Jaskier había sido criado para ser el Omega perfecto. Había recibido clase de costura, cocina, canto, baile, arte y literatura desde muy chico.
Odiaba su vida, no podía creer que su misión de vida fuera complacer a un alfa, él sentía que tenía mucho que demostrar. Soñaba con cantar en público y ser famoso pero eso solo podía hacerlo un Alfa.
Cuando cumplió los 18 años estaba tan feliz, su madre le había regalado un traje hermoso, amaba la ropa colorida y su madre lo sabía, de todas las personas del mundo, ella era su favorita. Él nunca se imagino que en su fiesta de cumpleaños su padre se aparecería con ese hombre de ceño fruncido.
Al principio pensó que era un socio, les vio encerrarse en el despacho por largo tiempo. Cuando su padre salió le llamo. Lo presentó con el desconocido y le escucho decir que se llamaba Geralt de Rivia. Él nunca sonrió, ni siquiera hizo ningún tipo de expresión cuando su padre le dio la noticia de que él sería su futuro esposo.
A Jaskier la noticia le cayó como balde de agua fría. Ese hombre no podía ser su futuro esposo... Se veía tan... Amargado, a pesar de ser un hombre joven, quizás de unos 30 años. Jaskier pensó que su vida había acabado.