Capítulo 13

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Entonces en ese momento empiezo a llorar, lloré por un buen rato, él solo estuvo ahí abrazándome y sin decir ni una palabra, lo cual le agradezco, luego de un tiempo las lágrimas cesaron.

-¿Ya más tranquila? –preguntó limpiando mis lágrimas.

-Un poco –le contesté.

-Sé que apenas me conoces pero te puedo ayudar –dijo viendo mi cara, de seguro el maquillaje que me aplique para que no se notaran algunos moretones y las ojeras se había corrido y lo dejaba a la vista, volteé mi cara para que no me viera pero me agarro con delicadeza e hizo que lo viera a los ojos.

-Te lo agradezco pero me debo ir –dije intentando no perderme en su profunda mirada.

-Al menos déjame llevarte, por favor –dijo mirándome suplicante.

-Veo que no me queda de otra –dije levantándome seguido de él.

Empezamos a caminar despacio, él no habló ni parecía que tuviera intención de hacerlo, pero yo sí quería, quería platicar de cualquier cosa y no importaba de qué, pero deseaba hablar con él.

-Es increíble –dijo de la nada.

-¿Disculpa? –pregunté un tanto confundida.

-Es increíble la belleza del cielo cuando la tierra se encuentra tan contaminada –dijo con la mirada perdida en el cielo.

-Tienes razón –le contesté observando el cielo- la belleza se encuentra en lo más simple.

-Así es –me contestó- si algún día quieres hablar estoy para ti, sé que normalmente te molesto pero en serio, me preocupo por ti.

-Son solo algunos problemas –dije bajando la mirada.

-Esa no es la solución adecuada –me dijo, pero no sabía si me estaba mirando o no.

-Tú no lo entiendes, Vargas –le conteste sonriendo al llamarlo por su apellido.

-Pero intento hacerlo, Aguilar –me contesta.

-Mi mundo se derrumbó... -digo en un susurro, él se acercó a mí y paso su brazo por mis hombros.

-A veces sirve para darnos cuenta de que algunas partes ya no valían la pena conservarlas –dice apretando un poco mi brazo.

-Ya llegamos –le dije al ver mi casa- gracias por todo.

-Con cuidado, Aguilar –dijo soltándome- pero en serio por favor, no vuelvas a hacer eso.

-Gracias –dije con una pequeña sonrisa triste y sincera- no te preocupes Vargas, no lo volveré a hacer.

Y con esa despedida entro a mi casa, subo a mi habitación y empiezo a derramar un mar de lágrimas entero.

Me desperté en la oscuridad, por lo visto lloré hasta quedarme dormida, busco mi celular a tientas, lo encuentro y veo la hora, las cinco y media de la tarde; debería comer aunque sea un poco, pero entonces recuerdo que no va a haber comida, ahora esta es mi casa así que la cuidaré, decido ir a la despensa a comprar comida para mantener ahí.

Me levanto y de pronto mi teléfono empieza a sonar, lo miro y el identificador de llamadas me informa que la llamada es de quien se hace llamar mi padre, lo descuelgo para averiguar el porqué de su llamada.

-Hola Bomboncito –dijo con un tono malvado.

-¿Qué necesitas Benjamín? –pregunto rodando los ojos.

-Nos vamos a Nueva York hoy y regresas el domingo en la mañana, necesito que juegues un par de partidas Bomboncito –dice con su repugnante voz- paso por ti a las ocho así que más te vale que estés lista con tus maletas a esa hora.

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora