Capítulo 34

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Luego de largos ensayos nos encontrábamos en el colegio, para empezar a arreglarnos y salir al escenario, tengo los nervios de punta porque nos han avisado que somos el último acto y la señorita Daniela me estresó aún más cuando comento que todos pondrían mucha atención. Ya van por el cuarto acto de diez, Anaí aún no llega y se supone que ella me traería la ropa indicada y me ayudaría a maquillarme; saco mi celular para enviarle un mensaje.

Yo: ¿Dónde estás?

Anaí: Justo a llamarte iba, de verdad lo lamento Cristi, mi hermana está enferma y debo quedarme para ayudarle.

Yo: Vale no te preocupes, espero que tu hermana se recupere.

Dejo el celular encima del escritorio que está a la par mía y me pongo las manos en la cara, ¿ahora qué voy a hacer? De pronto tocan mi hombro y me volteo rápidamente para ver de quién se trata, al reconocer su rostro hago una pequeña mueca; de todas las personas que pudieron aparecer, ¿por qué ella?

-Oye, ¿qué pasa? –pregunta Zoila con una mirada preocupada.

-Mira Zoila, hoy no quiero discutir así que búscate a alguien más para hacerle la vida imposible –respondo tratando de mantener la calma.

-Ya no quiero pelear contigo, vine a hacer las paces y veo que algo pasa así que si puedo ayudarte lo haré –dice mientras yo le doy una mirada confundida, no es tan fácil que me crea eso de que vino a hacer las paces.

-¿Por qué empezaste a tratarme así en la secundaria? Nos hemos conocido desde hace mucho tiempo, incluso hubo un tiempo en el que éramos amigas, pero cuando entramos al colegio cambiaste por completo –suelto de golpe, siempre he tenido duda de sus actitudes hacia mí que empezaron aquí, en el colegio.

-Cuando éramos niñas, tú eras la mejor de la clase, todos te admiraban, tenías tanta confianza; pero de la nada dejaste de ser así y solo faltaban unos años para que viniéramos al colegio –empieza a explicar Zoila- entonces no quise ayudarte porque pensaba que volverías a ser el centro de atención y yo pasaría a ser un cero a la izquierda, aquí empecé a actuar como alguien segura y te humillaba para cubrir mi inseguridad.

-No tenía idea de que te sentías así, aunque tampoco fue bueno lo que hiciste, ya que no solo fui yo, fueron varias chicas las que sufrieron por tus comentarios –le recuerdo.

-Sé que he hecho las cosas muy mal, pero quiero arreglarlo y es por eso que estoy aquí –contesta mientras agacha la cabeza- si no quieres hablarme lo entenderé, solo quería decirte que lo lamento tanto.

-Vale, aunque si fue muy duro todo esto, hay que dejar el pasado atrás –respondo amablemente, ella me da una pequeña sonrisa y en sus ojos puedo notar la sinceridad de sus sentimientos.

-Ahora, ¿qué tenías? –pregunta luego de unos segundos de silencio, haciendo que mi preocupación vuelva y me golpee fuertemente.

-Anaí no puede venir y ella iba a maquillarme y prestarme ropa para el vestuario de la obra –respondo preocupada- ahora no sé qué hacer ya que no puedo salir así.

-Vale, te puedo maquillar y... ¿exactamente qué planeabas usar? –pregunta empezando a darme las soluciones.

-Era un vestido simple, aparte el peinado debe ser semi recogido para que parezca un poco más corto mi cabello –respondo aún preocupadísima.

-Bueno, te informo que es tu día de suerte, en mi casillero tengo dos vestidos guardados por cualquier emergencia y del peinado no te preocupes, conozco a alguien que nos ayudará para hacer las cosas más rápido y estés lista a tiempo –contesta Zoila- vamos rápido a mi casillero.

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora