Capítulo 16

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Me puse a llorar al nomás cerrar la puerta, no quería ser la esclava de mi padre, pero de ninguna manera permitiría que mataran a Carlos, él no tiene la culpa a esto.

Después de haber llorado un buen rato, me quedé pensando en cómo mi padre se enteró de eso, nadie estaba cerca... o al menos yo no había visto a nadie; pero al parecer me equivoqué y ahora sí que tenía miedo. Pero, ¿y si le dejo de hablar a Carlos? Mi padre ya no podría hacer nada, puesto que pensaría que lo odio.

Me dolerá en el alma ya no hablarle, pero más me dolería que lo mataran, algunas veces de verdad que hay que sacrificarnos, y yo debo hacerlo por él.

Veo la hora, la una de la tarde; me cambio rápidamente para irme a la cafetería, debo esforzarme para que sea un buen lugar por Sonia, llego a la cafetería y veo a Ramón en la barra, me acerco rápido a él para disculparme por lo tarde que llego.

-De verdad que lo siento, no pensé que me fuese a tardar tanto –digo con una sonrisa triste y falsa.

-No te preocupes, no ha habido mucha gente –dice Ramón amablemente.

-Nunca ha habido mucha, ¿cierto? –le pregunto, ahora que lo pienso el lugar nunca ha sido muy concurrido a pesar de lo barato y surtido que es el menú.

-La verdad es que no –me contesta Ramón.

-Pues eso tiene que cambiar, crearemos un sitio web, remodelaremos el lugar cuando podamos, ya no cerraremos a las seis sino que a las nueve y haremos de este negocio un bello lugar –digo pensando que con el dinero que gane lo puedo invertir en esta cafetería, aunque no me sentiría bien usando el dinero de una basura en este hermoso lugar, pero le debo a Sonia que esto sea lindo.

-Como usted ordene jefa, haré los volantes para buscar más empleados, yo no puedo quedarme hasta las nueve ya que a las seis debo ir a casa a encargarme de otros asuntos –me explicó Ramón.

-No te preocupes, yo sí puedo quedarme a esas horas, solo que a veces tengo que ir a visitar a mi abuelo ya que tiene decaídas y nos preocupamos por él; pero intentaré no faltar demasiado, aparte de que yo soy la que nunca debería faltar –le digo mintiendo en la parte de mi abuelo; es la mejor excusa que me he podido inventar para cuando tenga que viajar a ganar el sucio dinero de mi padre.

-No hay problema, aquí nos ayudamos, ya sabes –me dijo sonriendo.

-Bueno iré un rato a la oficina para revisar los documentos y todo –dije con una sonrisa falsa, en ese momento se escucha que alguien entra e instintivamente volteo a ver, no es cualquier persona, es Carlos, rápidamente me ve y entonces me saluda sonriendo, intento ser fría y ruedo los ojos para luego darme la vuelta.

-¿Lo conoces? –me pregunta Ramón.

-Sí, pero no es importante, vengo en un rato –le digo con una sonrisa falsa y empiezo a caminar a la oficina.

-Vale –me contesta de último momento Ramón.

No puedo ser dulce con Carlos, ahora debe dejar de importarme y debo dejar de importarle, lo mataré si me importa, puede que hasta a su familia y él no me ha hecho nada malo. Al contrario, él me ha ayudado y no puedo pagarle de esa manera, tampoco es lindo que lo trate así, pero es mejor a que esté a cuatro metros bajo tierra, de pronto un mensaje, es de mi celular, veo que se trata de Carlos; "lo que faltaba", pienso.

Carlos: Vaya, que frialdad Aguilar.

Lo leo pero no le pienso responder, ni siquiera sé si mi padre habrá hecho algo en mi teléfono, aunque lo dudo, aun así no puedo correr el riesgo; y de pronto llega otro mensaje.

Carlos: ¿Ahora me ignorarás?

Vuelvo a leerlo y no contestar, vaya que si soy una basura, él no merece nada de esto; pero es por su bien, me cae otro mensaje, ¿qué no entiende?

Carlos: ¡Qué gran forma de agradecer el preocuparme por ti! (sarcasmo)

"No lo hagas más difícil por favor", pienso mientras leo el mensaje y me salgo del chat, de pronto ya no es mensaje, mi teléfono empieza a vibrar porque me está llamando. Dejo que vibre hasta que para, vuelve a empezar a vibrar y en un buen tiempo recibo como diez llamadas, luego empiezan a caer mensajes otra vez y luego vuelve a las llamadas; esto es tan doloroso para mí, que no aguanto más y apago el celular.

Me pongo a ver facturas y los gastos comunes, empiezo a cotizar gastos para nuevo amueblado, para una decoración que sea linda y agradable, pero que no sea tan cara.

Pasan como dos horas en las que intento mantener a la mente ocupada y no pensar en las amenazas de mi padre, intento no recordar lo que pasó en el casino; en unos meses esta pesadilla acabará, así lo prometió Benjamín y lo tiene que cumplir, de pronto oigo como tocan la puerta suavemente.

-Adelante –digo concentrándome nuevamente en las facturas.

-Cristina, disculpa que te interrumpa solo que ya vamos a cerrar –dice Ramón entrando en la oficina.

-¿Cómo que ya vamos a cerrar? No es tan tarde –digo sin ver el reloj, no lo he visto desde que entré a la oficina.

-Son las seis y media, Cristi –dice Ramón enseñándome la hora en su teléfono.

-¡¿Qué?! –pregunto sorprendida, estaba segura que habían pasado muy pocas horas desde que estoy aquí, al parecer me equivoqué.

-Sí, yo ya me debo ir y todo el personal ya se fue, así que si vas a seguir viendo los papeles no habrá nadie que cuide la cafetería –dice amablemente.

-Muy bien yo cerraré, solo arreglo lo que me llevaré a casa para seguir viendo y cierro, ya puedes irte y gracias por todo, Ramón –le digo con una pequeña sonrisa falsa.

-Está bien, cuídate Cristina –dice sonriéndome y seguido de eso se retira.

Mi mirada se dirige hacia la caja que Sonia me dejó, no tengo ni idea que hay dentro y nadie lo sabe, le dejó también una a Fernando, no sé si esté preparada para ver qué es lo que hay en esa caja; quisiera que todo esto sea solo una broma y que en cualquier minuto Sonia entrara por esa puerta con un chocolate en la mano y me diga que fue una mala broma que quiso hacerme, pero en el fondo sé que no será así y eso me duele grandemente.

Agarro las facturas y otros papeles importantes y los meto en un folder, cojo el teléfono el cual aún está apagado y salgo de la oficina, cierro la cafetería, le coloco doble llave y ahora me dirijo a mi hogar.

Llego al cabo de una caminata rápida, voy directamente a la cocina para prepararme algo que comer, aunque realmente no tengo deseos de hacerlo, lo único que quiero es dormirme y ya no despertar; pero eso no lo controlo yo. Me preparo un emparedado y voy a mi cuarto a cenar.

Cuando mi lengua sintió el alimento y mis papilas gustativas lo detectaron, automáticamente corrí hacia el baño y vomité lo poco de comida que tenía en mi cuerpo, maldición debo comer; sino como desfalleceré, aunque si lo pienso la idea no es tan mala, bajo para prepararme un té ya que tal vez eso ayude, luego de tomarlo pude comerme el emparedado, estoy demasiada cansada y no quiero pensar en cómo le haré para sentarme a la par de Carlos mañana así que decido ir a dormir, me pongo la pijama y empiezo a quedarme dormida.

Justo cuando pienso que los demonios que tengo se quedarían tranquilos aunque sea por un momento... me levanto rápidamente de la cama y corro hacia el baño, levanto la tapa del váter y entonces la bilis se deja venir, "joder, lo que me faltaba", pienso; si sigo así no tendré que preocuparme por los demás en muy poco tiempo. Cuando termino me lavo la boca y me miro en el espejo, estoy hecha un desastre, aunque siempre lo he sido, voy a mi habitación para ver si puedo lograr conciliar el sueño de nuevo.

Doy vueltas y vueltas por la cama, he intentado en todas las posiciones posibles pero aun así no puedo dormir así que me rindo y me levanto de la cama; bajo las escaleras y empiezo a dirigirme hacia la sala, me acuesto en el sofá, luego enciendo el televisor y me pongo a ver la primera película que hallo.

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora