Capítulo 1

30.3K 975 34
                                    

Todavía recuerdo aquella tarde donde mis padres se convirtieron en mis principales enemigos.

<<Papa, mamá debo deciros algo —les dije nerviosa.

— Dinos cariño — me contestó mi madre sonriendo.

—E-estoy embarazada — solté, ellos palidecieron y sólo vi cómo mi padre me daba una cachetada mientras mi madre lloraba gritándome lo zorra que era.

— ¡Eres una puta! —gritó mi padre, —¡Fuera de nuestra casa, no vivirás aquí nunca más!

Papá...— susurré llorando.

— ¡Largo de aquí! ¡Ya no eres nuestra hija! — gritó ahora mi madre.

Salí sin nada por la puerta y empecé a caminar sin, en cierto modo, rumbo.

—Estamos solos —susurré tocando mi estómago. >>

Bueno, creo que es hora de presentaciones. Me llamo Lya Thompson, pero mis amigos, o los que eran mis amigos, me solían llamar con apelativos cariñosos.

Tengo 19 años, y en dos meses cumplo 20. Mi cabello es moreno de un color chocolate. Mis ojos son pardos, entre verde y marrón. Y mi piel es blanquita sin marcas de acné en la cara.

Soy delgada, demasiado por la falta de hambre, aunque también me viene de constitución. Mis pechos es lo único que resalta en mi cuerpo, debido a la manutención mamaria de mi pequeña.

Mido aproximadamente 165 cm. Me considero una chica muy tranquila, risueña, impaciente, dulce y positiva. A veces también soy un poco cabezona, y bastante perfeccionista conmigo misma.


Vivo en la calle desde que tenía 18, y sinceramente no sé cómo aún sigo viva.

Bueno, creo que debéis conocer a Molly, mi hija. Tiene 8 meses y medio, y es el mejor regalo que me ha dado la vida.

Mi pequeña es mi soporte, toda la comida que tengo aparte de la leche materna, es para ella. Yo me conformo con cualquier pedacito de pan o algo que no esté tan sucio.

Mi sonrisa siempre es para mi hija, pero la felicidad, desgraciadamente, nunca llega a mis ojos.

Sobreviví al embarazo porque me cuidé cómo pude. Traté de seguir unas pautas y una alimentación no tan mala, y gracias al cielo, tuve a mi bebé.

¿El padre? No lo sé, me dejó en el momento que supo de la existencia de su hija. No le iba a reclamar ya que era un chico mujeriego y algo que, obviamente, no saldría bien ni para ella, ni para mí. Quizás si le podía haber insistido más, pero en el momento que me dijo que abortase, fue suficiente para saber que no merecía estar en nuestra vida.

Ahora mismo, me encontraba dándole pecho a mi niña castaña de ojos azules, justo detrás de un contenedor.

Ella es una superviviente y yo estoy más que orgullosa de ella, aunque quisiese que nunca hubiese pasado por esto, pero hay cosas que no se eligen.

Mi niña dio un eructito y supe que había terminado. Sonreí y me tapé con el mismo suéter con él cual me vine hace un año.

La gente ya no se veía por la zona donde yo me encontraba, así que acuné un poco a mi hija y besé su frente listas para dormir. La acurruqué en mi pecho y cerré mis ojos. Era hora de dormir un poco, y descansar.

(...)

Los ruidos de los coches me despertaron.

Mi pequeña bebé seguía en mis brazos durmiendo y respirando plácidamente. Mi estómago rugía de dolor y hambre, así que decidí buscar solución.

Me levanté cómo pude de las cajas y abracé más a Molly —qué estaba temblando—. Mire cómo pude en las bolsas de los contenedores y sonreí al encontrar un bocadillo medio comido y un biberón casi nuevo.

Comí un trozo y otro, y otro. Guardé lo restante del bocadillo para Molly y me senté de nuevo con ella en los cartones. Había metido mi leche en el biberón y ahora que Molly se había despertado se lo iba a dar.

Limpié la chupeta del biberón con una fuente cercana y besé la frente de Molly.

—Buenos días, cielo.

Ella rió con su risita infantil y sonreí. Le di el biberón lentamente y se lo saqué cuando terminó. Ella empezó a jugar con mis dedos desde el suelo y sonreí mirándola.

— ¡Oh Dios!

Oí un grito y cogí a Molly alarmada, —Que ricura de bebé... Es preciosa —miré arriba y vi a una mujer rubia mayor, y a una chica, más o menos de mi edad, a su lado admirando a mi pequeña.

— ¿Es tu hija? —preguntó la chica rubia de ojos azules.

—Sí, lo es —dije abrazando suavemente a Molly.

— ¿Cómo se llama? —me preguntó la señora mayor. Se me hacía raro que hablarán conmigo con tanta confianza.

—Molly —respondí. Ella sonrió amablemente y alargó la mano para acariciarla pero aparté a mi hija de golpe.

—Perdón, no quería incomodarte —dijo la mujer mayor.

La miré unos segundos y parecía confiable.

—Sólo un poco, por favor —le dije, ella asintió y tocó la manita de Molly. Ésta última sonrió y sonreí al ver como mi pequeña se veía feliz con esa mujer.

—Gracias, es hermosa. Toma, cómprate algo cariño —me dijo entregándome un billete de veinte dólares.

—Muchas gracias de verdad, es todo para Molly, yo no necesito nada —le agradecí muy emocionada con su bonito gesto.

—No es nada, a veces nos empeñamos en arreglar nuestra vida con lo más grande y caro, pero lo único que te hace ser mejor es ayudar a gente tan desfavorecida como vosotras.

—Mamá, nos tenemos que ir —la chica que iba con la señora, le cogió el brazo suavemente y ésta asintió.

—Mi amor, vas a tener comida y ropita nueva —le sonreí a Molly y ella rió tiernamente.

Lya Thompson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora