Capítulo 28

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Mi padre me toca el brazo para que despierte aunque ya lo estaba solo que me coloque unos lentes oscuros para que no lo notaran, ya que apenas si pude dormir, cada vez que cerraba los ojos veía a David apuntarme con el arma y cuando lograba dormir una pesadilla sobre eso o igual a lo que había pasado me atormentaba; entonces despertaba agitada y preferí quedarme todo lo posible despierta, aunque no sé cuánto fue.

Volteo a ver hacia la ventana encontrándome con la oscuridad de la noche, el avión ya aterrizó y todos los pasajeros empiezan a levantarse para agarrar sus maletas, Brent está sentado rígidamente esperando a que mi padre se levante para él hacerlo; aunque mi padre ni se inmuta.

-¿Qué hora es? –pregunto confundida.

-Siete y quince de la noche –responde tranquilamente- lastimosamente tendrás que ir a la escuela mañana.

-No importa eso –le contesto tranquilamente- ¿puedes llevar a Anaí a su casa?

-Sí, también te llevaremos a ti –responde mientras se levanta y yo imito su acción.

Al ver que Anaí sigue dormida me acerco a ella para despertarla, cuando esta abre los ojos le hago una seña de que ya hemos llegado, me dedica una sonrisa cansada y luego se levanta para que Max también pueda hacerlo, ya que ella iba en el asiento que da al pasillo y él en el de la ventanilla. Luego Max y Brent agarran nuestras maletas para luego dirigirnos al mismo auto en el que vinimos al aeropuerto, primero llevamos a Anaí a su casa, quién se despidió algo adormilada; es increíble lo mucho que puede dormir. Luego de eso nos dirigimos a mi casa.

-Nos vemos luego, Bomboncito –dice mi padre luego de que el auto se estacione, Max se baja para sacar mis maletas de la cajuela.

-Adiós, Benjamín –le respondo mientras salgo del auto encontrándome a Max esperando con mis maletas- gracias.

Él solo asiente levemente para después ir a subirse al auto y veo como este desaparece de mi vista, agarro mis maletas y entro a la casa, subo a mi habitación para dejar las maletas, luego veo la hora en mi celular; las ocho en punto. Voy a la cocina y me preparo un café, luego de beberlo voy al sofá y me dispongo a ver televisión hasta que el sueño se apodera de mí.

Me despierto de golpe por la estúpida pesadilla que tuve otra vez, aunque esta vez no era a mí a la que le apuntaban, era a Carlos; alejo todos los pensamientos que me lleven a él, no quiero recordarlo, ni siquiera quisiera verlo. Busco mi celular para ver la hora en este, apenas son las cuatro y media de la madrugada y yo ya no puedo estar un minuto más intentando dormir, así que me propongo limpiar la casa, empiezo a barrer el segundo piso para luego bajar y limpiar el primero, la ventaja es que a pesar de ser de dos niveles esta casa no es tan grande.

Al terminar de hacer la limpieza principal voy a ducharme, luego entro a mi habitación para ponerme unos vaqueros color azul, mi sudadero negro y mis tennis negros, hoy volvería el estilo negro en mí. Estando ya en la cocina me preparo un licuado de frutas y me como dos huevos estrellados; después tomo la mochila, las llaves y mi teléfono para así salir de la casa, daré un pequeño paseo para matar tiempo y luego llegar al colegio.

Mientras voy caminando recuerdo el asunto del cambio de nombre a la cafetería, así que saco mi teléfono y reviso la hora para ver si ya es una hora decente para llamar a Fernando, pero aún son las cinco con cincuenta minutos, así que esperaré a que sean las seis para marcarle. Llego al parque en donde vengo siempre que necesito pensar y vaya que lo necesitaba.

Luego de analizar demasiadas cosas empiezo a emprender rumbo al colegio, vuelvo a agarrar mi teléfono para buscar el contacto de Fernando y así marcarle.

-Hola Cristina, ¿cómo estás? –pregunta tranquilamente luego de atender.

-Bien, ¿y tú? –contesto mientras voy caminando rápidamente, no es tarde pero normalmente camino muy rápido.

Tú, mi solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora