba claro que aun tenia cosas atormentándolo dentro de él.

Estaba claro que aún necesitaba a Jungkook.   

— Yo era un buen chico, ¿Sabes?

Recordó a ese chico que extrañaba.

Lo hacía claramente y hasta sentía admiración por él, sentía adoración por él.

Le sonrió débil.

— Solía sonreír todo el tiempo, tener muchos amigos y ser cariñoso con toda persona que me rodeaba. Vivía en otra realidad...

Recordaba el color. Ese que solía ver brillar en todos lados cada vez que pasaba buscando nuevas aventuras, nuevas oportunidades, nuevas ideas, ese chico buscaba vivir. Ese chico sabía de que se trataba, sabía que solo se vivía una vez y no desperdiciaba ni un segundo, ni una sonrisa.

Ese chico ya no estaba.

— Pero esa realidad se fue junto a él.

El dolor se volvió inmenso. Se destrozó interiormente, o al menos le hecho alcohol a esas viejas heridas incurables. Dejó caer su cabeza sobre el brazo que reposa en la barra escondiendo esos traicioneros ojos. 

⌱ 𝑬𝐬𝐭𝐮𝐩𝐢𝐝𝐨 𝐝𝐞𝐬𝐭𝐢𝐧𝐨 § ⌲ 𝑱. 𝑱𝒌 • 𝑲. 𝑻𝒉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora