Capítulo 4

47 12 6
                                    

Al despertar me encuentro con una pequeña nota sobre la mesita de centro que dejo Sonia: "Cristi, he ido a la cafetería a arreglar asuntos y no quise despertarte, puedes desayunar lo que quieras y si debes irte está bien no te preocupes, te quiere, Sonia"

Bueno, me levanto y solo me preparo un café y un pan con queso, voy a buscar el baño y hago mis necesidades, decido hacerle la limpieza a Sonia; la verdad es que no soy tan fanática de la limpieza pero Sonia merece tener menos trabajo del que ya tiene.

Salgo a dar una vuelta por el vecindario y veo la belleza de las calles, vuelvo y le preparo el almuerzo o cena, en realidad no sé a qué hora volverá Sonia, así que le preparo unos espaguetis con una salsa casera de tomate y de postre preparo una crepa ya que son sus favoritas.

Decido prepararme una simple sopa y comerla, porque a pesar de todo, sé que necesito comer algo y mi estómago me pide a gritos aunque sea un poco de comida, al terminar de comer lavo los trastes, ahora es más que obvio que Sonia no vuelve a su casa a la hora del almuerzo; cuando terminé de hacer el oficio decido que es hora de irme a lo que se hace llamar hogar.

Salí de ahí con un nudo en la garganta, repasando todo lo que pasa en torno a mi vida: mi madre murió, Sonia va a morir, mi padre es un peligro total y mi hermano no está; lo único que quiero es escapar, salir de este maldito infierno de una vez por todas.

Saqué mi celular y comprobé la hora, las dos y media del día domingo, mi padre estaría ahí; siempre lo estaba toda la tarde hasta que eran las seis y se iba a tomar y todos esos vicios, que por más que tratará de fingir y ocultarlo yo también los llevaba en la sangre: las apuestas, beber, los pleitos y hacer daño; todo eso lo tengo y es una maldición total.

Llego a la casa sabiendo a lo que me tengo que enfrentar, enfrentarse a mi padre es enfrentarme a mí misma, mis demonios contra sí mismos, él es el que tiene la maldición y no hallo la salvación en este infierno; sacó la llave y la introduzco en la cerradura, abro la puerta y lo veo sentando en el sofá viendo la televisión y tomando una cerveza.

-Te dignas a aparecer, basura –dice mi padre mientras cierro la puerta.

-No me llames así –le dije cerrando fuertemente los puños.

-Te llamaré como yo quiera llamarte –me dijo levantándose del sofá.

-¡No! –Solté de un solo- estoy harta de ti, mataste a mi madre, me tratas como una total basura; pero en todo este tiempo me he dado cuenta de algo, que somos iguales y somos una porquería, la diferencia entre tú y yo es que yo intento aparentar que no lo soy, mientras que tú te comportas como un total idiota. Estás gritándome todo el día mientras que yo no te he hecho nada, le pegabas a mi madre por puras estupideces, le gritabas y la humillabas solo porque sabías que eres una completa basura y un maldito cobarde, le diste miedo y a mí también, pero hoy... hoy ya no te tengo miedo y nunca más lo tendré.

De pronto siento su puño estrellarse contra mi cara, me llevo la mano a donde sentí el puñetazo y fue en el ojo, me lo toco y al ver mi mano veo un poco de sangre aunque no es la mía, es de los nudillos de quien dice ser mi padre.

-No te equivocas en algo, tú y yo somos iguales y es por eso que me tienes miedo, porque te tienes miedo a ti misma, porque tenemos los mismos demonios y al igual que yo sabes que no puedes huir de ellos, porque sabes lo basura que eres tan solo con verme a mí y eso jamás se te quitará –dijo escupiendo las palabras- ahora te sientas conmigo en el sofá, agarras una cerveza y ves las idioteces que pasan en la televisión.

-Prefiero recibir un millón de puñaladas a sentarme contigo –dije arrastrando las palabras.

-Tú misma lo pediste –dijo y entonces empezó a golpearme en las costillas y en la espalda.

Y de pronto, ya no siento nada...

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora