Capítulo 12

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Llego a la casa en la que vivía Sonia, ya casi nos iremos al cementerio, de pronto Fernando aparece a la par mía y me toca el hombro.

-¿Hablaras entonces? –pregunta, toco mi bolsillo para comprobar que tengo guardado el papelito en el que tengo escrito lo que diré.

-Sí, espero que lo que diga este bien –digo un poco nerviosa, no es como los típicos discursos fúnebres.

-No te preocupes, estoy seguro de que así será –dice para que no me arrepienta- bueno, es hora de irnos.

-Oye –le digo haciendo que me mire- tranquilo, sé que es duro pero estaré contigo, ¿entendido?

-Entendido –contesta suspirando.

Luego de eso va a hablar con alguien más y después empezamos a caminar para dirigirnos al cementerio.

El recorrido no es mucho ya que no queda tan lejos, son solo unas cuatro o cinco cuadras si es que conté bien, empiezan a hablar unas cuantas personas pero la verdad es que en realidad no estoy oyendo nada de lo que dicen, nunca creí que Sonia tuviera cáncer, siempre se miraba tan resplandeciente, tan feliz, tan llena de vida; pero eso se acabó, y la verdad es que me duele mucho que este momento haya llegado ya, pero así es la vida, hoy estamos y no sabemos con seguridad cuando ya no lo estaremos.

-Ahora escucharemos a una señorita amiga de Sonia –la voz del sacerdote me hace reaccionar, de seguro que soy yo- por favor, Cristina Aguilar.

Me acerco al podio con las piernas temblándome un poco, saco el papel y noto que estoy sudando, lo desdoblo temblando demasiado y por un segundo me pregunto si podré hablar, me acerco un poco el micrófono y tomo una respiración profunda.

-Buenos días a todos, bueno... –digo y luego tomo una larga respiración antes de iniciar- no empezaré diciendo que Sonia fue una maravillosa persona, una excelente mujer o cosas por el estilo, y no, no porqué ella no lo fuese, simplemente porque cualquier persona podría decir eso incluso sin conocerla; en fin, ella fue como una madre para mí, la conocí cuando tenía cinco años, era amiga de mi abuela la cual falleció hace tiempo, Sonia siempre cuidó de mí y de la familia.

>>Sinceramente, a veces siento que ella en realidad era un ángel, no soy tan creyente, pero siento que ella siempre ha sido un ángel, y por lo poco que creo, apuesto que ella ahora mismo es un ángel que está en el cielo, y agradezco enormemente el haber tenido el placer de conocerla. La verdad es que ella me dio muchas lecciones, compartió muchas cosas conmigo y estaré siempre en deuda con ella por haberme enseñado las cosas buenas de la vida, y que a veces... las penas se curan con un poco de chocolate en la vida... definitivamente fue un ángel, me enseñó a no amargarme la vida por cosas sin sentido... sin duda alguna Sonia... de alguna manera, era realmente mágica y especial...<<

-Gracias por sus palabras señorita Cristina, estoy seguro de que la señora Sonia ahora está en un lugar mejor –dice dándome una pequeña palmada en el hombro, me voy rápidamente a donde estaba antes y volteo a ver a Fernando que tiene unas cuantas lágrimas en el rostro y con los labios forma una gracias, yo le doy una pequeña sonrisa- ahora, si ya no hay nadie que desee hablar procederemos a enterrar a la difunta.

Nadie objeta, entonces el sacerdote pide que procedan a enterrarla, toda la gente empieza a llorar pero yo no logro derramar ni una sola lágrima.

Luego de que echaron la tierra, la gente empezó a irse y otra se quedaba un rato más, yo busqué a Fernando y lo encontré llorando cerca de la tumba me le acerqué y él inmediatamente me abrazó empapando mi suéter con lágrimas.

-Cristina, en un rato me iré, ya te deje mi número por cualquier cosa y gracias por todo –me dice alejándose un poco de mí.

-No hay de qué, y gracias a ti también –le digo sintiendo que el corazón se me estruja.

-No tienes nada que agradecer –dice dándome un último abrazo- hasta pronto.

-Hasta pronto –le digo y veo como empieza a alejarse.

Ahora vengo del funeral de Sonia, no puedo creer que hace una semana me haya comentado que tenía cáncer y hoy, su cuerpo está en una maldita caja de madera, mi madre también ha muerto, así que... ¿Qué me queda?

"Un padre aprovechado", pienso como respuesta, camino lentamente por las calles que me conducen a un puente, ya no sé qué hacer con mi vida, estoy sola; además, si muero haría un bien, dejaría de robar oxígeno, ya no estorbaría en el mundo ni en la vida de alguien.

Llego al puente, pienso en mi madre, a pesar de estar ausente fue la que me dio la vida; pienso en Sonia, ella fue una gran mujer y un ejemplo a seguir; luego recuerdo a mi abuela, la señora que crió y cuido de mí... y por último pienso en James, ahora él está en peligro y a pesar de que se largó, de nuestras discusiones y de que hay una gran diferencia de edad; es mi hermano y lo amo.

Y entonces caigo en cuenta, soy una avalancha que mata y destruye a quienes me importan.

Y es ahí cuando ya no me importa absolutamente nada, me he cansado, es el momento en el que le pido perdón a mi abuela por rendirme; con lágrimas en los ojos me subo al puente, me siento a la orilla y luego me paro, primero me suelto de una mano y cuando estoy a punto de saltar siento como alguien me agarra, me aleja de ahí, me da la vuelta y veo a un rostro conocido.

-No intentes hacerlo de nuevo, por favor –dijo Carlos viéndome con unos ojos preocupados.

Y justo en el preciso momento, él... me atrapó.

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora