𝕮𝖆𝖕𝖎́𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖁𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖉𝖔́𝖘

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     Al abrir mis ojos, no reconocí el lugar en donde me encontraba. Simplemente veía el techo que parecía ser de fierro, como si de un auto se tratara. Mire a mis costados y noté que llevaba una mascarilla de oxígeno. Y mi cerebro proceso, estoy en una ambulancia, pero comienzo a entrar en pánico, mi pulso se acelerará y mi ritmo cardiaco se eleva.

—Señorita, tranquilícese.—advirtió un paramédico que surgió de la nada.

—Gwen, aquí estoy. No te alteres.—Peter de inmediato tomo una de mis manos, lo mire enternecida.

Comencé a sollozar,—Me...—no podía hablar, algo me lo impedía, era esa mascarilla.

—No te la quites hasta que lleguemos al hospital.—dijo nuevamente el hombre.

—Escucha, estás muy grave, pero ya llame a tu madre, nos verá allá.—bajo su cabeza, lucia desesperado.

Tense mi abdomen y descubrí que me dolía, pero una incomodidad terrible, y me sobresalte.

—Sigue sangrando.—aviso.

El paramédico comenzó a examinar, alzo un poco mi blusa, la reacción de Peter fue de confusión. Pero era necesario.—No lo habíamos notado. Algo perforó parte del abdomen izquierdo.

—¿Cómo no lo notaron?

—La herida debe provenir de atrás, esta área sólo está coagulada.

Pasando 5 minutos, llegamos al hospital, donde estaban siendo atendidos muchas personas por el incidente en el metro. Todo el personal estaba ocupado. Peter bajó de la ambulancia conmigo y fuimos llevado adentro. Empezaron a hacerle preguntas.

—¿Usted es pariente de ella?—comentó un médico.

—Ella es mi novia.

—Tendrá que llamar a un familiar de ella, si es posible.

—Ya lo hice. Estará su madre aquí; pero ¿Qué es lo que le harán?—pregunto pasándose a mi lado y retomando mi mano.

—Necesita una cirugía de emergencia, tiene algo perforado en su área abdominal, puede ser algún riñón dañado, y eso provoca que pierda sangre.—dijo muy rápido el médico, mientras que caminaban a la sala de cirugías.—Mientras tanto atenderemos sus heridas de segundo grado.

—Peter.—llame,—no me dejes sola.—supliqué al borde de las lágrimas, estaba asustada.

—Jamás te dejare.

Me colocaron una intravenosa, me dieron morfina para el dolor abdominal. Pero requería de una cirugía para retirar y curar lo que un objeto había perforado en mí. Me encontraba en un cuarto.

—Hey.—emití, Peter alzó la mirada.—¿Ya te han curado a ti?—mi voz sonaba ronca.

—Yo estoy listo, me han cosido la herida que tenía en el brazo. No me ha dolido pero...—frunció el ceño.

—¿Sabes si saldré de aquí hoy?

—Han dicho que estarás en constante revisión. Tu madre está hablando con el doctor en el pasillo.—tomo asiento.—Yo... no sé cómo permití que esto pasara.

—No te tienes que culpar.—cerré mis ojos con fuerza, para evitar llorar.—Pero, la historia habría sido diferente si no hubieses estado ahí.

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