Me despierto por una pequeña turbulencia en el avión. Restriego mis ojos y luego siento como el avión va descendiendo poco a poco, de seguro estamos por aterrizar, volteo para ver a Anaí y ella está pacíficamente dormida, la verdad no sé cómo pudo dormir sin despertarse tantas veces, yo en cambio me despertaba cada media hora y tardaba en conciliar el sueño nuevamente, odio los vuelos largos.
Cuando veo por la ventanilla compruebo que en efecto estamos aterrizando, debido a que el cielo empieza a alejarse de mí, volteo a los asientos de la otra columna y ahí está mi padre más despierto que un halcón, mientras que Max y Brent están algo adormilados. Cuando el avión aterriza por completo la gente se levanta poco a poco de sus asientos para bajar sus maletas, muevo a Anaí levemente para que despierte, lo único que quiero en este momento es llegar al hotel y darme una ducha.
Cuando consigo que despierte me levanto para bajar mis maletas pero Max me lo impide y las agarra él, mientras que Brent toma la de Anaí y la de mi padre; todos bajamos del avión para ir al área de taxis, al conseguir uno nos adentramos en este y Benjamín le da la dirección al conductor. Luego de veinte largos minutos llegamos al hotel, al entrar observo a la recepcionista detrás del mostrador.
-Muy buena tarde, ¿tiene reservación? –pregunta amablemente con una sonrisa, hasta ese momento reacciono en la hora, mi mirada se dirige a un reloj de pared que se encuentra cerca y apunta a las doce y media, así que prácticamente perdí un día sentada en un avión.
-En realidad quería pedir tres habitaciones por favor, dos con dos camas y una con solo una; por dos noches –responde mi padre dando el gesto de sonrisa más vacío del mundo.
-Disculpe un momento señorita –le digo amablemente antes de que anote en su computadora los datos que le dio mi padre anteriormente- necesito una habitación aparte, no puedo compartirla con Anaí.
-Vale –responde mirándome con seriedad y luego voltea a la recepcionista- que sean cuatro habitaciones por favor, tres para una persona y una para dos.
-Muy bien, hay dos en el piso diez que están a la par, una en el piso ocho y la de dos personas está en el piso siete -nos informa leyendo la información que apareció luego de ingresar los datos.
-La habitación para dos a ellos –contesta señalando a sus guardaespaldas- las del piso diez a ellas y la del ocho a mí.
Luego de haberle indicado, va por las llaves y nos las entrega en orden, mi padre le entrega el dinero de las habitaciones y aparte una buena propina; en vez de hacerme jugar debería financiar mejor su maldito dinero. Nos dirigimos al elevador y presionando los botones correspondientes este se cierra; los primeros en despedirse son los guardaespaldas, luego mi padre.
-Te necesito lista para el casino a las ocho y media –informa antes de que el elevador se cierre. Cuando el elevador nos deja a Anaí y a mí a solas suelto un pequeño suspiro.
-¿Por qué no quieres que compartamos habitación? –pregunta de golpe Anaí cuando las puertas del ascensor se abren.
-No es eso, me encantaría compartir pero al volver del casino no me gusta la persona que soy y no quiero que me veas así –respondo tranquilamente.
-Entiendo, mientras tanto puedo hacerte compañía en tu habitación, ¿cierto? –pregunta con una pequeña sonrisa.
-Por supuesto, pediremos servicio al cuarto y almorzaremos –respondo, al encontrar la habitación inserto la llave y abro la puerta para que Anaí pase y luego de entrar cierro.
-¿Crees que se tarden mucho? Me gustaría tomar una ducha –me pregunta Anaí.
-No lo sé, ahorita que lo pida le pregunto –respondo, concuerdo con Anaí, necesito ducharme; agarro el teléfono del hotel que es para el servicio y espero a que me atiendan.
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Tú, mi sol
Teen FictionCristina Aguilar, la chica desastre, la chica fuerte y ruda del colegio Calatrava, que ya no halla razones para vivir y que su vida se ha ido desmoronando poco a poco, todos creen que ella no tiene ningún problema y no le prestan la mínima atención...