Capítulo 6

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Despierto gracias a la alarma que he programado a las cinco y media, mi mirada se dirige rápidamente a la puerta que por suerte no está tirada ni se mira que tenga alguna imperfección, me levanto y me dirijo al baño, hago mis necesidades y me ducho; al salir me vuelvo a aplicar la crema para el dolor, me visto y me maquillo ahora me aplico un poco más para ver si así ya no se nota, agarro mi mochila y bajo lo más callada posible.

Me encuentro con mi padre durmiendo en el sofá, me dirijo hacia la puerta cuando de pronto, pateo un cristal, volteo a ver a mi padre que por suerte ni se ha inmutado, ahora con mucho cuidado camino lo que me falta para llegar a la puerta, la abro muy delicadamente y al salir la cierro de igual forma, camino un poco deprisa por si de repente despierta.

Llego a la cafetería, saludo a Sonia, me hago un licuado y salgo de ahí rápidamente, quiero llegar lo más pronto posible al colegio y no sé exactamente por qué pero así es.

Al llegar son las seis y media, me dirijo a mi casillero, agarro el cuaderno y el libro de matemática y aparte de eso un libro que Sonia me había regalado hace cuatro meses pero nunca me puse a leerlo, fui a mi salón y me llevo la maravillosa sorpresa de que está cerrado, me siento en el helado suelo y me pongo a leer.

Luego de unos minutos siento que alguien me está observando así que levanto la vista del libro y entonces veo a Carlos.

-¿Se te ofrece algo, Vargas? –le pregunto fríamente y me sorprendo al oír que le he llamado por su apellido.

-Por el momento nada, Aguilar –dijo lo cual hizo que me sorprendiera, ¿cómo diablos sabía mi apellido?

-Entonces, ¿qué haces aquí? –le pregunté tratando de ocultar mi asombro por conocer mi apellido.

-Vi cuando estabas llenando la ficha de inscripción, Cristina Fernanda Aguilar Arriaza –dijo leyéndome el pensamiento y con la mirada impenetrable.

-No te metas conmigo, Vargas –le advertí- no te conviene hacerlo.

-Tranquila, solo averigüé tu nombre, además solo quería hacerte compañía –dijo levantando las manos en señal de paz.

-Bueno... –dije levantando los hombros.

Se sentó algo cerca de mí pero no tanto, volví a leer pero no podía concentrarme, el hecho de tenerlo cerca de mí y pensar en sus oscuros e impenetrables ojos, su belleza natural, era lindo; pero soy un peligro para la humanidad, además estoy a punto de caer al vacío.

De pronto suena la campana, el profesor no ha venido ni nadie más se me hace raro, demasiado raro. De pronto pienso cuantos días han pasado, sábado, domingo, lunes y hoy era martes; no quiero ni pensar si ella estará en la cafetería.

-¿Por qué decidiste estar en la obra? –preguntó de pronto Carlos.

-¿A qué te refieres? –pregunté confundida.

-Me refiero a lo de las audiciones para las obras que se harán el próximo mes –dijo a lo cual yo me quedé aún más confundida- ayer el profesor Raúl dijo que hoy serían las audiciones para las obras y que aquí debían esperar los que querían actuar.

-Carajo... –dije en voz alta, ayer tenía los audífonos puestos y no escuché.

De pronto aparece miss Daniela, la que normalmente organiza las obras y al vernos sonríe.

-Al parecer solo ustedes dos están pero es bueno, debemos empezar –dijo con una pequeña sonrisa.

-Perdón miss Daniela me he confundido así que ya me voy –dije levantándome del suelo y empezando a caminar.

-No, tú estás aquí porque el destino quiso que estuvieras aquí, entonces no te vayas –dijo sonriendo, rodé los ojos ya que no creo en el destino.

-El destino no existe –dijo Carlos resoplando a lo cual me sorprendí, teníamos algo en común.

-El punto es que... por favor no te vayas, en serio necesito al menos sacar una obra –dijo miss Daniela con ojos suplicantes.

-Uf... está bien –dije algo enojada, "esto será un asco", pensé.

-Bueno ahora discutiremos que obra sacar, por favor síganme –la mañana estuvo horrenda, la maestra quiere que la obra sea de amor pero Carlos y yo nos negamos rotundamente, que sea guapo no significa que quiera fingir que lo amo, al final no llegamos a un acuerdo.

Decidí ir a la cafetería, debería acostumbrarme a estar ahí, además tenía que ver si Sonia estaba ahí o... en otro lugar.

-Hola Cristina –dijo Ramón con una sonrisa.

-Hola Ramón, ¿Sonia está aquí? –pregunté rogando que la respuesta fuera afirmativa.

-Sí, está en la oficina y me dijo que cuando te viera te dijera que te estaba esperando ahí –dijo secando los platos.

-Bueno gracias –dije empezando a caminar hacia la oficina.

Toqué la puerta suavemente pero no contestaron aun así entré, Sonia estaba viendo un par de papeles, cuando me vio me sonrió y dejó los papeles encima del escritorio.

-Cristina, mañana iré al hospital –dijo Sonia de un solo.

-¿Quieres que te acompañe? –le pregunte pensando que por eso me lo decía.

-No, te lo digo porque mañana iré y me quedaré internada ahí, no me queda mucho tiempo y será más difícil llevarme, por eso es mejor si me internan de una vez –dijo bajando la mirada.

-Te quiero Sonia –le dije acercándome a ella.

-Yo también te quiero Cristina, por favor sigue adelante, no te rindas –dijo con una mirada triste.

-No te preocupes por mí y gracias por todo lo que has hecho nunca podré pagártelo, te aprecio mucho y nunca te olvidaré –dije con la voz triste.

-No es nada, gracias a ti por estar con esta vieja aburrida –dijo bromeando haciendo que riera y esta vez, fue una risa real.

-Gracias por querer a este desastre...

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora